/ sábado 18 de septiembre de 2021

Entre voces | Hijas sin madre

El día 8 de septiembre en que la Iglesia católica celebra el nacimiento de una gran mujer, María, la Madre de Jesús; la Conferencia Episcopal Mexicana emitió un comunicado en su página oficial sobre la resolución de la Suprema Corte de Justicia sobre un asunto en Coahuila que trataba la despenalización del aborto en ciertas circunstancias. No fue una despenalización del aborto nacional, pero si algo que motiva nuestra reflexión sobre ser promotores de la vida digna para la mujer. El documento dice en sus primeros párrafos: “Con dolor y consternación, consideramos que es imprescindible que todos los actores sociales –fuera de un clima de polarización ideológica y sin apegos a posiciones políticas– nos involucremos en una nueva y profunda reflexión que nos permita encontrar un camino común de solución a un problema multidimensional y multifactorial como el que nos ocupa”. Así que la reflexión va más allá de simples memes mandados por celular, o críticas ligeras que poco ayudan a la defensa de la mujer y sus valores.

Quisiera partir del fundamento científico que desde la concepción de un ser humano está ahí toda la información genética que solo necesita tiempo y cuidado para nacer en los siguientes 9 meses. Uno ser humano de nuestra especie, de nuestra misma naturaleza humana. Este principio es antidiscriminación. Es decir, no estoy hablando de su género, de su lugar de nacimiento, color de piel, ingresos o cultura. Simplemente empieza a existir como persona en el vientre de una mujer (o en laboratorios pero teniendo su origen en un hombre y una mujer responsables de sus células sexuales).

Pongamos el caso para llegar al punto que quiero tratar hoy de una joven adolescente que después de un baile, con el tipo que bailó, al calor de las copas que le ofrecieron siendo menor de edad, desobedeciendo a sus padres en la hora de llegada (si es que la tenía), se embarazan y conciben en el vientre de ella una bebé. Los cromosomas XX ya han definido que será una mujer. Esta situación créanme no es ninguna ficción, sino que parece ser la confidencia de una adolescente o su madre, que después de un mes se dan cuenta de lo ocurrido después de aquella fiesta.

Dos mujeres unidas una decidió ir al baile, la pequeña se dedica a crecer y multiplicar sus células porque es lo que le toca en esa etapa realizar. La mayor, la madre adolescente se enfrenta a la familia, a la sociedad y a las leyes. Su preparatoria y carrera, su ida al extranjero, su futuro de éxito se ve en riesgo para aquella personita que a las cuantas semanas empieza a hacer ruido con el latido de su corazón. Ahí entra la posibilidad y oferta de abortar. Si el principio es libertad para decidir por la vida de otro, qué nos diferencia de un sicario. Parece que aquí una mujer puede acabar con otra simplemente tomando una decisión. Claro, las circunstancias darán gradualidad a la pena merecida por el mal hecho, pero no podremos “hacernos de la vista gorda” y dejar de llamar a las cosas por su nombre. La solución nos toca a todos, acompañar y ayudar a los adolescentes a no verse en estas circunstancias.

El documento de los obispos habla de ser un problema multifactorial, y no podrá tener una respuesta rápida ni sencilla. Aunque los medios y algunos líderes manejan los casos de violación, la verdad es que este tipo de resoluciones jurídicas quieren aplicarse en lo general, perdiendo el aspecto de las situaciones particulares. Los mismos obispos afirman que “la cárcel no es una solución a la problemática de la mujer que aborta y más bien puede ocasionar su re-victimización”. Es necesario ayudar a que las madres amen y defiendan la vida de sus hijos. Debemos defender los derechos de ambas, de la madre y de su hija en el vientre materno. En ese momento tan sagrado del inicio de la vida, el inocente no-nacido es tan vulnerable, que toca a su madre los primeros cuidados. No caigamos en tendencias de muerte y ser testigos de tantos y tantas bebés inocentes que parecen ser hijas sin madre.

Pbro. Lic. Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en Comunicación Social

El día 8 de septiembre en que la Iglesia católica celebra el nacimiento de una gran mujer, María, la Madre de Jesús; la Conferencia Episcopal Mexicana emitió un comunicado en su página oficial sobre la resolución de la Suprema Corte de Justicia sobre un asunto en Coahuila que trataba la despenalización del aborto en ciertas circunstancias. No fue una despenalización del aborto nacional, pero si algo que motiva nuestra reflexión sobre ser promotores de la vida digna para la mujer. El documento dice en sus primeros párrafos: “Con dolor y consternación, consideramos que es imprescindible que todos los actores sociales –fuera de un clima de polarización ideológica y sin apegos a posiciones políticas– nos involucremos en una nueva y profunda reflexión que nos permita encontrar un camino común de solución a un problema multidimensional y multifactorial como el que nos ocupa”. Así que la reflexión va más allá de simples memes mandados por celular, o críticas ligeras que poco ayudan a la defensa de la mujer y sus valores.

Quisiera partir del fundamento científico que desde la concepción de un ser humano está ahí toda la información genética que solo necesita tiempo y cuidado para nacer en los siguientes 9 meses. Uno ser humano de nuestra especie, de nuestra misma naturaleza humana. Este principio es antidiscriminación. Es decir, no estoy hablando de su género, de su lugar de nacimiento, color de piel, ingresos o cultura. Simplemente empieza a existir como persona en el vientre de una mujer (o en laboratorios pero teniendo su origen en un hombre y una mujer responsables de sus células sexuales).

Pongamos el caso para llegar al punto que quiero tratar hoy de una joven adolescente que después de un baile, con el tipo que bailó, al calor de las copas que le ofrecieron siendo menor de edad, desobedeciendo a sus padres en la hora de llegada (si es que la tenía), se embarazan y conciben en el vientre de ella una bebé. Los cromosomas XX ya han definido que será una mujer. Esta situación créanme no es ninguna ficción, sino que parece ser la confidencia de una adolescente o su madre, que después de un mes se dan cuenta de lo ocurrido después de aquella fiesta.

Dos mujeres unidas una decidió ir al baile, la pequeña se dedica a crecer y multiplicar sus células porque es lo que le toca en esa etapa realizar. La mayor, la madre adolescente se enfrenta a la familia, a la sociedad y a las leyes. Su preparatoria y carrera, su ida al extranjero, su futuro de éxito se ve en riesgo para aquella personita que a las cuantas semanas empieza a hacer ruido con el latido de su corazón. Ahí entra la posibilidad y oferta de abortar. Si el principio es libertad para decidir por la vida de otro, qué nos diferencia de un sicario. Parece que aquí una mujer puede acabar con otra simplemente tomando una decisión. Claro, las circunstancias darán gradualidad a la pena merecida por el mal hecho, pero no podremos “hacernos de la vista gorda” y dejar de llamar a las cosas por su nombre. La solución nos toca a todos, acompañar y ayudar a los adolescentes a no verse en estas circunstancias.

El documento de los obispos habla de ser un problema multifactorial, y no podrá tener una respuesta rápida ni sencilla. Aunque los medios y algunos líderes manejan los casos de violación, la verdad es que este tipo de resoluciones jurídicas quieren aplicarse en lo general, perdiendo el aspecto de las situaciones particulares. Los mismos obispos afirman que “la cárcel no es una solución a la problemática de la mujer que aborta y más bien puede ocasionar su re-victimización”. Es necesario ayudar a que las madres amen y defiendan la vida de sus hijos. Debemos defender los derechos de ambas, de la madre y de su hija en el vientre materno. En ese momento tan sagrado del inicio de la vida, el inocente no-nacido es tan vulnerable, que toca a su madre los primeros cuidados. No caigamos en tendencias de muerte y ser testigos de tantos y tantas bebés inocentes que parecen ser hijas sin madre.

Pbro. Lic. Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en Comunicación Social