/ sábado 19 de enero de 2019

Es tiempo de soñar 

Este viernes por la mañana muy temprano, escuché un grito de mi pequeña hija Cesia, de once años, que muy contenta le decía desde su recámara hasta la recámara de su hermano, “hoy tuve un sueño muy bonito” Me quedé pensando por un momento de cómo los seres humanos hemos perdido la capacidad de soñar. ¿Puede usted imaginar qué sería de ese mundo si no hubiera gente soñadora? Seguramente el hombre no hubiera llegado a la luna. Colón no hubiera llegado a América.

No tuviéramos ni aviones, ni autos, ni televisores etc. Creo que el éxito de muchas personas no se encuentra precisamente en que sean grandes eruditos, sino más bien en su capacidad de soñar y luchar por ese sueño. Soñar significa ver lo que no existe como si existiera. Poner una meta, desearlo, pelear por ella, e imaginar su realización es soñar. Es como una gallina que pone huevos y luego se acuesta sobre ellos hasta que nazcan los polluelos. En ese sentido, lo que hace grande una persona común, no son las circunstancias de la vida, sino sus sueños y su capacidad de abrazarlos. Alguien dijo en cierta ocasión: “Estoy embarazado de mis sueños”. Porque la embarazada sabe que algún día su bebé nacerá. Y el que sueña sabe que su sueño en algún momento será́ realidad. Estimado lector, sin sueños no podemos esperar ningún futuro alentador.

La palabra de Dios nos cuenta la historia de un hombre llamado Jacob. El, tuvo 12 hijos, uno de ellos, José, era un soñador. Era un buen hijo. Era un buen creyente y temeroso de Dios, y Dios le dio sueños, soñó dos veces. (Génesis 37:6-11) Cuando José creyó los sueños, los mismos lo guiaron en la vida hasta que se cumplieron, aunque no sin algunas luchas. El sueño es símbolo de vida, y de esperanza. Y a la vez un fuerte motivador de vida. No tengo ni la menor duda de que Dios da e inspira sueños. El sueño trasciende todo. Entonces tener un sueño es creer algo nuevo. Y a la sazón de los tiempos que nos ha tocado vivir, los hogares, el barrio, la sociedad misma, necesita de hombres y mujeres de todas las edades que podamos soñar con un mundo mejor. Tengamos sueños y esperanza en un mañana en que las cosas van ser mejor. ¡Animo, nunca está más oscuro que cuando a va a amanecer! Poniendo nuestros ojos y nuestro corazón en Dios podemos soñar, no importa la condición social en que nos encontremos, ¿sabe por qué? Porque Dios es el dador de sueños. Dice la palabra de Dios que ÉL da visiones a los jóvenes, y a los ancianos sueños (Joel 2:28) Estimado lector, el éxito o el fracaso no dependen de cuanto hayamos estudiado, o de cuanto tenemos. El problema es si tenemos o no sueños en el corazón. Si tenemos sueños Dios nos guiará. Si necesitamos conocimiento podemos estudiar, sí necesitamos apoyo alguien lo puede dar, pero sin sueños perecemos. Un pastor llamado Bil Haibes dijo: “El sueño es el dibujo del futuro que apasiona mi alma” Alguien dijo en una ocasión: ”Cuando desaparecen los sueños llegan las calamidades”.

Cuenta la historia que cierto día un niño estaba mirando la luna, y su padre le preguntó: ¿Qué miras? La luna, respondió el niño, sueño con caminar un día sobre su superficie. Su padre le dijo: Es un buen sueño, algún día lo lograras. 30 Años después el sueño fue realidad. Se trata de Yeims Owon el astronauta americano que fue a la luna. Su declaración al volver emocionó al mundo: Al llegar a la luna pude sentir el poder creador de Dios y su gloria. Definitivamente el mundo sólo puede ser cambiado por los soñadores. Es cierto que hoy en día hay miles de problemas, más de los que podemos contar, pero miremos a Jesús, porque en medio de tanto dolor, Dios siembra una semilla de la esperanza a través de los sueños. Miremos a Cristo, soñemos en su nombre, peleen por ese sueño, y creamos que entonces habrá un milagro, que conquistaremos en su nombre el destino, se vale soñar.

Estimado lector, crea en Cristo, sueñe, sea feliz en este mundo, y un día vaya al cielo.

Este viernes por la mañana muy temprano, escuché un grito de mi pequeña hija Cesia, de once años, que muy contenta le decía desde su recámara hasta la recámara de su hermano, “hoy tuve un sueño muy bonito” Me quedé pensando por un momento de cómo los seres humanos hemos perdido la capacidad de soñar. ¿Puede usted imaginar qué sería de ese mundo si no hubiera gente soñadora? Seguramente el hombre no hubiera llegado a la luna. Colón no hubiera llegado a América.

No tuviéramos ni aviones, ni autos, ni televisores etc. Creo que el éxito de muchas personas no se encuentra precisamente en que sean grandes eruditos, sino más bien en su capacidad de soñar y luchar por ese sueño. Soñar significa ver lo que no existe como si existiera. Poner una meta, desearlo, pelear por ella, e imaginar su realización es soñar. Es como una gallina que pone huevos y luego se acuesta sobre ellos hasta que nazcan los polluelos. En ese sentido, lo que hace grande una persona común, no son las circunstancias de la vida, sino sus sueños y su capacidad de abrazarlos. Alguien dijo en cierta ocasión: “Estoy embarazado de mis sueños”. Porque la embarazada sabe que algún día su bebé nacerá. Y el que sueña sabe que su sueño en algún momento será́ realidad. Estimado lector, sin sueños no podemos esperar ningún futuro alentador.

La palabra de Dios nos cuenta la historia de un hombre llamado Jacob. El, tuvo 12 hijos, uno de ellos, José, era un soñador. Era un buen hijo. Era un buen creyente y temeroso de Dios, y Dios le dio sueños, soñó dos veces. (Génesis 37:6-11) Cuando José creyó los sueños, los mismos lo guiaron en la vida hasta que se cumplieron, aunque no sin algunas luchas. El sueño es símbolo de vida, y de esperanza. Y a la vez un fuerte motivador de vida. No tengo ni la menor duda de que Dios da e inspira sueños. El sueño trasciende todo. Entonces tener un sueño es creer algo nuevo. Y a la sazón de los tiempos que nos ha tocado vivir, los hogares, el barrio, la sociedad misma, necesita de hombres y mujeres de todas las edades que podamos soñar con un mundo mejor. Tengamos sueños y esperanza en un mañana en que las cosas van ser mejor. ¡Animo, nunca está más oscuro que cuando a va a amanecer! Poniendo nuestros ojos y nuestro corazón en Dios podemos soñar, no importa la condición social en que nos encontremos, ¿sabe por qué? Porque Dios es el dador de sueños. Dice la palabra de Dios que ÉL da visiones a los jóvenes, y a los ancianos sueños (Joel 2:28) Estimado lector, el éxito o el fracaso no dependen de cuanto hayamos estudiado, o de cuanto tenemos. El problema es si tenemos o no sueños en el corazón. Si tenemos sueños Dios nos guiará. Si necesitamos conocimiento podemos estudiar, sí necesitamos apoyo alguien lo puede dar, pero sin sueños perecemos. Un pastor llamado Bil Haibes dijo: “El sueño es el dibujo del futuro que apasiona mi alma” Alguien dijo en una ocasión: ”Cuando desaparecen los sueños llegan las calamidades”.

Cuenta la historia que cierto día un niño estaba mirando la luna, y su padre le preguntó: ¿Qué miras? La luna, respondió el niño, sueño con caminar un día sobre su superficie. Su padre le dijo: Es un buen sueño, algún día lo lograras. 30 Años después el sueño fue realidad. Se trata de Yeims Owon el astronauta americano que fue a la luna. Su declaración al volver emocionó al mundo: Al llegar a la luna pude sentir el poder creador de Dios y su gloria. Definitivamente el mundo sólo puede ser cambiado por los soñadores. Es cierto que hoy en día hay miles de problemas, más de los que podemos contar, pero miremos a Jesús, porque en medio de tanto dolor, Dios siembra una semilla de la esperanza a través de los sueños. Miremos a Cristo, soñemos en su nombre, peleen por ese sueño, y creamos que entonces habrá un milagro, que conquistaremos en su nombre el destino, se vale soñar.

Estimado lector, crea en Cristo, sueñe, sea feliz en este mundo, y un día vaya al cielo.