/ martes 30 de octubre de 2018

El último día

Einstein trabajó hasta el momento de su muerte, pese a que sufría una dolorosa enfermedad, un aneurisma de aorta abdominal, que le provocaba graves ataques que duraban dos o tres días, cada tres o cuatro meses. En 1948, siete años antes de que falleciera, le operaron para impedir que se rompiera.

Su salud desde entonces fue muy precaria, pero aun así publicó investigaciones durante los 50 y estuvo trabajando hasta el momento mismo de su muerte, en 1955. Así lo atestiguó Ralph Morse, el histórico fotógrafo de la revista LIFE que inmortalizó su despacho, tal como lo había dejado el físico el mismo día en que Einstein dejó este mundo.

“Ya he hecho mi parte. Es hora de irse y lo haré con elegancia”.

Morse recibió una llamada de la redacción de LIFE, avisándole de que Einstein acababa de morir en el Hospital de Princeton. Morse se desplazó allí lo más rápido posible pero, al llegar al hospital, vio una marabunta de periodistas y un caos tremendo y tuvo otra idea. Compro una caja de botella de whisky y fue a la oficina de Einstein en el Instituto de Estudios Avanzados.

“Sabía que la gente iba a ser reacia a hablar, pero la mayoría de personas agradecen una botella de alcohol, en vez de dinero, a cambio de su ayuda”, explicó Morse en LIFE, poco antes de fallecer. “Así que logré acceder al edificio, encontrar al superintendente y, tras ofrecerle una botella, me abrió la oficina”.

Morse tomó entonces la que es ya una de las imágenes icónicas de la carrera de Einstein. Aunque el fotógrafo no pudo dar su grandísima exclusiva –el editor de LIFE de aquellos años, Ed Thompson, decidió renunciar a ella por respeto a la familia–, la instantánea se publicó y muestra el despacho del físico repleto de papeles.

El día de su deceso, Einstein estaba trabajando en un discurso que tenía que dar en la televisión israelí y se llevó el borrador al hospital para seguir escribiendo allí. Sólo unas horas antes de su muerte, los médicos le propusieron probar una nueva cirugía experimental como último recurso para extender su vida. Pero el físico se negó: “Ya he hecho mi parte. Es hora de irse y lo haré con elegancia”. Fue la última decisión que tomó en su vida.


Einstein se fue de este mundo, orgulloso de sus contribuciones y hasta al final tuvo claro uno de sus principios fundamentales, que consta en una de sus más famosas citas: “No intentes convertirte en un hombre de éxito, mejor conviértete en un hombre valioso”.


Einstein trabajó hasta el momento de su muerte, pese a que sufría una dolorosa enfermedad, un aneurisma de aorta abdominal, que le provocaba graves ataques que duraban dos o tres días, cada tres o cuatro meses. En 1948, siete años antes de que falleciera, le operaron para impedir que se rompiera.

Su salud desde entonces fue muy precaria, pero aun así publicó investigaciones durante los 50 y estuvo trabajando hasta el momento mismo de su muerte, en 1955. Así lo atestiguó Ralph Morse, el histórico fotógrafo de la revista LIFE que inmortalizó su despacho, tal como lo había dejado el físico el mismo día en que Einstein dejó este mundo.

“Ya he hecho mi parte. Es hora de irse y lo haré con elegancia”.

Morse recibió una llamada de la redacción de LIFE, avisándole de que Einstein acababa de morir en el Hospital de Princeton. Morse se desplazó allí lo más rápido posible pero, al llegar al hospital, vio una marabunta de periodistas y un caos tremendo y tuvo otra idea. Compro una caja de botella de whisky y fue a la oficina de Einstein en el Instituto de Estudios Avanzados.

“Sabía que la gente iba a ser reacia a hablar, pero la mayoría de personas agradecen una botella de alcohol, en vez de dinero, a cambio de su ayuda”, explicó Morse en LIFE, poco antes de fallecer. “Así que logré acceder al edificio, encontrar al superintendente y, tras ofrecerle una botella, me abrió la oficina”.

Morse tomó entonces la que es ya una de las imágenes icónicas de la carrera de Einstein. Aunque el fotógrafo no pudo dar su grandísima exclusiva –el editor de LIFE de aquellos años, Ed Thompson, decidió renunciar a ella por respeto a la familia–, la instantánea se publicó y muestra el despacho del físico repleto de papeles.

El día de su deceso, Einstein estaba trabajando en un discurso que tenía que dar en la televisión israelí y se llevó el borrador al hospital para seguir escribiendo allí. Sólo unas horas antes de su muerte, los médicos le propusieron probar una nueva cirugía experimental como último recurso para extender su vida. Pero el físico se negó: “Ya he hecho mi parte. Es hora de irse y lo haré con elegancia”. Fue la última decisión que tomó en su vida.


Einstein se fue de este mundo, orgulloso de sus contribuciones y hasta al final tuvo claro uno de sus principios fundamentales, que consta en una de sus más famosas citas: “No intentes convertirte en un hombre de éxito, mejor conviértete en un hombre valioso”.