/ sábado 5 de diciembre de 2020

Entre voces | Habitando el tiempo

Los filósofos antiguos definieron el tiempo como la medida del movimiento. Tal principio da origen a los relojes solares en todas las culturas hasta los ahora poco usados relojes de pulso con manecillas. Hay muchas maneras de tratar esta categoría, que Aristóteles trataba como uno de los elementos principales en cada ser existente. Se habla del tiempo cronológico (marcado universalmente entre nosotros por años, horas, minutos y segundos, etc.), el tiempo psicológico, manifestado en expresiones como: “¡Qué rápido crecieron mis hijos! ¡Parece que fue ayer que nos vimos! ¡Qué rápido se pasó este año! ¡Este día se me ha hecho larguísimo! Este es una medida subjetiva a la que le agregamos muchos adjetivos. También existe el tiempo de Dios, que aparece en la Biblia como el Kairós. El tiempo favorable, el tiempo de la salvación, tiempo de Dios.

El Papa Francisco en su primera exhortación apostólica llamada la Alegría del Evangelio, retoma algunas frases del pensador Romano Guardini, para dejarnos una enseñanza actual, diciendo que el tiempo es mayor que el espacio. Lo hace para enfatizar la necesidad de procesos y evitar querer adueñarnos de espacios no solo físicos, sino también de poder, cargos, etc. Así da una mayor relevancia al tiempo.

Entremos más de lleno en el tiempo actual. El siglo pasado estuvo marcado por un gran avance tecnológico y económico, que alcanzó dimensiones globales. Apareció el tiempo libre de las personas que solo trabajaban 8 horas, 5 días, y además con goce de vacaciones e incapacidades por enfermedad. Cada día resulta ofrecernos días para el ocio y el entretenimiento. Sin embargo, también podemos constatar en las últimas décadas una prisa cada vez más pronunciada. Todo se quiere hacer rápido, se maneja velozmente para llegar antes y luego perder tiempo. Los niños esperan el recreo y a veces no saben ni qué jugar, sino meterse sin regaños del maestro en el celular. Hay actualmente inseguridad en cómo usar o mejor dicho, vivir nuestro tiempo.

La pandemia actual, ha recluido a muchos en trabajo desde casa, clases desde sala, tiempo frente a la computadora o televisor; y no se diga junto a la casi prótesis del celular. Pero, ¿sabes vivir nuestro tiempo? ¿Somos capaces de contemplar que todo tiene un ritmo? ¿Qué hay un tiempo para cada cosa? ¿Tiempo de reír y tiempo de llorar? Creo que esta crisis sanitaria nos cuestiona en saber administrar mejor nuestro tiempo como un recurso no renovable. Pues no regresa atrás. No tendrás jamás la misma edad, la misma oportunidad de estar con tu niño, con tu bebé pues crecerán. Estos meses estás aquí, pero el próximo año te irás lejos. Hoy vives sano, quizá mañana no.

Mi gran modelo de vida, Jesucristo me enseñó que a cada día le sobra su propio afán. Y no para lanzarme a lo espontáneo o improvisarlo todo, sino para vivir intensamente el momento, dentro de mis planes tan modificables. Saber vivir mi kairós, dentro de una historia donde no todo depende de mí, y su Divina Providencia me acompaña. Esa es mi manera de habitar mi tiempo. Saber que todas mis actividades tienen un propósito, pero que el fruto o resultado no dependen de mí. No mido mi vida por efectividad o número, sino por la felicidad que me brinda cada acción que realizo por pequeña que sea. Una sonrisa, una mirada tierna, recoger un papel en la calle, mandar un mensaje a quien hace mucho no lo hacía, orar, reír, estudiar, soñar… tanto que puedo hacer para habitar lleno de felicidad mi tiempo.

Los filósofos antiguos definieron el tiempo como la medida del movimiento. Tal principio da origen a los relojes solares en todas las culturas hasta los ahora poco usados relojes de pulso con manecillas. Hay muchas maneras de tratar esta categoría, que Aristóteles trataba como uno de los elementos principales en cada ser existente. Se habla del tiempo cronológico (marcado universalmente entre nosotros por años, horas, minutos y segundos, etc.), el tiempo psicológico, manifestado en expresiones como: “¡Qué rápido crecieron mis hijos! ¡Parece que fue ayer que nos vimos! ¡Qué rápido se pasó este año! ¡Este día se me ha hecho larguísimo! Este es una medida subjetiva a la que le agregamos muchos adjetivos. También existe el tiempo de Dios, que aparece en la Biblia como el Kairós. El tiempo favorable, el tiempo de la salvación, tiempo de Dios.

El Papa Francisco en su primera exhortación apostólica llamada la Alegría del Evangelio, retoma algunas frases del pensador Romano Guardini, para dejarnos una enseñanza actual, diciendo que el tiempo es mayor que el espacio. Lo hace para enfatizar la necesidad de procesos y evitar querer adueñarnos de espacios no solo físicos, sino también de poder, cargos, etc. Así da una mayor relevancia al tiempo.

Entremos más de lleno en el tiempo actual. El siglo pasado estuvo marcado por un gran avance tecnológico y económico, que alcanzó dimensiones globales. Apareció el tiempo libre de las personas que solo trabajaban 8 horas, 5 días, y además con goce de vacaciones e incapacidades por enfermedad. Cada día resulta ofrecernos días para el ocio y el entretenimiento. Sin embargo, también podemos constatar en las últimas décadas una prisa cada vez más pronunciada. Todo se quiere hacer rápido, se maneja velozmente para llegar antes y luego perder tiempo. Los niños esperan el recreo y a veces no saben ni qué jugar, sino meterse sin regaños del maestro en el celular. Hay actualmente inseguridad en cómo usar o mejor dicho, vivir nuestro tiempo.

La pandemia actual, ha recluido a muchos en trabajo desde casa, clases desde sala, tiempo frente a la computadora o televisor; y no se diga junto a la casi prótesis del celular. Pero, ¿sabes vivir nuestro tiempo? ¿Somos capaces de contemplar que todo tiene un ritmo? ¿Qué hay un tiempo para cada cosa? ¿Tiempo de reír y tiempo de llorar? Creo que esta crisis sanitaria nos cuestiona en saber administrar mejor nuestro tiempo como un recurso no renovable. Pues no regresa atrás. No tendrás jamás la misma edad, la misma oportunidad de estar con tu niño, con tu bebé pues crecerán. Estos meses estás aquí, pero el próximo año te irás lejos. Hoy vives sano, quizá mañana no.

Mi gran modelo de vida, Jesucristo me enseñó que a cada día le sobra su propio afán. Y no para lanzarme a lo espontáneo o improvisarlo todo, sino para vivir intensamente el momento, dentro de mis planes tan modificables. Saber vivir mi kairós, dentro de una historia donde no todo depende de mí, y su Divina Providencia me acompaña. Esa es mi manera de habitar mi tiempo. Saber que todas mis actividades tienen un propósito, pero que el fruto o resultado no dependen de mí. No mido mi vida por efectividad o número, sino por la felicidad que me brinda cada acción que realizo por pequeña que sea. Una sonrisa, una mirada tierna, recoger un papel en la calle, mandar un mensaje a quien hace mucho no lo hacía, orar, reír, estudiar, soñar… tanto que puedo hacer para habitar lleno de felicidad mi tiempo.