/ sábado 12 de marzo de 2022

Entre voces | Naves, tanques y tractores

Siguen los días de guerra en Ucrania. El miedo al Goliat Ruso que sigue avanzando y el pueblo civil armado por los europeos deseosos de ser el nuevo David. La petición de enviar aviones para contrarrestar el ataque no es aprobada para no escalar el conflicto a dimensiones multinacionales y desatarse una guerra con mayores proporciones. Y mientras los gobiernos hacen sus cálculos de escritorio, la gente caminando en las calles, dejando atrás en ruinas sus casas y trabajos, desplazados a tierras desconocidas a tratar de recomenzar una nueva vida. Inician en refugios, albergues y donde les ofrezcan techo y comida.

Mientras ellos sufren, en Florida y otras costas Estadunidenses siguen mandando naves al espacio. Satélites de comunicaciones y muchos artefactos más con tecnologías de punta. El ser humano parece estar venciendo las enormes distancias espaciales y cada vez se siente más cerca de la Luna y de Marte. No cabe duda que siempre hay gente atrevida y el conocimiento científico da pasos agigantados, demostrando la gran capacidad de la humanidad para reinventarse y superar muchos límites. Volando lejos a otros planetas, sin saber resolver conflictos al interno del nuestro. Ya me estoy imaginando las primeras trifulcas en la Luna y entre los primeros colonos en Marte.

La tecnología va siempre delante con intereses bélicos. Internet nació así. Primero se comunicaban las bases militares entre sus computadoras en una gran red, para ser avisados de posibles bombardeos y poder espiar los movimientos del enemigo. Lo que vemos, no es todos lo que esconden los gobiernos bajo la manga. En las calles de Ucrania en vez de ver un carrito ofreciendo helados a los niños en el parque, vemos tanques de guerra con tecnología de punta que parece nada detenerlos, ni siquiera un anciano en su carro, quien es arrollado por el soldado lleno de poder metálico.

Invadir otro país con sus tanques, como presumiendo el carro nuevo el hijo rico en la colonia de los pobres. Esas nuevas armaduras construidas con impuestos de ciudadanos rusos para demostrar que no quieren nada con la OTAN, y que promueven los recelos internos en una sociedad seguramente dividida. El pleito sigue, y no parece terminar. Las negociaciones van lentas, mientras la comida y el agua se vuelven más valiosas mientras pasan las horas.

¿Y los tractores? No veo en la televisión dónde están esas máquinas de acero que ayudan a que haya más comida. Me imagino que este año tendrán vacaciones. Aun no llega la primavera y el sol que caliente esas tierras para echar la semilla y empiece el hermoso ciclo de la vida. Un país en ruinas sin saber su destino. Millones de dólares por la destrucción. Cientos de miles desplazados y la tierra más que flores, hoy está llena de escombros.

Hoy en mi oración matutina tomé mi libro por excelencia, la Biblia. Abrí el capítulo 2 de Isaías y me consolaron estas palabras: “Al final de los tiempos, la montaña sobre la que está el templo del Señor se afirmará en la cumbre de las montañas, y se elevará por encima de las colinas. El Señor juzgará entre las naciones, será el árbitro de pueblos numerosos; con sus espadas forjarán arados, y con sus lanzas, tijeras de podar. Ninguna nación alzará la espada contra otra, ni se ejercitará más para la guerra”. Sigo rezando con la esperanza en una humanidad que sabe construir naves, tanques de agua y lo mejor: tractores.


Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social

Siguen los días de guerra en Ucrania. El miedo al Goliat Ruso que sigue avanzando y el pueblo civil armado por los europeos deseosos de ser el nuevo David. La petición de enviar aviones para contrarrestar el ataque no es aprobada para no escalar el conflicto a dimensiones multinacionales y desatarse una guerra con mayores proporciones. Y mientras los gobiernos hacen sus cálculos de escritorio, la gente caminando en las calles, dejando atrás en ruinas sus casas y trabajos, desplazados a tierras desconocidas a tratar de recomenzar una nueva vida. Inician en refugios, albergues y donde les ofrezcan techo y comida.

Mientras ellos sufren, en Florida y otras costas Estadunidenses siguen mandando naves al espacio. Satélites de comunicaciones y muchos artefactos más con tecnologías de punta. El ser humano parece estar venciendo las enormes distancias espaciales y cada vez se siente más cerca de la Luna y de Marte. No cabe duda que siempre hay gente atrevida y el conocimiento científico da pasos agigantados, demostrando la gran capacidad de la humanidad para reinventarse y superar muchos límites. Volando lejos a otros planetas, sin saber resolver conflictos al interno del nuestro. Ya me estoy imaginando las primeras trifulcas en la Luna y entre los primeros colonos en Marte.

La tecnología va siempre delante con intereses bélicos. Internet nació así. Primero se comunicaban las bases militares entre sus computadoras en una gran red, para ser avisados de posibles bombardeos y poder espiar los movimientos del enemigo. Lo que vemos, no es todos lo que esconden los gobiernos bajo la manga. En las calles de Ucrania en vez de ver un carrito ofreciendo helados a los niños en el parque, vemos tanques de guerra con tecnología de punta que parece nada detenerlos, ni siquiera un anciano en su carro, quien es arrollado por el soldado lleno de poder metálico.

Invadir otro país con sus tanques, como presumiendo el carro nuevo el hijo rico en la colonia de los pobres. Esas nuevas armaduras construidas con impuestos de ciudadanos rusos para demostrar que no quieren nada con la OTAN, y que promueven los recelos internos en una sociedad seguramente dividida. El pleito sigue, y no parece terminar. Las negociaciones van lentas, mientras la comida y el agua se vuelven más valiosas mientras pasan las horas.

¿Y los tractores? No veo en la televisión dónde están esas máquinas de acero que ayudan a que haya más comida. Me imagino que este año tendrán vacaciones. Aun no llega la primavera y el sol que caliente esas tierras para echar la semilla y empiece el hermoso ciclo de la vida. Un país en ruinas sin saber su destino. Millones de dólares por la destrucción. Cientos de miles desplazados y la tierra más que flores, hoy está llena de escombros.

Hoy en mi oración matutina tomé mi libro por excelencia, la Biblia. Abrí el capítulo 2 de Isaías y me consolaron estas palabras: “Al final de los tiempos, la montaña sobre la que está el templo del Señor se afirmará en la cumbre de las montañas, y se elevará por encima de las colinas. El Señor juzgará entre las naciones, será el árbitro de pueblos numerosos; con sus espadas forjarán arados, y con sus lanzas, tijeras de podar. Ninguna nación alzará la espada contra otra, ni se ejercitará más para la guerra”. Sigo rezando con la esperanza en una humanidad que sabe construir naves, tanques de agua y lo mejor: tractores.


Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social