/ miércoles 13 de abril de 2022

En sobremesa con Maxi | Todo es un momento

Si bien es cierto cada año de nuestra vida está marcado por alguna eventualidad en específico, podría ser el nacimiento de un hijo, la graduación más esperada por años o el fallecimiento de algún ser querido, cada instante que vamos recorriendo nos va dejando enseñanzas de por medio, retos que cumplir o aquellas decisiones que abran de tomarse.

La situación económica por la que atraviesa el mundo entero nos ha hecho retomar y valorar aquellas cosas que realmente valen la pena adquirir, he observado con tristeza cuantas personas han tenido que embargar sus bienes para poder hacer frente a la necesidad financiera que les está agobiando ya hace un tiempo atrás. Con valentía intentamos cargar todo lo que tenemos encima, preocupaciones, pensamientos, agonías o todas aquellas cosas que por las noches nos hacen perder el sueño, provocando que tengamos cuadros de ansiedad, insomnio o enfermedades que no quisiéramos tener que lidiar.

Que increíbles suenan todas estas palabras, suena muy bonito el que usen la frase célebre de “échale ganas” como si la vida se tratase de echarle ganas a las cosas e hicieran que sucedieran, preguntémosle a un paciente convaleciente postrado en una cama de hospital si solo se tratase de echarle ganas, cuestionemos a la madre que llora frente al féretro donde está el cuerpo tendido de su hija que fue asesinada, como la vida sería más fácil de llevar si todo se resumiera en estas palabras.

No quiero que se mal entienda lo anteriormente he escrito, lo que busco es que a pesar de estar en donde nos encontremos podemos salir victoriosos, aún en medio del túnel obscuro, en la tormenta más intensa o en la profundidad del océano, tener la oportunidad de tomar decisiones que nos acerquen a la salida, agarrar el paraguas para protegernos de la lluvia o un salvavidas para salir a flote de la situación en la que nos encontramos.

Me he puesto a meditar en las últimas semanas en cuanto daño provoca el que nuestras emociones sean las que gobiernen nuestros pensamientos, lo que por arranques destruimos o aquellas cosas que se siembran en piedras duras que al final de cuentas no darán raíz para posteriormente a eso endulzar con su fruto. Imaginemos que nos encontramos en la tercera fila de una sala de cine, el lugar se encuentra completamente vacío, empieza la función y solo somos nosotros quienes estamos detenidamente observando la pantalla, pudiéramos percibir los sonidos de una mejor forma, las escenas lograrían penetrar nuestros corazones de maneras más sensibles o nos sintamos observados por alguien que hace que solamente estemos sentados sin mostrar alguna emoción.

La vida es algo parecido, solemos estar hablando cuando el lugar nos pide que estemos en silencio, movemos nuestro cuerpo de formas bruscas cuando el salvavidas ha pedido que guardemos la calma, el mejor sonido que podemos encontrar en todos los lugares es el silencio, aquel que nos obliga a mantenernos serenos, los pájaros parloteando entre ellos, las hojas movidas por el viento, el oxígeno que entra por nuestra nariz, recorre nuestros pulmones y es enviado de nueva cuenta al exterior, guardemos la calma en medio de la tormenta, por más difícil que parezca conquistaras tu mente y te aseguro que después de todo fuimos creados con un propósito y ese propósito se va a cumplir aún y cuando no estemos dispuestos a realizarlo.

LIC. MAXI JOEL NEVÁREZ | ADMÓN. GUBERNAMENTAL

Si bien es cierto cada año de nuestra vida está marcado por alguna eventualidad en específico, podría ser el nacimiento de un hijo, la graduación más esperada por años o el fallecimiento de algún ser querido, cada instante que vamos recorriendo nos va dejando enseñanzas de por medio, retos que cumplir o aquellas decisiones que abran de tomarse.

La situación económica por la que atraviesa el mundo entero nos ha hecho retomar y valorar aquellas cosas que realmente valen la pena adquirir, he observado con tristeza cuantas personas han tenido que embargar sus bienes para poder hacer frente a la necesidad financiera que les está agobiando ya hace un tiempo atrás. Con valentía intentamos cargar todo lo que tenemos encima, preocupaciones, pensamientos, agonías o todas aquellas cosas que por las noches nos hacen perder el sueño, provocando que tengamos cuadros de ansiedad, insomnio o enfermedades que no quisiéramos tener que lidiar.

Que increíbles suenan todas estas palabras, suena muy bonito el que usen la frase célebre de “échale ganas” como si la vida se tratase de echarle ganas a las cosas e hicieran que sucedieran, preguntémosle a un paciente convaleciente postrado en una cama de hospital si solo se tratase de echarle ganas, cuestionemos a la madre que llora frente al féretro donde está el cuerpo tendido de su hija que fue asesinada, como la vida sería más fácil de llevar si todo se resumiera en estas palabras.

No quiero que se mal entienda lo anteriormente he escrito, lo que busco es que a pesar de estar en donde nos encontremos podemos salir victoriosos, aún en medio del túnel obscuro, en la tormenta más intensa o en la profundidad del océano, tener la oportunidad de tomar decisiones que nos acerquen a la salida, agarrar el paraguas para protegernos de la lluvia o un salvavidas para salir a flote de la situación en la que nos encontramos.

Me he puesto a meditar en las últimas semanas en cuanto daño provoca el que nuestras emociones sean las que gobiernen nuestros pensamientos, lo que por arranques destruimos o aquellas cosas que se siembran en piedras duras que al final de cuentas no darán raíz para posteriormente a eso endulzar con su fruto. Imaginemos que nos encontramos en la tercera fila de una sala de cine, el lugar se encuentra completamente vacío, empieza la función y solo somos nosotros quienes estamos detenidamente observando la pantalla, pudiéramos percibir los sonidos de una mejor forma, las escenas lograrían penetrar nuestros corazones de maneras más sensibles o nos sintamos observados por alguien que hace que solamente estemos sentados sin mostrar alguna emoción.

La vida es algo parecido, solemos estar hablando cuando el lugar nos pide que estemos en silencio, movemos nuestro cuerpo de formas bruscas cuando el salvavidas ha pedido que guardemos la calma, el mejor sonido que podemos encontrar en todos los lugares es el silencio, aquel que nos obliga a mantenernos serenos, los pájaros parloteando entre ellos, las hojas movidas por el viento, el oxígeno que entra por nuestra nariz, recorre nuestros pulmones y es enviado de nueva cuenta al exterior, guardemos la calma en medio de la tormenta, por más difícil que parezca conquistaras tu mente y te aseguro que después de todo fuimos creados con un propósito y ese propósito se va a cumplir aún y cuando no estemos dispuestos a realizarlo.

LIC. MAXI JOEL NEVÁREZ | ADMÓN. GUBERNAMENTAL