/ viernes 16 de abril de 2021

Espejos de vida | Carta a la humanidad 

Diciembre del 2019

Sin invitación previa llegué al país más grande del continente asiático, hice mis primeras invasiones en los organismos de humanos, comprobando satisfecho la ferocidad y rapidez destructiva que poseo; encontré la población más vulnerable para incrustarme; observé sus costumbres, hábitos y conductas por lo que utilicé la artimaña de viajar en sus cuerpos, de quedarme en sus manos, en su aliento y que fueran ellos mismos los encargados de multiplicarme.

Causé caos, miedo e incertidumbre; vi postrarse a aquellos que se creyeron grandes. Les demostré que no importaba su jerarquía ni posición de mando, que eran igual de vulnerables. En la medida que voy expandiendo mi destrucción implacable, puedo percibir su tambaleo ante todo lo que sentían conocido, seguro y dominable.

La ciencia está confusa, ¡no sabe cómo aniquilarme! Los políticos desesperados, sus planes tendrán que ser postergables. Cerré iglesias, suspendí los ritos que se creían indispensables, detuve el mundo, frené su paso en esa carrera inalcanzable; dejé que revalorarán su vida, sentimientos y emociones, encontrando su conciencia y su alma adormecida por el ego, el poder y el apego.

Permití que conocieran el encierro domiciliario, que midieran sus afectos, cancelaran sus reuniones, cubrieran su rostro escondiendo su sonrisa, dominaran sus expresiones de afecto, privilegiando la distancia considerable; que cerrarán sus fronteras, contuvieran su paso, el consumismo exacerbado y la contaminación del mundo, lo cual es una cuestión que no debe ser pospuesto ni reemplazable.

Como en toda guerra, habrá quien venza y aplaque mi sed y hambre destructora y salga triunfante, ellos serán el eco de mi voz, fiel testimonio de mi paso por la humanidad.

Diciembre del 2019

Sin invitación previa llegué al país más grande del continente asiático, hice mis primeras invasiones en los organismos de humanos, comprobando satisfecho la ferocidad y rapidez destructiva que poseo; encontré la población más vulnerable para incrustarme; observé sus costumbres, hábitos y conductas por lo que utilicé la artimaña de viajar en sus cuerpos, de quedarme en sus manos, en su aliento y que fueran ellos mismos los encargados de multiplicarme.

Causé caos, miedo e incertidumbre; vi postrarse a aquellos que se creyeron grandes. Les demostré que no importaba su jerarquía ni posición de mando, que eran igual de vulnerables. En la medida que voy expandiendo mi destrucción implacable, puedo percibir su tambaleo ante todo lo que sentían conocido, seguro y dominable.

La ciencia está confusa, ¡no sabe cómo aniquilarme! Los políticos desesperados, sus planes tendrán que ser postergables. Cerré iglesias, suspendí los ritos que se creían indispensables, detuve el mundo, frené su paso en esa carrera inalcanzable; dejé que revalorarán su vida, sentimientos y emociones, encontrando su conciencia y su alma adormecida por el ego, el poder y el apego.

Permití que conocieran el encierro domiciliario, que midieran sus afectos, cancelaran sus reuniones, cubrieran su rostro escondiendo su sonrisa, dominaran sus expresiones de afecto, privilegiando la distancia considerable; que cerrarán sus fronteras, contuvieran su paso, el consumismo exacerbado y la contaminación del mundo, lo cual es una cuestión que no debe ser pospuesto ni reemplazable.

Como en toda guerra, habrá quien venza y aplaque mi sed y hambre destructora y salga triunfante, ellos serán el eco de mi voz, fiel testimonio de mi paso por la humanidad.