/ sábado 21 de mayo de 2022

Entre voces | No leas ni escribas

Los frenéticos avances en la tecnología han acelerado la vida de todas las personas. Nadie se queda al margen del uso por ejemplo del celular. Los adultos mayores, aun con la dificultad de adaptarse, han tenido que obedecer a sus hijos que para poder cuidarlos, ubicarlos y saludarlos, les han llevado ese aparatito nuevo que parece ser el famoso “chip de la conspiración”. El uso del celular ha traído muchas ventajas, pues muchos trabajan usándolo constantemente para ventas y servicios, hasta el trabajo más sencillo, parece poder aprovecharlo.

Este dispositivo, gracias a la digitalización es teléfono, radio, cámara, máquina de escribir, computadora portátil, televisión, reproductor de música y rastreador. Solo le hace falta calentar agua para un buen café. Tantos usos lo han hecho casi una prótesis del cuerpo, pues hasta los que toman el sol con poca ropa, terminan teniendo en la mano uno de estos “amigos inseparables”. En la mesa, junto al servicio de cubiertos, parece reclamar su lugar el celular para avisar con sus notificaciones y sonidos todo lo que sucede en el ciberespacio.

Hoy quiero referirme al mal uso que se hace del celular en situaciones en que debemos estar muy atentos. Una de esas es al conducir un vehículo. Si el escuchar música a altos decibeles ya debería ser una falta punible, lo es más el leer y escribir textos mientras se conduce.

Observando los cruceros con semáforo, me di cuenta que muchos esperan el rojo para leer y contestar, y parece que ahora si dura muy poco el colorado, y no tarda en pitar el conductor de atrás indicando que hace varios segundos debería haber emprendido la marcha. Y es tal la distracción que puede provocar el celular que puede causar choques y atropellos.

Hace algunos años vi un señalamiento muy curioso en el centro histórico de Estocolmo (GamlaStan), y era un triángulo de bordes rojos y fondo amarillo con una silueta que pedía precaución, porque podría haber gente caminando descuidada, con la mirada y la mente metida en la pantalla. Hoy mismo que estoy escribiendo vi en nuestra ciudad una chica que se pasó la calle sin mirar a los lados y casi la atropellan por estar leyendo y escribiendo seguramente una conversación. Si esto le pasa a los indefensos peatones, ¿qué les espera a los que van con las manos en el volante y la mente en la pantalla?

No se trata de retroceder a las antiguas tecnologías, sino saber utilizar maduramente las nuevas. Que el celular no domine tus sentidos sino que, a través de ellos, puedas navegar en tu realidad. Hay un momento para cada cosa dice el libro del Sirácide. Parafraseando un poco diría que hay un tiempo para manejar, y otro para revisar el celular. Tiempo para descansar de las pantallas y mirar al cielo cuyos atardeceres y lunas grandes parecen ser igual de fugaces.

Tengamos en cuenta que el conducir trae consigo la gran responsabilidad de nuestra vida, la de los tripulantes y de la gente que va delante en vehículos o a pie. No caigamos en la ansiedad pensando que si no contestamos en el momento se perderá la gran oportunidad de nuestra vida, sino seamos conscientes que por una imprudencia podríamos acabar con nuestra vida ocasionando un fatal accidente. Seguramente todos dirán que están de acuerdo con estas afirmaciones, pero, ¿será posible llevarlo a la práctica? Eso depende de ti. Lee libros, escribe cartas y poemas. Cuando conduzcas un vehículo por favor no leas ni escribas.


Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social

Los frenéticos avances en la tecnología han acelerado la vida de todas las personas. Nadie se queda al margen del uso por ejemplo del celular. Los adultos mayores, aun con la dificultad de adaptarse, han tenido que obedecer a sus hijos que para poder cuidarlos, ubicarlos y saludarlos, les han llevado ese aparatito nuevo que parece ser el famoso “chip de la conspiración”. El uso del celular ha traído muchas ventajas, pues muchos trabajan usándolo constantemente para ventas y servicios, hasta el trabajo más sencillo, parece poder aprovecharlo.

Este dispositivo, gracias a la digitalización es teléfono, radio, cámara, máquina de escribir, computadora portátil, televisión, reproductor de música y rastreador. Solo le hace falta calentar agua para un buen café. Tantos usos lo han hecho casi una prótesis del cuerpo, pues hasta los que toman el sol con poca ropa, terminan teniendo en la mano uno de estos “amigos inseparables”. En la mesa, junto al servicio de cubiertos, parece reclamar su lugar el celular para avisar con sus notificaciones y sonidos todo lo que sucede en el ciberespacio.

Hoy quiero referirme al mal uso que se hace del celular en situaciones en que debemos estar muy atentos. Una de esas es al conducir un vehículo. Si el escuchar música a altos decibeles ya debería ser una falta punible, lo es más el leer y escribir textos mientras se conduce.

Observando los cruceros con semáforo, me di cuenta que muchos esperan el rojo para leer y contestar, y parece que ahora si dura muy poco el colorado, y no tarda en pitar el conductor de atrás indicando que hace varios segundos debería haber emprendido la marcha. Y es tal la distracción que puede provocar el celular que puede causar choques y atropellos.

Hace algunos años vi un señalamiento muy curioso en el centro histórico de Estocolmo (GamlaStan), y era un triángulo de bordes rojos y fondo amarillo con una silueta que pedía precaución, porque podría haber gente caminando descuidada, con la mirada y la mente metida en la pantalla. Hoy mismo que estoy escribiendo vi en nuestra ciudad una chica que se pasó la calle sin mirar a los lados y casi la atropellan por estar leyendo y escribiendo seguramente una conversación. Si esto le pasa a los indefensos peatones, ¿qué les espera a los que van con las manos en el volante y la mente en la pantalla?

No se trata de retroceder a las antiguas tecnologías, sino saber utilizar maduramente las nuevas. Que el celular no domine tus sentidos sino que, a través de ellos, puedas navegar en tu realidad. Hay un momento para cada cosa dice el libro del Sirácide. Parafraseando un poco diría que hay un tiempo para manejar, y otro para revisar el celular. Tiempo para descansar de las pantallas y mirar al cielo cuyos atardeceres y lunas grandes parecen ser igual de fugaces.

Tengamos en cuenta que el conducir trae consigo la gran responsabilidad de nuestra vida, la de los tripulantes y de la gente que va delante en vehículos o a pie. No caigamos en la ansiedad pensando que si no contestamos en el momento se perderá la gran oportunidad de nuestra vida, sino seamos conscientes que por una imprudencia podríamos acabar con nuestra vida ocasionando un fatal accidente. Seguramente todos dirán que están de acuerdo con estas afirmaciones, pero, ¿será posible llevarlo a la práctica? Eso depende de ti. Lee libros, escribe cartas y poemas. Cuando conduzcas un vehículo por favor no leas ni escribas.


Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social