/ miércoles 15 de junio de 2022

En sobremesa con Maxi | El poder de las palabras

Hace algún tiempo durante mi clase en la universidad estábamos compartiendo acerca de la importancia que tienen las palabras, del efecto que tienen en otra persona a las que se las mencionamos, también cuando las callamos y no las expresamos en el momento adecuado. Vimos que durante mucho tiempo nos olvidamos que son más que solo un medio de comunicación, si no que al pronunciarlas surten efecto inmediato en el comportamiento de quienes las reciben.

Por un momento mientras dialogábamos de pronto en el salón se dejó escuchar un gran silencio, la mirada de los alumnos estaban fijamente puesta sobre mí y la mía se encontraba viendo a los ojos a cada uno de ellos, fue como si en ese instante estuviéramos siendo conscientes de que las expresiones de nuestras palabras estuvieran siendo captadas por el resto de los asistentes y no se dijera nada porque estaríamos abriendo nuestra vulnerabilidad.

Al terminar la clase una de las jóvenes que había estado presente se acercó hacia donde me encontraba guardando mi computadora para hacerme la siguiente pregunta: Profesor, ¿Cómo puedo ser consciente sobre cómo mis palabras pueden llegar a hacerle daño a alguien?, prosiguió diciendo: “la verdad que se han ido de mi vida personas a las cuales les hice daño inconscientemente y quisiera dejar de hacerlo.”

Para responder la pregunta que me habían hecho primero tuve que guardar silencio mientras ella se estaba respondiendo su propia interrogante, al percatarse que yo no estaba diciendo una sola palabra se apena y me pide disculpas por no dejarme dar una respuesta a lo cual me dijo: “Ya lo sé, es que hablo mucho, no guardó silencio para escuchar”, al finalizar nos pusimos a filosofar sobre el tema para darnos cuenta que con solo una expresión puedes cambiarle por completo el día a una persona, duele más una palabra mal expresada que golpearte un pulgar por andar descalzo en la habitación.

No nos damos cuenta del poder que tienen las palabras dentro de nuestro cerebro y comportamiento, cada canción que escuchamos trae consigo expresiones escritas por las emociones que está viviendo el autor de la melodía que nos hace llorar o reír en ciertos momentos.

Tantas palabras no dichas que quisiéramos regresar el tiempo para poderlas expresar, sin arrepentimiento o dolor dentro de nosotros, el perdón de un corazón arrepentido que nunca llegó a expresarse porque se quedó atado a las cuerdas vocales sin poder encontrar salida en nuestra boca.

El te amo que hace enchinar nuestra piel, las gracias que debieron ser enviadas por haber sido parte de la existencia terrenal, las emociones sepultadas en el corazón solamente por detenernos y darles una forma a través de las palabras.

Florence Scovel Shiin menciona: “aquel que conoce el poder de las palabras presta mucha atención a su conversación”. Vigila las reacciones causadas por sus palabras, pues sabe que ellas no retornarán al mismo punto sin haber causado su efecto.

Que las palabras que hablemos construyan en vez de destruir, cuando no sea necesario hablar mejor hay que guardar silencio, al final del día al recostar nuestra cabeza sobre la almohada será ella quien se encargue de recordarnos lo vivido, pero también las acciones que provocaron nuestras palabras.

Seamos conscientes de lo penetrante que llegan a ser al lanzarlas como bombardeo en tierras por conquistar, las palabras no se las lleva el viento, dejan huella, tienen poder e influyen positiva o negativamente.

Maxi Joel Nevárez | Administración Gubernamental

Hace algún tiempo durante mi clase en la universidad estábamos compartiendo acerca de la importancia que tienen las palabras, del efecto que tienen en otra persona a las que se las mencionamos, también cuando las callamos y no las expresamos en el momento adecuado. Vimos que durante mucho tiempo nos olvidamos que son más que solo un medio de comunicación, si no que al pronunciarlas surten efecto inmediato en el comportamiento de quienes las reciben.

Por un momento mientras dialogábamos de pronto en el salón se dejó escuchar un gran silencio, la mirada de los alumnos estaban fijamente puesta sobre mí y la mía se encontraba viendo a los ojos a cada uno de ellos, fue como si en ese instante estuviéramos siendo conscientes de que las expresiones de nuestras palabras estuvieran siendo captadas por el resto de los asistentes y no se dijera nada porque estaríamos abriendo nuestra vulnerabilidad.

Al terminar la clase una de las jóvenes que había estado presente se acercó hacia donde me encontraba guardando mi computadora para hacerme la siguiente pregunta: Profesor, ¿Cómo puedo ser consciente sobre cómo mis palabras pueden llegar a hacerle daño a alguien?, prosiguió diciendo: “la verdad que se han ido de mi vida personas a las cuales les hice daño inconscientemente y quisiera dejar de hacerlo.”

Para responder la pregunta que me habían hecho primero tuve que guardar silencio mientras ella se estaba respondiendo su propia interrogante, al percatarse que yo no estaba diciendo una sola palabra se apena y me pide disculpas por no dejarme dar una respuesta a lo cual me dijo: “Ya lo sé, es que hablo mucho, no guardó silencio para escuchar”, al finalizar nos pusimos a filosofar sobre el tema para darnos cuenta que con solo una expresión puedes cambiarle por completo el día a una persona, duele más una palabra mal expresada que golpearte un pulgar por andar descalzo en la habitación.

No nos damos cuenta del poder que tienen las palabras dentro de nuestro cerebro y comportamiento, cada canción que escuchamos trae consigo expresiones escritas por las emociones que está viviendo el autor de la melodía que nos hace llorar o reír en ciertos momentos.

Tantas palabras no dichas que quisiéramos regresar el tiempo para poderlas expresar, sin arrepentimiento o dolor dentro de nosotros, el perdón de un corazón arrepentido que nunca llegó a expresarse porque se quedó atado a las cuerdas vocales sin poder encontrar salida en nuestra boca.

El te amo que hace enchinar nuestra piel, las gracias que debieron ser enviadas por haber sido parte de la existencia terrenal, las emociones sepultadas en el corazón solamente por detenernos y darles una forma a través de las palabras.

Florence Scovel Shiin menciona: “aquel que conoce el poder de las palabras presta mucha atención a su conversación”. Vigila las reacciones causadas por sus palabras, pues sabe que ellas no retornarán al mismo punto sin haber causado su efecto.

Que las palabras que hablemos construyan en vez de destruir, cuando no sea necesario hablar mejor hay que guardar silencio, al final del día al recostar nuestra cabeza sobre la almohada será ella quien se encargue de recordarnos lo vivido, pero también las acciones que provocaron nuestras palabras.

Seamos conscientes de lo penetrante que llegan a ser al lanzarlas como bombardeo en tierras por conquistar, las palabras no se las lleva el viento, dejan huella, tienen poder e influyen positiva o negativamente.

Maxi Joel Nevárez | Administración Gubernamental