/ sábado 24 de octubre de 2020

Entre Voces | Salud Integral

El 2020 será recordado en la historia, aunque aún no concluya, como un año marcado por el problema de salud mundial. No sólo por los millones de estudiados, contagiados, sospechosos y tristemente millones también de muertos. La crisis sanitaria nos recuerda la vulnerabilidad de la humanidad y cómo puso a prueba los sistemas de salud. No soy quien para calificar a nuestro país, pero creo que una buena nota no tendremos. Los números y el dolor están ahí. La salud, sin embargo, no es sólo física. Se revelaron en el mundo todas las dimensiones del ser humano: físico, psicológico, social y espiritual.

En lo físico las estadísticas dejaron ver la falta de insumos, de camas, ventiladores y médicos jóvenes especializados. Hospitales de guerra en estacionamientos, mostrando cada país su capacidad de respuesta y los fondos destinados para ellos.

Sin ser especialista en psicología, el distanciamiento social tiene sus consecuencias. El famoso (encierro) “lock down” que impulsó la creatividad en las redes sociales y modificó la manera de ver y hacer conciertos; así como “obligó” a las familias a estar más tiempo juntas. Violencia doméstica, depresiones, ansiedades, se dejaron ver ante la incertidumbre del futuro económico y el miedo constante de enfermar, de perder el valioso bien de la salud. En otras palabras, el virus vino a desequilibrar vidas que no estaban en tanta armonía.

En lo social se suspendieron eventos, cerraron lugares de entretenimiento y socialización. La misma escuela instalada en casa se ha visto limitada y poco preparada en la educación a distancia. Hemos tenido que dar saltos tecnológicos en poco tiempo, para poder terminar el ciclo escolar y con la sorpresa de iniciar del mismo modo, pero un poco más hábiles con esas plataformas. Reuniones familiares, eventos sociales, fiestas, tradiciones, muchas cosas se han aplazado o suspendido. Todo esto nos lleva a cuestionarnos ¿Cómo nos deberemos tratar de ahora en adelante? Quizá sin tanta distancia, pero tampoco a empujarnos el pasar por la acera o intentar subir a un medio de transporte.

Un área poco explorada por muchos en este tiempo ha sido la espiritual. La salud, esa armonía de dimensiones necesita de esta fuerza interior. Dios juega un papel importante en los horizontes de la vida. Palabras como muerte y dolor, no bastan libros para explicarlos. Los medios de comunicación ayudaron a participar de alguna manera en las celebraciones religiosas de muchos grupos, pero al final, es la persona la que debe buscar esa armonía con Dios. Para nosotros católicos, la salud es salvación alimentada por la Palabra y los Sacramentos. Cada uno debe buscar cómo estar bien espiritualmente, para que las demás áreas no se vean afectadas. Estas cuatro dimensiones, están llamadas a vivir en paz, ante cualquier crisis, sanitaria o de cualquier tipo. Busquemos en todo la armonía que es una verdadera salud integral.

El 2020 será recordado en la historia, aunque aún no concluya, como un año marcado por el problema de salud mundial. No sólo por los millones de estudiados, contagiados, sospechosos y tristemente millones también de muertos. La crisis sanitaria nos recuerda la vulnerabilidad de la humanidad y cómo puso a prueba los sistemas de salud. No soy quien para calificar a nuestro país, pero creo que una buena nota no tendremos. Los números y el dolor están ahí. La salud, sin embargo, no es sólo física. Se revelaron en el mundo todas las dimensiones del ser humano: físico, psicológico, social y espiritual.

En lo físico las estadísticas dejaron ver la falta de insumos, de camas, ventiladores y médicos jóvenes especializados. Hospitales de guerra en estacionamientos, mostrando cada país su capacidad de respuesta y los fondos destinados para ellos.

Sin ser especialista en psicología, el distanciamiento social tiene sus consecuencias. El famoso (encierro) “lock down” que impulsó la creatividad en las redes sociales y modificó la manera de ver y hacer conciertos; así como “obligó” a las familias a estar más tiempo juntas. Violencia doméstica, depresiones, ansiedades, se dejaron ver ante la incertidumbre del futuro económico y el miedo constante de enfermar, de perder el valioso bien de la salud. En otras palabras, el virus vino a desequilibrar vidas que no estaban en tanta armonía.

En lo social se suspendieron eventos, cerraron lugares de entretenimiento y socialización. La misma escuela instalada en casa se ha visto limitada y poco preparada en la educación a distancia. Hemos tenido que dar saltos tecnológicos en poco tiempo, para poder terminar el ciclo escolar y con la sorpresa de iniciar del mismo modo, pero un poco más hábiles con esas plataformas. Reuniones familiares, eventos sociales, fiestas, tradiciones, muchas cosas se han aplazado o suspendido. Todo esto nos lleva a cuestionarnos ¿Cómo nos deberemos tratar de ahora en adelante? Quizá sin tanta distancia, pero tampoco a empujarnos el pasar por la acera o intentar subir a un medio de transporte.

Un área poco explorada por muchos en este tiempo ha sido la espiritual. La salud, esa armonía de dimensiones necesita de esta fuerza interior. Dios juega un papel importante en los horizontes de la vida. Palabras como muerte y dolor, no bastan libros para explicarlos. Los medios de comunicación ayudaron a participar de alguna manera en las celebraciones religiosas de muchos grupos, pero al final, es la persona la que debe buscar esa armonía con Dios. Para nosotros católicos, la salud es salvación alimentada por la Palabra y los Sacramentos. Cada uno debe buscar cómo estar bien espiritualmente, para que las demás áreas no se vean afectadas. Estas cuatro dimensiones, están llamadas a vivir en paz, ante cualquier crisis, sanitaria o de cualquier tipo. Busquemos en todo la armonía que es una verdadera salud integral.