/ sábado 20 de febrero de 2021

Entre Voces | Apagados

En mi niñez recuerdo los apagones en la temporada de lluvias, motivo para salir a la banqueta y hablar de aparecidos. Prender el “quinqué”, la veladora y resistir hasta el amanecer para ir al baño y no tener que atravesar un pasillo oscuro. En fin, eran otros tiempos. Hace unos meses comentando en una sobremesa recordaba esto y lo poco frecuentes que eran los cortes de electricidad a no ser por “exceso” de pago. De nuevo nos sorprendió la realidad.

Muchos desconocemos todo el proceso desde la generación de la electricidad hasta nuestro tomacorriente para recargar el celular. Solo nos concretamos a ver números en medidores, recibos y estados de cuenta. Nos olvidamos que tanto la electricidad como cada verdura o fruta consumida, lleva toda una cadena de personas y actividades que solo al cortarse extrañamos su ausencia.

Los apagones de esta semana cuestionaron para muchos “lo difícil” y arcaica que puede ser la vida sin ella. El primer susto fue no haber cargado el celular por la noche, el no poder usar el internet o el micro; y para algunas regiones que se prolongó por más de un día, el drama de no poder ver la televisión, el tiempo acostumbrado por la pandemia. Pensaban: “Sin electricidad no podemos vivir”.

Las máquinas de vapor, la electricidad, Internet, son descubrimientos tecnológicos que han marcado una revolución en la manera de vivir de las personas. Han cambiado nuestras actividades, pero no nos regresan al estado de la ignorancia, bueno, al menos a muchos. Quizá no tenemos una mejor infraestructura para prever fuertes nevadas, huracanes, terremotos, en fin, fenómenos naturales que reclaman lo indomable que suele ser la tierra ante el abuso constante de los humanos.

No hay día en que surja el tema de la necesidad de mirar a las energías verdes, de aprovechar el sol candente y prolongado de Chihuahua. Tema poco desarrollado por políticas públicas, y menos federales que se afanan por abrir dos y mil bocas, confiando en el petróleo, en vez de mirar hacia lo limpio. Miran más al suelo que al cielo. Y ya desde ahí, creo el error sigue prolongándose.

Promover energías sustentables, y su tecnología más accesible, es una tarea que se prolonga cada día más como la fecha de vacunarnos; pero no debemos quitar el dedo del renglón pidiendo a los candidatos que no sean solo promesas de merolicos, en vez de verdaderos planes de desarrollo. Sería un buen examen para ellos, pensar como impulsar energías ecológicas, amigables con el medio ambiente.

No todo les toca a los líderes políticos, sino que es responsabilidad de los ciudadanos. Yo me preguntaba estos días, en vez de quejarme de lo caro de la gasolina, ¿estoy dispuesto a andar en bicicleta o caminar más? ¿Procuro reciclar mi basura y generar menos? ¿Soy más sano al comer? ¿Cuántas plantas o árboles riego cada día para agradecer su oxígeno? ¿Cuido el agua?... En fin… creo que lo que se nos ha apagado mucho es el interés por cuidar nuestra Casa Común, la creación. Seguimos como depredadores del medio ambiente, ignorando técnicas de cultivo en el hogar y queriendo solo comer verde y prender focos pagando tarifas más caras por ello.

Deseo prenderme de nuevo, no ser apático a lo que sí puedo hacer todos los días y revisando muy bien las iniciativas sociales y políticas a las que pueda contribuir para vivir con una energía que sea amigable, fruto del entendimiento y esfuerzo de humanos, y no a expensas de los gritos de una naturaleza que no tolera a seres humanos… apagados.

En mi niñez recuerdo los apagones en la temporada de lluvias, motivo para salir a la banqueta y hablar de aparecidos. Prender el “quinqué”, la veladora y resistir hasta el amanecer para ir al baño y no tener que atravesar un pasillo oscuro. En fin, eran otros tiempos. Hace unos meses comentando en una sobremesa recordaba esto y lo poco frecuentes que eran los cortes de electricidad a no ser por “exceso” de pago. De nuevo nos sorprendió la realidad.

Muchos desconocemos todo el proceso desde la generación de la electricidad hasta nuestro tomacorriente para recargar el celular. Solo nos concretamos a ver números en medidores, recibos y estados de cuenta. Nos olvidamos que tanto la electricidad como cada verdura o fruta consumida, lleva toda una cadena de personas y actividades que solo al cortarse extrañamos su ausencia.

Los apagones de esta semana cuestionaron para muchos “lo difícil” y arcaica que puede ser la vida sin ella. El primer susto fue no haber cargado el celular por la noche, el no poder usar el internet o el micro; y para algunas regiones que se prolongó por más de un día, el drama de no poder ver la televisión, el tiempo acostumbrado por la pandemia. Pensaban: “Sin electricidad no podemos vivir”.

Las máquinas de vapor, la electricidad, Internet, son descubrimientos tecnológicos que han marcado una revolución en la manera de vivir de las personas. Han cambiado nuestras actividades, pero no nos regresan al estado de la ignorancia, bueno, al menos a muchos. Quizá no tenemos una mejor infraestructura para prever fuertes nevadas, huracanes, terremotos, en fin, fenómenos naturales que reclaman lo indomable que suele ser la tierra ante el abuso constante de los humanos.

No hay día en que surja el tema de la necesidad de mirar a las energías verdes, de aprovechar el sol candente y prolongado de Chihuahua. Tema poco desarrollado por políticas públicas, y menos federales que se afanan por abrir dos y mil bocas, confiando en el petróleo, en vez de mirar hacia lo limpio. Miran más al suelo que al cielo. Y ya desde ahí, creo el error sigue prolongándose.

Promover energías sustentables, y su tecnología más accesible, es una tarea que se prolonga cada día más como la fecha de vacunarnos; pero no debemos quitar el dedo del renglón pidiendo a los candidatos que no sean solo promesas de merolicos, en vez de verdaderos planes de desarrollo. Sería un buen examen para ellos, pensar como impulsar energías ecológicas, amigables con el medio ambiente.

No todo les toca a los líderes políticos, sino que es responsabilidad de los ciudadanos. Yo me preguntaba estos días, en vez de quejarme de lo caro de la gasolina, ¿estoy dispuesto a andar en bicicleta o caminar más? ¿Procuro reciclar mi basura y generar menos? ¿Soy más sano al comer? ¿Cuántas plantas o árboles riego cada día para agradecer su oxígeno? ¿Cuido el agua?... En fin… creo que lo que se nos ha apagado mucho es el interés por cuidar nuestra Casa Común, la creación. Seguimos como depredadores del medio ambiente, ignorando técnicas de cultivo en el hogar y queriendo solo comer verde y prender focos pagando tarifas más caras por ello.

Deseo prenderme de nuevo, no ser apático a lo que sí puedo hacer todos los días y revisando muy bien las iniciativas sociales y políticas a las que pueda contribuir para vivir con una energía que sea amigable, fruto del entendimiento y esfuerzo de humanos, y no a expensas de los gritos de una naturaleza que no tolera a seres humanos… apagados.