/ sábado 15 de mayo de 2021

Entre Voces | Oliendo el hueso

Hoy quiero hablarles de la importancia que tiene la educación política. Sin querer minimizar el proceso educativo, quiero referirme a los maestros, los alumnos y las enseñanzas.

En tiempos de pandemia y con el cierre de las escuelas esperando con ansias el semáforo verde, es necesario reconocer la inmensa labor que están haciendo los maestros al preparar con mayor creatividad sus clases. Frente a la computadora, aprendiendo nuevos programas, saliendo a repartir fotocopias y recibiendo mensajes con material o preguntas hasta las diez de la noche; siguen llevando hasta donde pueden el sistema educativo en este año, probado y en ocasiones reprobado por la situación emergente que estamos viviendo y para la que no estábamos preparados.

Hace unas décadas, recuerdo que algunos deseaban entrar al magisterio para tener trabajo seguro, vacaciones con sus hijos y una buena pensión. Rara vez escuchaba sentir el llamado a servir a la comunidad formando las nuevas generaciones en los valores cívicos y sociales. Se enfatizaban los beneficios personales y no los comunitarios. Ahora las cosas son distintas. No es tan difícil entrar a las normales al ser menos la demanda y aumenta la incertidumbre de conseguir trabajo (plaza-base) habiendo conseguido un buen desempeño como alumnos. Llueven las peregrinaciones de influencias, buscando acomodarse a base de llamadas a gente influyente para conseguir este preciado beneficio de trabajar como enseñante.

Vayamos ahora a la otra parte. Los millones de destinatarios de la educación básica en nuestro país han visto su escuela reducida a cuatro paredes, delante de una pantalla y sin la alegría del recreo. Ha sido un año por demás difícil y que los padres de familia han tenido que ser los maestros en áreas para las que no estaban preparados. Hijos y padres, han improvisado la escuela hogareña, y la verdad con poco atractivo. Un signo más de lo poco preparados para enfrentar una crisis, y espero que sea motivo de una gran enseñanza para valorar a los maestros, y los mismos alumnos, ser más responsables en sus escuelas, que no es lugar de entretenimiento ni guardería de adolescente, sino centro de enseñanza y formación. La escuela no es un pasatiempo, sino el tiempo dedicado al crecimiento integral como personas y ciudadanos.

Las técnicas y pedagogía serán distintas para transmitir el conocimiento, pero lo importante será siempre el contenido, el mensaje que se quiere heredar. Hace unos años veía un video de TED de Sir Ken Robinson, altamente recomendado, hablando de una crisis educativa. En México, los obispos hablan de una emergencia educativa al invitar a los padres de familia a no dejar al Estado toda la enseñanza respecto a valores sobre todo en la sexualidad, con riesgo a promover ciertas ideologías en nuestros niños. Y una laguna en los programas es la educación política. Cuando les pregunto a los adolescentes y jóvenes, quien quiere ser presidente de la república, o al menos gobernador, nadie quiere ser eso. Muchos piensan y dicen que es una carrera sucia de influencias. La formación política se basa en ser buenos ciudadanos, donde el bien común prevalezca, las políticas públicas traten de solucionar los vacíos que han dejado las leyes en conseguir la estabilidad del tejido social. Ser justos, responsables y honestos, son valores que pedimos de los gobernantes y que necesitamos fomentar desde la infancia. Si hay corrupción en hacer un examen o tarea, en el futuro será ese niño un criminal de calle o cuello blanco. Las cárceles se han vuelto universidades del mal, porque han sabido corromper hasta a sus propios carceleros. Dos signos inmediatos de tratar de ser mejores ciudadanos en política serán: uno, ejercer el voto con libertad sin buscar quedar bien con alguien; dos, conocer a las propuestas de los candidatos revisando si coinciden en gran medida con los valores que tengo. Ser buenos ciudadanos significa promover una sana política que busca servir a la comunidad y no la oportunidad de acomodarme en algo y de estar oliendo el hueso.


Hoy quiero hablarles de la importancia que tiene la educación política. Sin querer minimizar el proceso educativo, quiero referirme a los maestros, los alumnos y las enseñanzas.

En tiempos de pandemia y con el cierre de las escuelas esperando con ansias el semáforo verde, es necesario reconocer la inmensa labor que están haciendo los maestros al preparar con mayor creatividad sus clases. Frente a la computadora, aprendiendo nuevos programas, saliendo a repartir fotocopias y recibiendo mensajes con material o preguntas hasta las diez de la noche; siguen llevando hasta donde pueden el sistema educativo en este año, probado y en ocasiones reprobado por la situación emergente que estamos viviendo y para la que no estábamos preparados.

Hace unas décadas, recuerdo que algunos deseaban entrar al magisterio para tener trabajo seguro, vacaciones con sus hijos y una buena pensión. Rara vez escuchaba sentir el llamado a servir a la comunidad formando las nuevas generaciones en los valores cívicos y sociales. Se enfatizaban los beneficios personales y no los comunitarios. Ahora las cosas son distintas. No es tan difícil entrar a las normales al ser menos la demanda y aumenta la incertidumbre de conseguir trabajo (plaza-base) habiendo conseguido un buen desempeño como alumnos. Llueven las peregrinaciones de influencias, buscando acomodarse a base de llamadas a gente influyente para conseguir este preciado beneficio de trabajar como enseñante.

Vayamos ahora a la otra parte. Los millones de destinatarios de la educación básica en nuestro país han visto su escuela reducida a cuatro paredes, delante de una pantalla y sin la alegría del recreo. Ha sido un año por demás difícil y que los padres de familia han tenido que ser los maestros en áreas para las que no estaban preparados. Hijos y padres, han improvisado la escuela hogareña, y la verdad con poco atractivo. Un signo más de lo poco preparados para enfrentar una crisis, y espero que sea motivo de una gran enseñanza para valorar a los maestros, y los mismos alumnos, ser más responsables en sus escuelas, que no es lugar de entretenimiento ni guardería de adolescente, sino centro de enseñanza y formación. La escuela no es un pasatiempo, sino el tiempo dedicado al crecimiento integral como personas y ciudadanos.

Las técnicas y pedagogía serán distintas para transmitir el conocimiento, pero lo importante será siempre el contenido, el mensaje que se quiere heredar. Hace unos años veía un video de TED de Sir Ken Robinson, altamente recomendado, hablando de una crisis educativa. En México, los obispos hablan de una emergencia educativa al invitar a los padres de familia a no dejar al Estado toda la enseñanza respecto a valores sobre todo en la sexualidad, con riesgo a promover ciertas ideologías en nuestros niños. Y una laguna en los programas es la educación política. Cuando les pregunto a los adolescentes y jóvenes, quien quiere ser presidente de la república, o al menos gobernador, nadie quiere ser eso. Muchos piensan y dicen que es una carrera sucia de influencias. La formación política se basa en ser buenos ciudadanos, donde el bien común prevalezca, las políticas públicas traten de solucionar los vacíos que han dejado las leyes en conseguir la estabilidad del tejido social. Ser justos, responsables y honestos, son valores que pedimos de los gobernantes y que necesitamos fomentar desde la infancia. Si hay corrupción en hacer un examen o tarea, en el futuro será ese niño un criminal de calle o cuello blanco. Las cárceles se han vuelto universidades del mal, porque han sabido corromper hasta a sus propios carceleros. Dos signos inmediatos de tratar de ser mejores ciudadanos en política serán: uno, ejercer el voto con libertad sin buscar quedar bien con alguien; dos, conocer a las propuestas de los candidatos revisando si coinciden en gran medida con los valores que tengo. Ser buenos ciudadanos significa promover una sana política que busca servir a la comunidad y no la oportunidad de acomodarme en algo y de estar oliendo el hueso.