/ sábado 9 de octubre de 2021

Entre voces | Así lo hago mejor

Cada mañana después de rezar tengo una costumbre, revisar las noticias internacionales y locales. Con mucha frecuencia lo malo siempre parece tener más lugar en diarios y páginas de internet, dejando poco espacio para contagiarnos de cosas buenas al iniciar el día. En el ámbito local me topo con accidentes, choques, salidas del camino, lastimados y tristemente personas fallecidas. Busco ciertamente conocer sus nombres, esperando no conocerlos, pero, aun así, ya solo el hecho de saber lo ocurrido me causa por un lado compasión y por otro un gran enojo.

Hay sufrimientos en la vida que debemos aprender a soportar, porque no somos la causa de ellos, al menos conscientemente. Hay otros que los provocamos nosotros mismos. Quiero aludir a uno, sin querer lastimar a nadie que haya perdido un ser querido de esta manera, yo mismo me cuento entre aquellos que han sufrido una pérdida por ello. ¿A qué me refiero? A los accidentes provocados por los que conducen después de haber tomado más de dos copas, vasos, botellas, lo que sea… con alcohol. La ley es clara y nos dice que no debemos hacerlo, pero para variar parece que esa ley puede ser interpretada arbitrariamente por cualquiera.

Al respecto he tenido la oportunidad de vivir en un país donde las personas, educadas desde pequeñas, saben que el volante y el alcohol no combinan. Por eso, si deciden tomar con sus amigos, usan la bicicleta para volver a su casa para reducir el riesgo (para otros) o mejor llaman a un taxi que los lleve a la dirección que dice su credencial de identidad. Hace años hubo un programa que se llamaba el “conductor designado”, elegido entre los amigos de fiesta para que no tomara nada y los llevara sanos y salvos a todos. Regularmente era el dueño del carro, lo que hacía que la mayoría no quería llevar su propio coche a las fiestas… Sabía decisión ¿no creen? Ciertamente la decisión final y responsabilidad será de la persona que trae las llaves y a quien se le permite conducir. La cosa se agrava cuando son menores de edad y con menos pericia los que conducen, ese sería otro tema de reflexión.

Siguiendo en la línea de los conductores etílicos, quiero referirme a una costumbre muy norteña y con sabor a “primer mundo” el invento de los “drive-in”. Te invitan a que tomes en tu carro, estacionado en ciertos límites del negocio. Me imagino que te llevan las bebidas a tu lugar, pagas y disfrutas de la música interior a tu vehículo o de la ambiental compartida con toda la ciudad a altos decibeles. Todo con “permiso de la autoridad”. Me pregunto ¿Sólo se tomarán dos? ¿Irán con el grado de alcohol límite permitido? Si un agente de tránsito se pusiera en la salida a revisar, así como lo hacemos ahora en la pandemia con la temperatura en las entradas, usando el alcoholímetro con los choferes ¿qué resultaría? ¿Menos clientes? ¿Menos ventas? ¿Más en barandilla? ¿Trabajo para taxistas? ¿Seguridad en las calles?

Sea en las casas, calles o este tipo de lugares, lo peligroso es que alguien que no está en sus cinco sentidos, esté al frente de un vehículo que, aún a poca velocidad, se convierte en arma para acabar con su propia vida, la de sus tripulantes o de inocentes que pasan por el camino a pie o en otro vehículo. La verdad me da coraje pensarlo y lo peor, verlo tan seguido. Ojalá que tomemos más conciencia todos. Y que de manera especial los jóvenes que miran las noticias o que han perdido un ser querido por ello, sea para ellos una gran enseñanza de vida. Del dolor se aprende mucho. No digan, como una vez escuché a un señor decir, yo borracho se conducir, es más así lo hago mejor.


Pbro. Lic. Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social.



Cada mañana después de rezar tengo una costumbre, revisar las noticias internacionales y locales. Con mucha frecuencia lo malo siempre parece tener más lugar en diarios y páginas de internet, dejando poco espacio para contagiarnos de cosas buenas al iniciar el día. En el ámbito local me topo con accidentes, choques, salidas del camino, lastimados y tristemente personas fallecidas. Busco ciertamente conocer sus nombres, esperando no conocerlos, pero, aun así, ya solo el hecho de saber lo ocurrido me causa por un lado compasión y por otro un gran enojo.

Hay sufrimientos en la vida que debemos aprender a soportar, porque no somos la causa de ellos, al menos conscientemente. Hay otros que los provocamos nosotros mismos. Quiero aludir a uno, sin querer lastimar a nadie que haya perdido un ser querido de esta manera, yo mismo me cuento entre aquellos que han sufrido una pérdida por ello. ¿A qué me refiero? A los accidentes provocados por los que conducen después de haber tomado más de dos copas, vasos, botellas, lo que sea… con alcohol. La ley es clara y nos dice que no debemos hacerlo, pero para variar parece que esa ley puede ser interpretada arbitrariamente por cualquiera.

Al respecto he tenido la oportunidad de vivir en un país donde las personas, educadas desde pequeñas, saben que el volante y el alcohol no combinan. Por eso, si deciden tomar con sus amigos, usan la bicicleta para volver a su casa para reducir el riesgo (para otros) o mejor llaman a un taxi que los lleve a la dirección que dice su credencial de identidad. Hace años hubo un programa que se llamaba el “conductor designado”, elegido entre los amigos de fiesta para que no tomara nada y los llevara sanos y salvos a todos. Regularmente era el dueño del carro, lo que hacía que la mayoría no quería llevar su propio coche a las fiestas… Sabía decisión ¿no creen? Ciertamente la decisión final y responsabilidad será de la persona que trae las llaves y a quien se le permite conducir. La cosa se agrava cuando son menores de edad y con menos pericia los que conducen, ese sería otro tema de reflexión.

Siguiendo en la línea de los conductores etílicos, quiero referirme a una costumbre muy norteña y con sabor a “primer mundo” el invento de los “drive-in”. Te invitan a que tomes en tu carro, estacionado en ciertos límites del negocio. Me imagino que te llevan las bebidas a tu lugar, pagas y disfrutas de la música interior a tu vehículo o de la ambiental compartida con toda la ciudad a altos decibeles. Todo con “permiso de la autoridad”. Me pregunto ¿Sólo se tomarán dos? ¿Irán con el grado de alcohol límite permitido? Si un agente de tránsito se pusiera en la salida a revisar, así como lo hacemos ahora en la pandemia con la temperatura en las entradas, usando el alcoholímetro con los choferes ¿qué resultaría? ¿Menos clientes? ¿Menos ventas? ¿Más en barandilla? ¿Trabajo para taxistas? ¿Seguridad en las calles?

Sea en las casas, calles o este tipo de lugares, lo peligroso es que alguien que no está en sus cinco sentidos, esté al frente de un vehículo que, aún a poca velocidad, se convierte en arma para acabar con su propia vida, la de sus tripulantes o de inocentes que pasan por el camino a pie o en otro vehículo. La verdad me da coraje pensarlo y lo peor, verlo tan seguido. Ojalá que tomemos más conciencia todos. Y que de manera especial los jóvenes que miran las noticias o que han perdido un ser querido por ello, sea para ellos una gran enseñanza de vida. Del dolor se aprende mucho. No digan, como una vez escuché a un señor decir, yo borracho se conducir, es más así lo hago mejor.


Pbro. Lic. Leonel Larios Medina | Sacerdote católico y licenciado en comunicación social.