/ sábado 13 de agosto de 2022

Entre Voces | Más vale antes

En una clase de la universidad Gregoriana en Roma, un profesor esloveno nos preguntaba en una clase: ¿cuál creen que sea la mayor aportación de los romanos a la humanidad? Y empezó la lluvia de ideas y todos tenían la suya. La estrategia militar, su fuerza bélica, el arte, el latín, etc. El profesor sonreía y nos dijo al final… el drenaje (cloacas). Nadie quería manchar su idea con semejante comparación, pero de ahí partió una de las clases que más me gustaron en los tres años de estudio.

La frase: “todos los caminos conducen a Roma”, se la ganaron a pulso, pues fueron los que mejor planearon vías de acceso para poder dominar un vasto territorio en occidente y parte del medio oriente. Los caminos servían para traer cosas y llevar soldados. Facilitó el dominio y el comercio. Así que las vías de comunicación fueron punto clave en su desarrollo como imperio. Dentro de la urbe, de casi dos millones de habitantes, una locura para su tiempo, requería tener una buena infraestructura en el tratamiento de los desechos orgánicos. El agua nunca les faltó, pero tenían que hacer no solo acueductos para dirigirla y llevarlas a termas y casas, sino para sanear la ciudad y evitar pestes y apestosas situaciones, que provocarían enfermedades y bajas en los pobladores, comerciantes, artesanos y soldados.

Hay un paseo turístico poco frecuentado pero muy interesante. Confieso que yo no lo hice, y me limité a ver videos en YouTube, para complementar mi formación. Me admiré como en esa época los mejores ingenieros organizaron los ductos para lograr mover tantos desechos, en poco tiempo y largas distancias. Dos mil años después y con muchos avances en la tecnología miremos a tierras parralenses.

Hace unos días dando un recorrido por las nuevas avenidas en torno a los jales y llegando a un mirador, platicaba con unos amigos sobre cómo era el río Parral en mi niñez, sus olores y lo diferente que luce ahora con el empedrado. Sé que van dos grandes líneas de drenaje, y que van a dar a la nunca arrancada planta de tratamiento pasando la vía corta. La colonia Fortuna desafortunadamente tan lejos del río, recibió una obra emergente para poner un drenaje que no llega al conector general y tira sus aguas negras en el río, allá donde solo Santa Rosa los huele.

Las nuevas colonias parecen estar un poco mejor planeadas, pero creo que sigue siendo insuficiente e ignoro si realmente haya un plan serio y maduro de desarrollo urbano, o todo sea en base a conseguir permisos para poder hacer casas y conseguir venderlas con créditos de Infonavit o del Issste. Veo cómo se construyen casas y se pavimentan calles, y en poco tiempo se vuelven a abrir zanjas, o recomponer lo que no se planeó bien. Termina parchado lo que era nuevo en poco tiempo y todo por no planear bien.

Ante estas situaciones que, seguramente usted como lector tendrá otras tantas anécdotas y ejemplos, parece que somos esclavos de una mal entendida espontaneidad. Nos lanzamos sin pensar, sin consultar, sin mirar más allá de nuestra nariz. Por resolver lo inmediato, no preparamos bien el siguiente momento. El que construye sobre arena, se le cae la casa. Es mejor construir sobre roca, aunque sea más duro emparejar y preparar todo. Esto que pasa en las calles, en las casas, lo aplico a nuestro proyecto de vida. Prevenir y hacer bien las cosas no cabe duda que más vale antes.


Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social

En una clase de la universidad Gregoriana en Roma, un profesor esloveno nos preguntaba en una clase: ¿cuál creen que sea la mayor aportación de los romanos a la humanidad? Y empezó la lluvia de ideas y todos tenían la suya. La estrategia militar, su fuerza bélica, el arte, el latín, etc. El profesor sonreía y nos dijo al final… el drenaje (cloacas). Nadie quería manchar su idea con semejante comparación, pero de ahí partió una de las clases que más me gustaron en los tres años de estudio.

La frase: “todos los caminos conducen a Roma”, se la ganaron a pulso, pues fueron los que mejor planearon vías de acceso para poder dominar un vasto territorio en occidente y parte del medio oriente. Los caminos servían para traer cosas y llevar soldados. Facilitó el dominio y el comercio. Así que las vías de comunicación fueron punto clave en su desarrollo como imperio. Dentro de la urbe, de casi dos millones de habitantes, una locura para su tiempo, requería tener una buena infraestructura en el tratamiento de los desechos orgánicos. El agua nunca les faltó, pero tenían que hacer no solo acueductos para dirigirla y llevarlas a termas y casas, sino para sanear la ciudad y evitar pestes y apestosas situaciones, que provocarían enfermedades y bajas en los pobladores, comerciantes, artesanos y soldados.

Hay un paseo turístico poco frecuentado pero muy interesante. Confieso que yo no lo hice, y me limité a ver videos en YouTube, para complementar mi formación. Me admiré como en esa época los mejores ingenieros organizaron los ductos para lograr mover tantos desechos, en poco tiempo y largas distancias. Dos mil años después y con muchos avances en la tecnología miremos a tierras parralenses.

Hace unos días dando un recorrido por las nuevas avenidas en torno a los jales y llegando a un mirador, platicaba con unos amigos sobre cómo era el río Parral en mi niñez, sus olores y lo diferente que luce ahora con el empedrado. Sé que van dos grandes líneas de drenaje, y que van a dar a la nunca arrancada planta de tratamiento pasando la vía corta. La colonia Fortuna desafortunadamente tan lejos del río, recibió una obra emergente para poner un drenaje que no llega al conector general y tira sus aguas negras en el río, allá donde solo Santa Rosa los huele.

Las nuevas colonias parecen estar un poco mejor planeadas, pero creo que sigue siendo insuficiente e ignoro si realmente haya un plan serio y maduro de desarrollo urbano, o todo sea en base a conseguir permisos para poder hacer casas y conseguir venderlas con créditos de Infonavit o del Issste. Veo cómo se construyen casas y se pavimentan calles, y en poco tiempo se vuelven a abrir zanjas, o recomponer lo que no se planeó bien. Termina parchado lo que era nuevo en poco tiempo y todo por no planear bien.

Ante estas situaciones que, seguramente usted como lector tendrá otras tantas anécdotas y ejemplos, parece que somos esclavos de una mal entendida espontaneidad. Nos lanzamos sin pensar, sin consultar, sin mirar más allá de nuestra nariz. Por resolver lo inmediato, no preparamos bien el siguiente momento. El que construye sobre arena, se le cae la casa. Es mejor construir sobre roca, aunque sea más duro emparejar y preparar todo. Esto que pasa en las calles, en las casas, lo aplico a nuestro proyecto de vida. Prevenir y hacer bien las cosas no cabe duda que más vale antes.


Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social