/ sábado 3 de abril de 2021

Entre Voces | La última palabra

El día de hoy sábado coincide este año con el sábado santo. Muchos lo llaman a veces sábado de gloria, pero en el sábado de aquel año al inicio de nuestra era, no pasó nada. Jesús murió el viernes y fue sepultado, así que este día es una jornada de silencio. No hay ninguna celebración litúrgica, hasta la noche, para celebrar la Vigilia Pascual. Esa noche santa fue cunado Jesús resucitó de entre los muertos.

Si nos quedamos solo viendo lo terrible que fue aquel viernes, podríamos decir que el mal se ensañó con Jesús, por llamarse Hijo de Dios. Muchos tiranos en la antigüedad, reyes y emperadores de Roma o Egipto, se autoproclamaban dioses o semidioses. Jesús fue condenado a muerte por blasfemo, según las leyes judías. En un juicio por la noche del jueves, fue capturado en el huerto, buscado como si fuera un bandido, cuando lo que hacía era enseñar en el templo o en las afueras de los pueblos con toda libertad. Eran horas de tinieblas, el que es la Verdad y la Libertad, fue aprehendida, le pusieron grilletes y cadenas, iniciaba el juicio injusto de un inocente.

Por más que buscaban argumentos, trayendo testigos falsos, como suele pasar en estos juicios mezquinos, sacando sus palabras de todo contexto y manipulando frases, como construyendo su propia verdad a conveniencia, fue condenado por el Sanedrín, por las autoridades religiosas de ese año. Y aún más. No buscaban la corrección del hermano (pues según ellos estaba equivocado), sino su muerte. Sedientos de sangre y violencia, buscaron cómplices para su crimen, las autoridades romanas.

Horas de injusticia, como suele pasar en tantos tribunales, y fiscalías actuales. Luego de las palabras, vinieron los golpes, los latigazos, la corona… la cruz. Ante los judíos juzgado por blasfemo, ante los romanos por sedición al reconocer que era rey. El Hijo, el Rey, condenado por decir la verdad. Así son muchos juicios, donde se advierte querer llegar al resultado fatal o vengativo, sin escuchar realmente los argumentos.

Aunque todo huele a injusticia, pecado y muerte, se convirtió en un signo de entrega, de amor oblativo. Jesús había dicho “perdonen, amen a sus enemigos”; por eso nos dio vivo ejemplo al perdonar a sus propios verdugos disculpando su acción ante su Padre “Perdónalos, no saben lo que hacen”. En vez de reclamos o insultos, salen de su boca palabras de misericordia, incluso al ladrón que le imploraba al menos un recuerdo de él, le ofreció entrar al paraíso. ¡Qué grandeza! ¡qué testimonio! Incluso en el mismo suplicio.

Ese viernes de dolor, día en que se dio muerte al que es la Vida, parece que el mundo y la muerte tenían todo el poder, y la última palabra. Pareciera que el malvado ha tenido éxito y prosperidad. Su triunfo como dicen los libros sapienciales es aparente. Después de todos estos acontecimientos, Dios volvió a hablar y lanza un grito desde el Sepulcro vacío. ¡Ha vencido el Cordero! ¡Ha resucitado el Señor! Jesús ha vencido al mal y al pecado. Con su Sangre nos ha salvado, nos ha redimido. Cristo ha resucitado. La muerte no tiene la última Palabra. Felices Pascuas de Resurrección.

El día de hoy sábado coincide este año con el sábado santo. Muchos lo llaman a veces sábado de gloria, pero en el sábado de aquel año al inicio de nuestra era, no pasó nada. Jesús murió el viernes y fue sepultado, así que este día es una jornada de silencio. No hay ninguna celebración litúrgica, hasta la noche, para celebrar la Vigilia Pascual. Esa noche santa fue cunado Jesús resucitó de entre los muertos.

Si nos quedamos solo viendo lo terrible que fue aquel viernes, podríamos decir que el mal se ensañó con Jesús, por llamarse Hijo de Dios. Muchos tiranos en la antigüedad, reyes y emperadores de Roma o Egipto, se autoproclamaban dioses o semidioses. Jesús fue condenado a muerte por blasfemo, según las leyes judías. En un juicio por la noche del jueves, fue capturado en el huerto, buscado como si fuera un bandido, cuando lo que hacía era enseñar en el templo o en las afueras de los pueblos con toda libertad. Eran horas de tinieblas, el que es la Verdad y la Libertad, fue aprehendida, le pusieron grilletes y cadenas, iniciaba el juicio injusto de un inocente.

Por más que buscaban argumentos, trayendo testigos falsos, como suele pasar en estos juicios mezquinos, sacando sus palabras de todo contexto y manipulando frases, como construyendo su propia verdad a conveniencia, fue condenado por el Sanedrín, por las autoridades religiosas de ese año. Y aún más. No buscaban la corrección del hermano (pues según ellos estaba equivocado), sino su muerte. Sedientos de sangre y violencia, buscaron cómplices para su crimen, las autoridades romanas.

Horas de injusticia, como suele pasar en tantos tribunales, y fiscalías actuales. Luego de las palabras, vinieron los golpes, los latigazos, la corona… la cruz. Ante los judíos juzgado por blasfemo, ante los romanos por sedición al reconocer que era rey. El Hijo, el Rey, condenado por decir la verdad. Así son muchos juicios, donde se advierte querer llegar al resultado fatal o vengativo, sin escuchar realmente los argumentos.

Aunque todo huele a injusticia, pecado y muerte, se convirtió en un signo de entrega, de amor oblativo. Jesús había dicho “perdonen, amen a sus enemigos”; por eso nos dio vivo ejemplo al perdonar a sus propios verdugos disculpando su acción ante su Padre “Perdónalos, no saben lo que hacen”. En vez de reclamos o insultos, salen de su boca palabras de misericordia, incluso al ladrón que le imploraba al menos un recuerdo de él, le ofreció entrar al paraíso. ¡Qué grandeza! ¡qué testimonio! Incluso en el mismo suplicio.

Ese viernes de dolor, día en que se dio muerte al que es la Vida, parece que el mundo y la muerte tenían todo el poder, y la última palabra. Pareciera que el malvado ha tenido éxito y prosperidad. Su triunfo como dicen los libros sapienciales es aparente. Después de todos estos acontecimientos, Dios volvió a hablar y lanza un grito desde el Sepulcro vacío. ¡Ha vencido el Cordero! ¡Ha resucitado el Señor! Jesús ha vencido al mal y al pecado. Con su Sangre nos ha salvado, nos ha redimido. Cristo ha resucitado. La muerte no tiene la última Palabra. Felices Pascuas de Resurrección.