/ jueves 18 de julio de 2019

El ciudadano de la democracia

Somos hábiles para exigir trabajo a los “políticos”, pero ¿Con que frecuencia cuestionamos nuestra actuar como ciudadanos? ¿Cada cuando hacemos autocritica de nuestra habilidad de elegir representantes? ¿Cómo y cuánto participamos? ¿Le damos seguimiento a las promesas de campaña de nuestros candidatos ya electos? ¿Votamos de manera informada?

Lo cierto es que cualquier democracia está fundamentada en el elector o bien en el pueblo. Como su nombre lo enuncia, la democracia es el poder en el pueblo y en los discernimientos del pueblo, bajo esa tónica el papel del ciudadano es fundamental en comparación a otros sistemas de gobierno. Por ejemplo en una autocracia no importa nada si el ciudadano se prepara o no para tomar decisiones, pues todo el peso y la responsabilidad recaen sobre el gobernante. En un sistema de gobierno de un solo hombre toda la exigencia y responsabilidad de las consecuencias estarán en ese solo hombre pues el asume ese compromiso político.

En cambio en la democracia todo el poder está depositado primeramente en los ciudadanos pues son ellos los que deberán elevar a las posiciones de gobierno a las figuras que los representarán (esto en un sistema representativo), luego de eso serán los gobernantes los que asumen el peso de tomar buenas decisiones, pero veámoslo con claridad, son los ciudadanos los que llevan mayor peso, pues en ubicar adecuadamente a un representante tendrán buenas decisiones posteriores.

Hay entonces algunos hábitos que son irrenunciables, al interior de la democracia moderna, para los ciudadanos. Si existe entonces la condición de ubicar a sus representantes en los lugares idóneos el ciudadanos se compromete a conocer las problemáticas más importantes de su entorno en los tres niveles de gobierno, porque no es válido que contrate a una persona sin el conocimiento previo de cuáles serán los problemas que deberá resolver. El ciudadano debe conocer a cabalidad cuales son los problemas que deberán abordarse una vez que el funcionario inicie con su trabajo. De igual modo el ciudadano debe conocer la trayectoria de la persona que está proponiendo para ocupar cierto espacio y debe conocerlo de manera puntual, atrás quedó esa óptica de: “me cae bien”, “se ve honesto”, “es pueblo como yo”, no, eso ya no sirve, los ciudadanos y los votantes deben de conocer la efectividad de los políticos a los cuales votan.

Además el ciudadano debe dar seguimiento a las propuestas de campaña y compromisos que generó el político, para premiarle o castigarle con el voto posteriormente, pero también para exigirle durante su gestión, a la democracia de nada le sirve el halago y el aplauso si no está seguida de una evaluación objetiva que promueva la resolución de problemas.

El ciudadano no pedirá favores personales ni ayudas a los funcionarios, pues eso promueve el clientelismo, el ciudadano buscará la creación de programas que sean necesarios para resolver problemas colectivos no intereses ni necesidades personales.

El ciudadano debe cultivarse y conocer sobre ciertos problemas con la finalidad de ser un vigilante del progreso social y la consecución de metas.

Los ciudadanos deben involucrarse en la resolución de algún problema colectivo y desde la sociedad civil generar propuestas de resolución a problemas compartidos.

En esta tónica, hay que entender que los ciudadanos juegan un rol definitorio en las democracias modernas y entre más ciudadanía exista menor será la necesidad de control político.

Somos hábiles para exigir trabajo a los “políticos”, pero ¿Con que frecuencia cuestionamos nuestra actuar como ciudadanos? ¿Cada cuando hacemos autocritica de nuestra habilidad de elegir representantes? ¿Cómo y cuánto participamos? ¿Le damos seguimiento a las promesas de campaña de nuestros candidatos ya electos? ¿Votamos de manera informada?

Lo cierto es que cualquier democracia está fundamentada en el elector o bien en el pueblo. Como su nombre lo enuncia, la democracia es el poder en el pueblo y en los discernimientos del pueblo, bajo esa tónica el papel del ciudadano es fundamental en comparación a otros sistemas de gobierno. Por ejemplo en una autocracia no importa nada si el ciudadano se prepara o no para tomar decisiones, pues todo el peso y la responsabilidad recaen sobre el gobernante. En un sistema de gobierno de un solo hombre toda la exigencia y responsabilidad de las consecuencias estarán en ese solo hombre pues el asume ese compromiso político.

En cambio en la democracia todo el poder está depositado primeramente en los ciudadanos pues son ellos los que deberán elevar a las posiciones de gobierno a las figuras que los representarán (esto en un sistema representativo), luego de eso serán los gobernantes los que asumen el peso de tomar buenas decisiones, pero veámoslo con claridad, son los ciudadanos los que llevan mayor peso, pues en ubicar adecuadamente a un representante tendrán buenas decisiones posteriores.

Hay entonces algunos hábitos que son irrenunciables, al interior de la democracia moderna, para los ciudadanos. Si existe entonces la condición de ubicar a sus representantes en los lugares idóneos el ciudadanos se compromete a conocer las problemáticas más importantes de su entorno en los tres niveles de gobierno, porque no es válido que contrate a una persona sin el conocimiento previo de cuáles serán los problemas que deberá resolver. El ciudadano debe conocer a cabalidad cuales son los problemas que deberán abordarse una vez que el funcionario inicie con su trabajo. De igual modo el ciudadano debe conocer la trayectoria de la persona que está proponiendo para ocupar cierto espacio y debe conocerlo de manera puntual, atrás quedó esa óptica de: “me cae bien”, “se ve honesto”, “es pueblo como yo”, no, eso ya no sirve, los ciudadanos y los votantes deben de conocer la efectividad de los políticos a los cuales votan.

Además el ciudadano debe dar seguimiento a las propuestas de campaña y compromisos que generó el político, para premiarle o castigarle con el voto posteriormente, pero también para exigirle durante su gestión, a la democracia de nada le sirve el halago y el aplauso si no está seguida de una evaluación objetiva que promueva la resolución de problemas.

El ciudadano no pedirá favores personales ni ayudas a los funcionarios, pues eso promueve el clientelismo, el ciudadano buscará la creación de programas que sean necesarios para resolver problemas colectivos no intereses ni necesidades personales.

El ciudadano debe cultivarse y conocer sobre ciertos problemas con la finalidad de ser un vigilante del progreso social y la consecución de metas.

Los ciudadanos deben involucrarse en la resolución de algún problema colectivo y desde la sociedad civil generar propuestas de resolución a problemas compartidos.

En esta tónica, hay que entender que los ciudadanos juegan un rol definitorio en las democracias modernas y entre más ciudadanía exista menor será la necesidad de control político.