/ sábado 23 de enero de 2021

Entre voces | Tengo un sueño

Con estas palabras, pero en inglés, se recuerda el gran discurso de Martin Luther King, retomadas por Obama al inicio de su gestión y por muchos otros que quieren motivar a las masas a seguir sus ideas. El Papa Francisco dirigió una carta esta semana a Berenice, hija del famoso luchador social en la unión americana y que en estos días se celebra como día nacional. Pero no ha sido el único soñador, somos muchos los que soñamos y queremos que sean realidad y no se conviertan en promesas incumplidas o sueños guajiros que de la cabeza no salen.

Tengo un sueño… bueno, varios. Aquí solo les comparto uno. Un México unido. Desde mi infancia itinerante he conocido personas de varias partes de México. Hay estados que aún no conozco (y no por falta de ganas) pero que igual son parte de este gran mosaico “policromático”, “polisonoro”, “polisaboro”, llamado México. Tenemos una gran riqueza cultural antes y después de la llegada de europeos. Cada festival regional sea de danza, o de música, es reflejo de ello. Tanta diversidad a la vez de riqueza, se convierte en una causa de divisiones continuas.

Dividir a la gente entre buenos y malos, entre blancos y morenos, entre ricos y pobres; es tan odioso, como una guerra entre padres e hijos o entre propios hermanos. Aunque varios líderes usen la frase romana “divide y vencerás”, es triste que se use para seguir deteniendo el progreso de un pueblo que ve todo a corto plazo, sea en proyectos de desarrollo, como en planes de reconstrucción social. La pluralidad de partidos y propuestas que veremos en estos meses ¿será una riqueza de propuestas ingeniosas o solo reflejo de luchas internas interminables donde resulta vencedor el más astuto o mordaz?

La unidad tiene que ser un fin y bien común. Saber llegar a acuerdos donde no se cumpla mi entera voluntad, sino el resultado del discernimiento de varias cabezas que aportan el resultado de varias neuronas en función. Entraremos en meses de discursos y discusiones, de fechas postergadas y contiendas a medio entender. Espero que el resultado no sea una “capirotada” insípida, sino el deseo de un pueblo que quiere lo mejor no para el sólo y los de su grupo, sino para todos los que mira a lo largo de un día.

Este mismo deseo de unidad lo quiero entre familias, dentro de la Iglesia. Es un un bien en cada misa se reza por él, y que ahora extiendo a toda mi patria. Anhelo que todos aportemos lo mejor de cada uno. Los mejores ingredientes, las mejores recetas, el mejor instrumento, la mejor melodía. Todo lo mejor de cada mujer y hombre de estas tierras. Tengo este sueño, que cada tres o seis años, parece un eterno recomienzo de buenas intenciones. Esta semana la Iglesia entera reza por la unidad entre cristianos; rezo no solo por esa unidad, sino de todos mis paisanos. Unidad en la verdad. Unidad para lograr la paz y el progreso justo. Estoy despierto, y no quiero dejar de soñar hasta que todo lo que les acabo de escribir se vuelva realidad.

Con estas palabras, pero en inglés, se recuerda el gran discurso de Martin Luther King, retomadas por Obama al inicio de su gestión y por muchos otros que quieren motivar a las masas a seguir sus ideas. El Papa Francisco dirigió una carta esta semana a Berenice, hija del famoso luchador social en la unión americana y que en estos días se celebra como día nacional. Pero no ha sido el único soñador, somos muchos los que soñamos y queremos que sean realidad y no se conviertan en promesas incumplidas o sueños guajiros que de la cabeza no salen.

Tengo un sueño… bueno, varios. Aquí solo les comparto uno. Un México unido. Desde mi infancia itinerante he conocido personas de varias partes de México. Hay estados que aún no conozco (y no por falta de ganas) pero que igual son parte de este gran mosaico “policromático”, “polisonoro”, “polisaboro”, llamado México. Tenemos una gran riqueza cultural antes y después de la llegada de europeos. Cada festival regional sea de danza, o de música, es reflejo de ello. Tanta diversidad a la vez de riqueza, se convierte en una causa de divisiones continuas.

Dividir a la gente entre buenos y malos, entre blancos y morenos, entre ricos y pobres; es tan odioso, como una guerra entre padres e hijos o entre propios hermanos. Aunque varios líderes usen la frase romana “divide y vencerás”, es triste que se use para seguir deteniendo el progreso de un pueblo que ve todo a corto plazo, sea en proyectos de desarrollo, como en planes de reconstrucción social. La pluralidad de partidos y propuestas que veremos en estos meses ¿será una riqueza de propuestas ingeniosas o solo reflejo de luchas internas interminables donde resulta vencedor el más astuto o mordaz?

La unidad tiene que ser un fin y bien común. Saber llegar a acuerdos donde no se cumpla mi entera voluntad, sino el resultado del discernimiento de varias cabezas que aportan el resultado de varias neuronas en función. Entraremos en meses de discursos y discusiones, de fechas postergadas y contiendas a medio entender. Espero que el resultado no sea una “capirotada” insípida, sino el deseo de un pueblo que quiere lo mejor no para el sólo y los de su grupo, sino para todos los que mira a lo largo de un día.

Este mismo deseo de unidad lo quiero entre familias, dentro de la Iglesia. Es un un bien en cada misa se reza por él, y que ahora extiendo a toda mi patria. Anhelo que todos aportemos lo mejor de cada uno. Los mejores ingredientes, las mejores recetas, el mejor instrumento, la mejor melodía. Todo lo mejor de cada mujer y hombre de estas tierras. Tengo este sueño, que cada tres o seis años, parece un eterno recomienzo de buenas intenciones. Esta semana la Iglesia entera reza por la unidad entre cristianos; rezo no solo por esa unidad, sino de todos mis paisanos. Unidad en la verdad. Unidad para lograr la paz y el progreso justo. Estoy despierto, y no quiero dejar de soñar hasta que todo lo que les acabo de escribir se vuelva realidad.