/ sábado 14 de noviembre de 2020

Entre voces | Rojo egoísta

Desde el mes de junio se anunció en nuestro país la ya conocida semaforización, donde todos los colores son de alerta de contagio, en grado menor (verde) y máximo (rojo). Obviamente, se iniciaría en todos los estados en rojo. Chihuahua estaba en los últimos lugares en saturación hospitalaria, sutuación que duro pocas semanas. Del 18% se fue al 88%, pues mucha gente pensó que pasar al naranja y amarillo sería el camino para la desaparición del virus y el establecimiento de la nueva normalidad. La realidad sería otra: rojo con restricción de horario, una alerta máxima o “super-cierre”.

Reflexionaba este brusco cambio de vida dentro del semáforo y llegué a la conclusión que el rojo es consecuencia de un egoísmo en muchos de nosotros. No sabemos pensar en los demás. Buscamos nuestros intereses a veces atropellando a quien se nos ponga en frente en la autopista de nuestra “santa” voluntad. Queremos hacer lo que nos da la gana. Hasta enojo hay en personas cuando les pides que se pongan el cubre bocas o que guarden la distancia. Con frases parecidas a estas: “A mí no me gusta”, “yo no creo en eso”, “es puro invento del gobierno”, y un etcétera que describe lo poco formados que estamos.

El egocentrismo y la egolatría, es cuando el “yo” está por encima de todo. El Siglo XX con el psicoanálisis y muchas otras escuelas, se puso el super-ego, y hasta el Superman en las portadas de revistas y comics. Estos cultos al espejo, (ahora lo podríamos comparar con la sed de “selfies” o videos realizados en tik tok), ocasionan un gran deterioro y retraso social. Hoy estamos cosechando todo lo sembrado durante esos decenios. Por eso creo que reconocer nuestra falta de responsabilidad para con el prójimo, nos ayudará a tomar un gran aprendizaje de toda esta crisis.

Estoy seguro que saldremos de esta crisis sanitaria. La pregunta será ¿mejores o peores? La respuesta dependerá de cada uno. De nada sirve estarnos lamentando del color que nos indican las autoridades nacionales y estatales, si no estamos dispuestos a empezar a pintar nosotros el color de nuestra propia vida. El antídoto para el “rojo egoísta” es: el policromo del servicio. La solidaridad con todos, llevando lo mejor que tenemos a los demás. Es impostergable empezar a sembrar en nuestros niños y adolescentes actitudes de servicio, de buscar el bien de todos, antes que el propio.

Les comparto solo algunos ejemplos que serían signos de una nueva consciencia comunitaria. En los cumpleaños el niño o niña, darán regalos a todos los que asistan a su fiesta. El pastel lo repartirán ellos, no lo morderá y será el último en servirse hasta que sepa que todos han recibido un pedazo. Será la fiesta de la generosidad de la vida. En una boda, no se buscarán patrocinadores (“pseudo-padrinos”), sino que los nuevos esposos ofrecerán, con sus propios recursos, lo que puedan a sus más cercanos invitados. Será el reflejo de un corazón generoso y no el signo de un rojo egoísta.

Desde el mes de junio se anunció en nuestro país la ya conocida semaforización, donde todos los colores son de alerta de contagio, en grado menor (verde) y máximo (rojo). Obviamente, se iniciaría en todos los estados en rojo. Chihuahua estaba en los últimos lugares en saturación hospitalaria, sutuación que duro pocas semanas. Del 18% se fue al 88%, pues mucha gente pensó que pasar al naranja y amarillo sería el camino para la desaparición del virus y el establecimiento de la nueva normalidad. La realidad sería otra: rojo con restricción de horario, una alerta máxima o “super-cierre”.

Reflexionaba este brusco cambio de vida dentro del semáforo y llegué a la conclusión que el rojo es consecuencia de un egoísmo en muchos de nosotros. No sabemos pensar en los demás. Buscamos nuestros intereses a veces atropellando a quien se nos ponga en frente en la autopista de nuestra “santa” voluntad. Queremos hacer lo que nos da la gana. Hasta enojo hay en personas cuando les pides que se pongan el cubre bocas o que guarden la distancia. Con frases parecidas a estas: “A mí no me gusta”, “yo no creo en eso”, “es puro invento del gobierno”, y un etcétera que describe lo poco formados que estamos.

El egocentrismo y la egolatría, es cuando el “yo” está por encima de todo. El Siglo XX con el psicoanálisis y muchas otras escuelas, se puso el super-ego, y hasta el Superman en las portadas de revistas y comics. Estos cultos al espejo, (ahora lo podríamos comparar con la sed de “selfies” o videos realizados en tik tok), ocasionan un gran deterioro y retraso social. Hoy estamos cosechando todo lo sembrado durante esos decenios. Por eso creo que reconocer nuestra falta de responsabilidad para con el prójimo, nos ayudará a tomar un gran aprendizaje de toda esta crisis.

Estoy seguro que saldremos de esta crisis sanitaria. La pregunta será ¿mejores o peores? La respuesta dependerá de cada uno. De nada sirve estarnos lamentando del color que nos indican las autoridades nacionales y estatales, si no estamos dispuestos a empezar a pintar nosotros el color de nuestra propia vida. El antídoto para el “rojo egoísta” es: el policromo del servicio. La solidaridad con todos, llevando lo mejor que tenemos a los demás. Es impostergable empezar a sembrar en nuestros niños y adolescentes actitudes de servicio, de buscar el bien de todos, antes que el propio.

Les comparto solo algunos ejemplos que serían signos de una nueva consciencia comunitaria. En los cumpleaños el niño o niña, darán regalos a todos los que asistan a su fiesta. El pastel lo repartirán ellos, no lo morderá y será el último en servirse hasta que sepa que todos han recibido un pedazo. Será la fiesta de la generosidad de la vida. En una boda, no se buscarán patrocinadores (“pseudo-padrinos”), sino que los nuevos esposos ofrecerán, con sus propios recursos, lo que puedan a sus más cercanos invitados. Será el reflejo de un corazón generoso y no el signo de un rojo egoísta.