/ sábado 21 de noviembre de 2020

Entre voces | Acá entre nos

El mundo de los video juegos ha crecido exponencialmente desde su aparición. Los que son de los ´70s quizá recuerden uno llamado Telepón (privilegio de algunos), en los ‘80s muchos conocimos el Atari y Nintendo. Con la llegada del internet, su crecimiento y desarrollo ha sido inimaginable.

Soy consciente que la mayoría de nuestros lectores son mayores de 30 años y quizá esto les resulte familiar y a los adolescentes de hoy solo historia. Quiero traer a su consideración tres juegos actuales (de entre muchos) famosos entre los adolescentes y jóvenes con quienes he trabajado durante muchos años. No para darles publicidad, sino de manera especial para que los padres de familia se enteren del mundo en el que viven sus hijos metidos en la pantalla de un celular o computadora.

Minecraft (constructores de un mundo virtual), Fortnite (con personajes guerreros que adquieren armaduras y hasta las pueden comprar en línea y sobre todo “Among Us” (traducido entre nosotros) en el que quiero detenerme de manera particular. Si quieren saber que son estos juegos, escriban estos nombres en google o Youtube, y les aparecerán millones de videos en el mundo.

Hace unos meses les pregunté a algunos chicos y chicas, qué jugaban ahora durante la pandemia, y me dijeron que Among us, que era muy divertido y entretenido. Es un video juego que se juega en línea, por internet. No soy un experto en él, ni he tenido tiempo para jugarlo, pero me llama la atención algunas de sus características y posibles consecuencias en la mente y corazón de nuestros chicos. Se trata de un juego multijugador online en el que pueden participar de 4 a 10 personas, y donde una o dos de ellas (dependiendo del número de participantes) son asignadas como enemigos que deben matar a los demás sin que el resto sepa de quién se trata. Por lo tanto, unos tienen que intentar no ser descubiertos y los demás tienen que intentar descubrirlos. Esto es lo básico. Pero, ¿qué genera este entretenimiento? Promueve el hacer el mal (matar), haciendo a los chicos unos expertos para buscar no ser descubiertos (con sus mentiras).

De violencia y mentiras, México ya tiene bastante. Es por eso que no auguro que esta semilla sembrada en el corazón de nuestros chicos vaya a dar buenos frutos. Si yo les digo esto a ellos, dirán que es inofensivo, que es solo para entretenerse… Pero, ¿qué les deja? ¿qué les enseña? Con estas pocas líneas, quisiera despertar en los padres de familia y maestros, la inquietud de conocer lo que juegan sus hijos y alumnos. La pandemia les está dando mucho tiempo para estar en el celular y la computadora, pero no solo estudian ahí, hay todo un mundo, donde poco a poco se llena su corazón y su mente de contenidos como violencia, corrupción, mentira… y de todo ello sentirse orgullosos de no ser descubiertos del mal que hace a escondidas.

Seguramente la prohibición tajante, logrará que lo sigan jugando a escondidas (de eso se van haciendo expertos), pero si nosotros les preguntamos sobre lo que les deja en su corazón, y aprovechamos para preguntarles cómo se juega, con quienes juegan, y al final, qué consiguen; lograremos un diálogo con ellos en el lugar digital que ellos dominan, y como adultos ejerceremos la autoridad ética que nos corresponde. Les dejo esa invitación acá entre nos.


El mundo de los video juegos ha crecido exponencialmente desde su aparición. Los que son de los ´70s quizá recuerden uno llamado Telepón (privilegio de algunos), en los ‘80s muchos conocimos el Atari y Nintendo. Con la llegada del internet, su crecimiento y desarrollo ha sido inimaginable.

Soy consciente que la mayoría de nuestros lectores son mayores de 30 años y quizá esto les resulte familiar y a los adolescentes de hoy solo historia. Quiero traer a su consideración tres juegos actuales (de entre muchos) famosos entre los adolescentes y jóvenes con quienes he trabajado durante muchos años. No para darles publicidad, sino de manera especial para que los padres de familia se enteren del mundo en el que viven sus hijos metidos en la pantalla de un celular o computadora.

Minecraft (constructores de un mundo virtual), Fortnite (con personajes guerreros que adquieren armaduras y hasta las pueden comprar en línea y sobre todo “Among Us” (traducido entre nosotros) en el que quiero detenerme de manera particular. Si quieren saber que son estos juegos, escriban estos nombres en google o Youtube, y les aparecerán millones de videos en el mundo.

Hace unos meses les pregunté a algunos chicos y chicas, qué jugaban ahora durante la pandemia, y me dijeron que Among us, que era muy divertido y entretenido. Es un video juego que se juega en línea, por internet. No soy un experto en él, ni he tenido tiempo para jugarlo, pero me llama la atención algunas de sus características y posibles consecuencias en la mente y corazón de nuestros chicos. Se trata de un juego multijugador online en el que pueden participar de 4 a 10 personas, y donde una o dos de ellas (dependiendo del número de participantes) son asignadas como enemigos que deben matar a los demás sin que el resto sepa de quién se trata. Por lo tanto, unos tienen que intentar no ser descubiertos y los demás tienen que intentar descubrirlos. Esto es lo básico. Pero, ¿qué genera este entretenimiento? Promueve el hacer el mal (matar), haciendo a los chicos unos expertos para buscar no ser descubiertos (con sus mentiras).

De violencia y mentiras, México ya tiene bastante. Es por eso que no auguro que esta semilla sembrada en el corazón de nuestros chicos vaya a dar buenos frutos. Si yo les digo esto a ellos, dirán que es inofensivo, que es solo para entretenerse… Pero, ¿qué les deja? ¿qué les enseña? Con estas pocas líneas, quisiera despertar en los padres de familia y maestros, la inquietud de conocer lo que juegan sus hijos y alumnos. La pandemia les está dando mucho tiempo para estar en el celular y la computadora, pero no solo estudian ahí, hay todo un mundo, donde poco a poco se llena su corazón y su mente de contenidos como violencia, corrupción, mentira… y de todo ello sentirse orgullosos de no ser descubiertos del mal que hace a escondidas.

Seguramente la prohibición tajante, logrará que lo sigan jugando a escondidas (de eso se van haciendo expertos), pero si nosotros les preguntamos sobre lo que les deja en su corazón, y aprovechamos para preguntarles cómo se juega, con quienes juegan, y al final, qué consiguen; lograremos un diálogo con ellos en el lugar digital que ellos dominan, y como adultos ejerceremos la autoridad ética que nos corresponde. Les dejo esa invitación acá entre nos.