/ miércoles 28 de noviembre de 2018

Edades

Cuando éramos niños, corríamos cargando ilusorios e imaginarios proyectos.

En el juvenil transcurrir nuestras mocedades, florecíamos al expectante futuro aun somos jóvenes… Con el paso de los años que nos persiguen con sigilo, y la levedad de los días que pasan sin sentirlo.

La mortaja parece lejana, la miramos con el rabillo del ojo, asistimos a los funerales, vemos la marcha de los que nos preceden.

El bullicio no deja darnos cuenta, que la vía láctea ciñe nuestra frente, el constante andar de las masas, Nos conduce por las veredas, olvidamos las dudas sobre el futuro, Solo…hasta que cae la noche.

Entonces en la soledad de los pensamientos, yo soy un niño pequeño que brama de hambre; y el anciano que arrastra sus pies por las calles.


Cuando éramos niños, corríamos cargando ilusorios e imaginarios proyectos.

En el juvenil transcurrir nuestras mocedades, florecíamos al expectante futuro aun somos jóvenes… Con el paso de los años que nos persiguen con sigilo, y la levedad de los días que pasan sin sentirlo.

La mortaja parece lejana, la miramos con el rabillo del ojo, asistimos a los funerales, vemos la marcha de los que nos preceden.

El bullicio no deja darnos cuenta, que la vía láctea ciñe nuestra frente, el constante andar de las masas, Nos conduce por las veredas, olvidamos las dudas sobre el futuro, Solo…hasta que cae la noche.

Entonces en la soledad de los pensamientos, yo soy un niño pequeño que brama de hambre; y el anciano que arrastra sus pies por las calles.