/ sábado 16 de octubre de 2021

Entre voces | Luz verde calamar

Hace unos días en este mismo medio informativo leía una nota sobre la tendencia mundial que era la serie de “El Juego del Calamar”, una serie Coreana en la plataforma muy conocida de videos y películas. Al escribir sobre ella no quiero promocionarla, aunque sé que será inevitable que al leer el presente artículo entrará la curiosidad de saber de qué trata así como a mí.

Sin hacer “spoliers” (diciendo de que trata cada episodio), quisiera hacer una crítica que ya desde los primeros dos capítulos se deja entrever. Se trata de una serie basada en juegos de niños, pero llenos de violencia. Son 456 jugadores, que al matar a los que pierden, se va aumentando el dinero para el que sobre viva. Aunque tratan de presentar que libremente los jugadores eligen entrar al juego, dentro son unos prisioneros no solo para ser espectáculos de otros, sino prisioneros de sus ambiciones y codicias.

Reflejan además un mundo sin opciones, que preferían morir en el intento de hacerse ricos, que resolver sus problemas originados por apuestas y malas decisiones. Este vacío de oportunidades, es muy sintomático en el sistema económico y político actual. Solo pocos triunfan, y la mayoría pareciera ser digno de ser eliminado al no cumplir con las expectativas.

Además toca el tema democrático, donde por votación pueden suspender el juego, pero no dejar que exista. La mayoría regresa a sus antiguas ambiciones, pensando que con un poco de suerte, sus problemas se acabarán obteniendo muchos millones a cambio. La vida, sin embargo, no es un juego, es cosa seria. La vida propia y la de los demás. La de los jóvenes que tienen un mundo por delante que parece que no saben aprovechar o son explotados por otros magnates, y los ancianos que trabajan toda la vida, a costa de sacrificar la propia por el bien de sus hijos.

¿Recomiendo verla? Sería una pregunta inmediata. Mi respuesta es sí, pero con ojo crítico, del reflejo de sociedad que ahí se plantea. No trata solo la situación de Corea, sino de un mundo global y materializado. Por la violencia recomendaría que los niños pequeños no la vieran, y que si la ven sea en familia, y hagan sus comentarios críticos y positivos, no quedándose pasivos, como si fuéramos inoculados con ideas que esa serie, sino críticos de un mensaje subyacente.

En el fondo, una pregunta fundamental sería ¿Cuánto vale la vida? ¿La pondrías en juego, en riesgo, con tal de ganar? Recuerdo las palabras de Jesús que dice: “¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo?”. Hay mejores maneras de invertir el tiempo y la vida. Cada uno tiene el llamado de hacer fructificar los dones recibidos sin compararse con estereotipos actuales. Dicen que las chicas coreanas protagonistas de la serie están siendo un boom en la moda mundial. El valor de la verdad, la honestidad y el trabajo, parecen ser eclipsados por una manera rápida de ganar dinero. Lo que no cuesta, decía una persona mayor, no se valora.

El objetivo del juego, no termina siendo el ganar dinero, sino la oportunidad de eliminar a todos y ser el ganador. El poder parece tener más sabor, que una suma grande de dinero. Así que para darle sentido a nuestra vida digamos: tenemos luz verde calamar.

Pbro. Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en Comunicación Social

Hace unos días en este mismo medio informativo leía una nota sobre la tendencia mundial que era la serie de “El Juego del Calamar”, una serie Coreana en la plataforma muy conocida de videos y películas. Al escribir sobre ella no quiero promocionarla, aunque sé que será inevitable que al leer el presente artículo entrará la curiosidad de saber de qué trata así como a mí.

Sin hacer “spoliers” (diciendo de que trata cada episodio), quisiera hacer una crítica que ya desde los primeros dos capítulos se deja entrever. Se trata de una serie basada en juegos de niños, pero llenos de violencia. Son 456 jugadores, que al matar a los que pierden, se va aumentando el dinero para el que sobre viva. Aunque tratan de presentar que libremente los jugadores eligen entrar al juego, dentro son unos prisioneros no solo para ser espectáculos de otros, sino prisioneros de sus ambiciones y codicias.

Reflejan además un mundo sin opciones, que preferían morir en el intento de hacerse ricos, que resolver sus problemas originados por apuestas y malas decisiones. Este vacío de oportunidades, es muy sintomático en el sistema económico y político actual. Solo pocos triunfan, y la mayoría pareciera ser digno de ser eliminado al no cumplir con las expectativas.

Además toca el tema democrático, donde por votación pueden suspender el juego, pero no dejar que exista. La mayoría regresa a sus antiguas ambiciones, pensando que con un poco de suerte, sus problemas se acabarán obteniendo muchos millones a cambio. La vida, sin embargo, no es un juego, es cosa seria. La vida propia y la de los demás. La de los jóvenes que tienen un mundo por delante que parece que no saben aprovechar o son explotados por otros magnates, y los ancianos que trabajan toda la vida, a costa de sacrificar la propia por el bien de sus hijos.

¿Recomiendo verla? Sería una pregunta inmediata. Mi respuesta es sí, pero con ojo crítico, del reflejo de sociedad que ahí se plantea. No trata solo la situación de Corea, sino de un mundo global y materializado. Por la violencia recomendaría que los niños pequeños no la vieran, y que si la ven sea en familia, y hagan sus comentarios críticos y positivos, no quedándose pasivos, como si fuéramos inoculados con ideas que esa serie, sino críticos de un mensaje subyacente.

En el fondo, una pregunta fundamental sería ¿Cuánto vale la vida? ¿La pondrías en juego, en riesgo, con tal de ganar? Recuerdo las palabras de Jesús que dice: “¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo?”. Hay mejores maneras de invertir el tiempo y la vida. Cada uno tiene el llamado de hacer fructificar los dones recibidos sin compararse con estereotipos actuales. Dicen que las chicas coreanas protagonistas de la serie están siendo un boom en la moda mundial. El valor de la verdad, la honestidad y el trabajo, parecen ser eclipsados por una manera rápida de ganar dinero. Lo que no cuesta, decía una persona mayor, no se valora.

El objetivo del juego, no termina siendo el ganar dinero, sino la oportunidad de eliminar a todos y ser el ganador. El poder parece tener más sabor, que una suma grande de dinero. Así que para darle sentido a nuestra vida digamos: tenemos luz verde calamar.

Pbro. Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en Comunicación Social