No cabe duda que uno de los peores males de nuestro tiempo es la pérdida de valores éticos y morales; de la lógica y de nuestro criterio; es decir, de nuestra capacidad para distinguir el bien y el mal, de nuestra capacidad para discernir lo que es virtud y lo que es desgracia, lo que está bien, lo que está mal y lo que está bien mal.
Todo pensamiento, acción u omisión provienen de una directriz maestra, buena o mala; todo acto conlleva y define su bondad o su malicia. La sabiduría para distinguir entre lo correcto y lo incorrecto proviene de lo alto, así como la voluntad para elegir y la fuerza para hacer que perdure. En cambio, los problemas que enfrentamos; el creernos autosuficientes, la vanidad, el orgullo, la ambición, el egoísmo, la falta de desprendimiento, abortos, matrimonios gays, malos gobiernos o dictaduras, del mal provienen.
El criterio es el razonamiento acertado; es la verdad con educación de corazón. Este conduce a un carácter fuerte para poder cambiarnos y así cambiar al mundo. Las personas talentosas lo conquistan y los débiles lo rechazan. Inconscientemente nos dejamos llevar por conductas manipuladas, por temor y no pocas veces por la ignorancia; pero hay que esforzarnos para eliminar telarañas y hacer que reluzca la verdad.
El criterio actual se subordina más a la sensibilidad anímica que a los fundamentos morales y éticos; esto provino de una siembra sabia y concienzuda durante siglos de las clases dominantes sobre las dominadas, evitando que las masas formen conciencia y criterio para percibir errores e injusticias ya que, de ser conscientes, jamás aceptarían abusos principalmente de los gobiernos. En base a esa conveniencia también se introdujo la inmoralidad, los vicios y las bases del actual caos mundano.
Urge abrir nuevos caminos para restablecer criterios; urgen los caminos de cultura, enseñanza espiritual, del corazón, de conocimientos técnicos, políticos y pluriculturales que reconozcan aciertos y así ya no seamos cobardes y silenciosos cómplices que avergonzamos nuestra Patria.
Si no somos capaces de construir un criterio correcto, más delante nos pueden hacer amar al mal y odiar al bien. Hay que aprender a ser lo suficientemente humildes para evitar que la falta de criterio nos ciegue y lo bastante dignos para evitar que nos humillen personas sin criterio. Recordemos que un hombre de buen criterio se impone sobre diez mil personas y tan fuerte es que ni mil necios pueden abatir a ese hombre razonable.