/ sábado 1 de mayo de 2021

Entre Voces | Trabajo maldición bíblica

Uno de los riesgos de hacer una lectura literal y fundamentalista de la Biblia, es hacer decir al texto que en su significado profundo tiene otro sentido. Algunos grupos así lo hacen sin ninguna base de interpretación (hermenéutica) o una sólida exégesis. Tales, sacan frases de su contexto y se quedan con una afirmación como esta sacada del libro del Génesis (libro por demás simbólico), donde Dios castiga a nuestros primeros padres al expulsarlos del jardín del Edén diciendo que desde ese momento trabajarán la tierra y con el sudor de su frente la cultivarán (Gn 3,23). Conclusiones de una lectura tan superficial se olvidan de versos anteriores donde Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, haciéndolo colaborador de la creación. En este segundo sentido, es donde encuentra base antropológica el sentido del trabajo.

Siglos y páginas más adelante, encontraremos que Jesús, el Hijo de Dios me llamado hijo del carpintero. Así que santificó con sus manos el trabajo y el mismo San Pablo aduce que, aunque podría vivir del ministerio apostólico, quiso dar ejemplo y trabajar con sus manos como tejedor de tiendas. Lo que la Biblia dice, la Iglesia lo ha retomado y cuidado en lo que hoy conocemos como doctrina social de la Iglesia, para hablar del sentido cristiano del trabajo.

El Papa Juan Pablo II, que trabajo en las canteras de la Polonia comunista, picando piedra en su juventud y en un ambiente donde la lucha de clases era el sonsonete reinante, nos ha dejado muchas enseñanzas al respecto que todavía hoy tienen gran vigencia. En su exhortación “Ejercitando el trabajo” (Laborem exercens) de 1981, nos muestra como el trabajo tiene un aspecto objetivo (colaborar con la creación, llevarla a plenitud) y otro subjetivo (la dignidad del ser humano al trabajar) tratados en los números 5 y 6 de este documento.

En otro apartado hablará del derecho al trabajo digno. El número 16 indica que el ser humano debe trabajar tanto por mandato del Creador, como por su humanidad, a la que debe perfeccionar con su trabajo solidario. Temas de ocupación, derechos sindicales, salario justo, trabajo de personas con capacidades especiales y mercado de trabajo, son otros temas ahí tratados. Hay mucho material al respecto y actualizado en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, ampliamente recomendado. Así que como vemos, el trabajo es un tema muy humano, que dignifica a la persona. Sería una mentira pensar que la felicidad está en no hacer nada, en no trabajar, en no dejar huella en el mundo y solo acabarse recursos que otros obtuvieron con su trabajo.

El día primero del mes de mayo, dedicado a este tema en casi todo el mundo, es un buen momento para reflexionar sobre mi relación con el trabajo. ¿Agradezco y valoro mi trabajo haciéndolo con la mayor perfección? Porque muchas veces pedimos algo, y al tenerlo no lo valoramos y fingimos realizarlo o perdemos el tiempo en el celular mientras deberíamos estar enfocados en la actividad realizada. Es un día para alzar la voz y pedir que haya trabajo para todos. El trabajo verdadero es siempre honesto y digno. Por sencillo que sea eleva nuestra calidad humana, y perfecciona a nuestra sociedad. Nuestra ciudad está bajo el patrocinio de san José que hoy la Iglesia católica celebra como obrero. Aquel que enseñó a su hijo el oficio de carpintero para ganarse el sustento diario en la familia de Nazaret. Hoy los invito a recurrir a él, ante las dificultades de una pandemia que se rehúsa a irse, y de injusticias que desde hace mucho permanecen en nuestra sociedad. El trabajo es una bendición, de eso no nos debe quedar duda.


Uno de los riesgos de hacer una lectura literal y fundamentalista de la Biblia, es hacer decir al texto que en su significado profundo tiene otro sentido. Algunos grupos así lo hacen sin ninguna base de interpretación (hermenéutica) o una sólida exégesis. Tales, sacan frases de su contexto y se quedan con una afirmación como esta sacada del libro del Génesis (libro por demás simbólico), donde Dios castiga a nuestros primeros padres al expulsarlos del jardín del Edén diciendo que desde ese momento trabajarán la tierra y con el sudor de su frente la cultivarán (Gn 3,23). Conclusiones de una lectura tan superficial se olvidan de versos anteriores donde Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, haciéndolo colaborador de la creación. En este segundo sentido, es donde encuentra base antropológica el sentido del trabajo.

Siglos y páginas más adelante, encontraremos que Jesús, el Hijo de Dios me llamado hijo del carpintero. Así que santificó con sus manos el trabajo y el mismo San Pablo aduce que, aunque podría vivir del ministerio apostólico, quiso dar ejemplo y trabajar con sus manos como tejedor de tiendas. Lo que la Biblia dice, la Iglesia lo ha retomado y cuidado en lo que hoy conocemos como doctrina social de la Iglesia, para hablar del sentido cristiano del trabajo.

El Papa Juan Pablo II, que trabajo en las canteras de la Polonia comunista, picando piedra en su juventud y en un ambiente donde la lucha de clases era el sonsonete reinante, nos ha dejado muchas enseñanzas al respecto que todavía hoy tienen gran vigencia. En su exhortación “Ejercitando el trabajo” (Laborem exercens) de 1981, nos muestra como el trabajo tiene un aspecto objetivo (colaborar con la creación, llevarla a plenitud) y otro subjetivo (la dignidad del ser humano al trabajar) tratados en los números 5 y 6 de este documento.

En otro apartado hablará del derecho al trabajo digno. El número 16 indica que el ser humano debe trabajar tanto por mandato del Creador, como por su humanidad, a la que debe perfeccionar con su trabajo solidario. Temas de ocupación, derechos sindicales, salario justo, trabajo de personas con capacidades especiales y mercado de trabajo, son otros temas ahí tratados. Hay mucho material al respecto y actualizado en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, ampliamente recomendado. Así que como vemos, el trabajo es un tema muy humano, que dignifica a la persona. Sería una mentira pensar que la felicidad está en no hacer nada, en no trabajar, en no dejar huella en el mundo y solo acabarse recursos que otros obtuvieron con su trabajo.

El día primero del mes de mayo, dedicado a este tema en casi todo el mundo, es un buen momento para reflexionar sobre mi relación con el trabajo. ¿Agradezco y valoro mi trabajo haciéndolo con la mayor perfección? Porque muchas veces pedimos algo, y al tenerlo no lo valoramos y fingimos realizarlo o perdemos el tiempo en el celular mientras deberíamos estar enfocados en la actividad realizada. Es un día para alzar la voz y pedir que haya trabajo para todos. El trabajo verdadero es siempre honesto y digno. Por sencillo que sea eleva nuestra calidad humana, y perfecciona a nuestra sociedad. Nuestra ciudad está bajo el patrocinio de san José que hoy la Iglesia católica celebra como obrero. Aquel que enseñó a su hijo el oficio de carpintero para ganarse el sustento diario en la familia de Nazaret. Hoy los invito a recurrir a él, ante las dificultades de una pandemia que se rehúsa a irse, y de injusticias que desde hace mucho permanecen en nuestra sociedad. El trabajo es una bendición, de eso no nos debe quedar duda.