/ sábado 22 de enero de 2022

Entre voces | Dulces sueños

La vida moderna, con tanta tecnología y nuevas actividades, incluso la pandemia con el tan mentado “homeoffice” (trabajo desde casa), ha alterado lo que pudiéramos llamar una vida más natural. Quizá se pueda interpretar como una nostalgia de lo antiguo, o querer que el mundo gire menos rápido, pero no, te invito a mirar algo tan sencillo como es el dormir, después de un día de actividades.

Muchos psicólogos insisten en la alteración actual del ciclo actividad-sueño. Algunos estudios revisan lo conveniente que es la “siesta” para recuperar un poco las horas perdidas por las noches, y lo necesarias que son para la eficiencia en el trabajo. Sin entrar en detalles técnicos y estudios laboriosos, todos coinciden en una cierta “alteración”. Aquí solo describiré tres causas que lo han alterado y al final compartiré un consejo de índole más natural que científica.

El uso de pantallas todo el día y para rematar en las noches, mantienen al cerebro con un constante bombardeo de luz, letras, ventanas, programas, apps, sonidos y cosas por interpretar. Tener el celular en el buró (muchos argumentan que es necesario por una emergencia), tener televisión en el cuarto (para dormirme viendo una película aburrida) y una computadora para ponerme a trabajar o jugar según sea la edad. Estos aparatos, metidos como intrusos en el área de descanso, hacen todo menos ayudarnos a descansar. Por eso es necesario educarnos en el recto uso, y darle tiempo y lugar a cada cosa.

La luz eléctrica, luces led ahorradoras y focos por todas partes. El cerebro ya no distingue si es de día o es de noche, porque con solo encender el apagador empieza el show de colores y formas, sean blancas que cálidas, compiten y vencen a la luna que ella misma tiene varias fases para reflejar al sol. Sé que no podemos volver a las velas, pero bajar intensidad de estímulos durante la noche, será bueno.

Por último, la dieta. A los mexicanos nos critican mucho que tenemos todavía un régimen alimenticio de campesinos, y que lo seguimos llevando en la ciudad. Alimentamos los músculos para un arduo trabajo físico que ya no hacemos, y dejamos de lado lo sano y necesario para los órganos más delicados, entre ellos el cerebro y los riñones. Las cenas más ligeras, y mejor balanceadas, deberán ser suficientes, antes de irnos a buscar ese elixir regenerativo llamado sueño.

A todo esto ¿Qué podemos hacer? ¿Tenemos que renunciar a los avances tecnológicos e irnos a nuestra casa de campo (que pocos tienen)? Decía un sacerdote de padre ucraniano, que vivió muchos años en Guadalajara: “ayudemos al cerebro a oler la noche”. Al terminar nuestras actividades del día, cenando ligero no tan tarde, salgamos a la banqueta, demos vuelta a la cuadra y dejemos que el cerebro registre que el sol se fue a iluminar otras latitudes. Se acerca el fin de la actividad, pongamos luz tenue en los pasillos, y hagamos callar a los aparatos que todo el día nos acompañaron, para que también duerman y dejen dormir.

El alto consumo de sustancias somníferas, antidepresivos, y cosas por el estilo, están provocando una dependencia cada vez más severa. El sistema inmunológico, y todo nuestro organismo necesita descontar esas horas al mundo del progreso para dedicarlas a la auto-regeneración celular. Jesús dijo una frase que bien podríamos aplicar para este asunto. Dios hizo el sábado para el hombre, y no el hombre para el sábado. El descanso es algo indispensable, aprendamos a descansar y después de un largo trajín durante el día, busquemos con gran celo llegar a tener, por bien propio y ajeno, unos dulces sueños.


Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social

La vida moderna, con tanta tecnología y nuevas actividades, incluso la pandemia con el tan mentado “homeoffice” (trabajo desde casa), ha alterado lo que pudiéramos llamar una vida más natural. Quizá se pueda interpretar como una nostalgia de lo antiguo, o querer que el mundo gire menos rápido, pero no, te invito a mirar algo tan sencillo como es el dormir, después de un día de actividades.

Muchos psicólogos insisten en la alteración actual del ciclo actividad-sueño. Algunos estudios revisan lo conveniente que es la “siesta” para recuperar un poco las horas perdidas por las noches, y lo necesarias que son para la eficiencia en el trabajo. Sin entrar en detalles técnicos y estudios laboriosos, todos coinciden en una cierta “alteración”. Aquí solo describiré tres causas que lo han alterado y al final compartiré un consejo de índole más natural que científica.

El uso de pantallas todo el día y para rematar en las noches, mantienen al cerebro con un constante bombardeo de luz, letras, ventanas, programas, apps, sonidos y cosas por interpretar. Tener el celular en el buró (muchos argumentan que es necesario por una emergencia), tener televisión en el cuarto (para dormirme viendo una película aburrida) y una computadora para ponerme a trabajar o jugar según sea la edad. Estos aparatos, metidos como intrusos en el área de descanso, hacen todo menos ayudarnos a descansar. Por eso es necesario educarnos en el recto uso, y darle tiempo y lugar a cada cosa.

La luz eléctrica, luces led ahorradoras y focos por todas partes. El cerebro ya no distingue si es de día o es de noche, porque con solo encender el apagador empieza el show de colores y formas, sean blancas que cálidas, compiten y vencen a la luna que ella misma tiene varias fases para reflejar al sol. Sé que no podemos volver a las velas, pero bajar intensidad de estímulos durante la noche, será bueno.

Por último, la dieta. A los mexicanos nos critican mucho que tenemos todavía un régimen alimenticio de campesinos, y que lo seguimos llevando en la ciudad. Alimentamos los músculos para un arduo trabajo físico que ya no hacemos, y dejamos de lado lo sano y necesario para los órganos más delicados, entre ellos el cerebro y los riñones. Las cenas más ligeras, y mejor balanceadas, deberán ser suficientes, antes de irnos a buscar ese elixir regenerativo llamado sueño.

A todo esto ¿Qué podemos hacer? ¿Tenemos que renunciar a los avances tecnológicos e irnos a nuestra casa de campo (que pocos tienen)? Decía un sacerdote de padre ucraniano, que vivió muchos años en Guadalajara: “ayudemos al cerebro a oler la noche”. Al terminar nuestras actividades del día, cenando ligero no tan tarde, salgamos a la banqueta, demos vuelta a la cuadra y dejemos que el cerebro registre que el sol se fue a iluminar otras latitudes. Se acerca el fin de la actividad, pongamos luz tenue en los pasillos, y hagamos callar a los aparatos que todo el día nos acompañaron, para que también duerman y dejen dormir.

El alto consumo de sustancias somníferas, antidepresivos, y cosas por el estilo, están provocando una dependencia cada vez más severa. El sistema inmunológico, y todo nuestro organismo necesita descontar esas horas al mundo del progreso para dedicarlas a la auto-regeneración celular. Jesús dijo una frase que bien podríamos aplicar para este asunto. Dios hizo el sábado para el hombre, y no el hombre para el sábado. El descanso es algo indispensable, aprendamos a descansar y después de un largo trajín durante el día, busquemos con gran celo llegar a tener, por bien propio y ajeno, unos dulces sueños.


Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social