/ domingo 6 de diciembre de 2020

Desde la capital | Discriminación

(Desde la Capital)

21 de noviembre pasado; a un diario digital, Carlos Ramos presidente seccional de El Charco, comunidad rural vecina, denunció que una paciente lugareña, con sangrado, vomito y fuertes dolores por causa vesicular, hacía 6 días esperaba cirugía en el hospital general del Issste “Lázaro Cárdenas”. Responsabilizó por negligencia médica en perjuicio de la paciente, a la directora, a la subadministradora del hospital y al delegado en esta capital, por faltar al convenio entre Estado y federación, donde se asignó al centro hospitalario la atención a pacientes con enfermedades ajenas al covid-19.

25 de noviembre, al mismo medio, llegó una llamada de atención al mismo hospital del Issste. A las 07:00 de esa mañana, una mujer adulta en la fila se sintió grave y convulsionaba. Pidió al guardia del hospital, atención médica sin cita; se desmayó, convulsionó y murió en la banqueta del nosocomio, ante los demás incapaces en espera. Ni encargado de citas ni médicos acudieron. Después, ni enfermeros, ni los ambulantes lograron reanimarla.

Esto comenté a inicios del mes pasado: por llegar tarde se canceló mi última cita en la unidad médico familiar del isssté; por ende, compré medicamento. Ni siendo puntuales se nos surte la receta a cabalidad. Regularmente, en las listas de medicamento previamente adosadas a la muralla de acero que rodea la unidad, periódicamente aparecen varios medicamentos faltantes. En mi caso, esta vez habrían sido, tres carentes de seis. No paró ahí la cosa. Cuando, agotada la opción de que, él médico en jefe autorizara el surtido de mi receta como si lo hizo a otra persona, solicité en el mismo momento, se me permitiera pasar a reagendar mi próxima cita; me lo negó la persona (mujer) a cargo. Ella, se llevó mi carnet. Tras hora y media regresó con la cita reagendada. En el inter, se colocó un cartel al lado de la entrada -tengo foto- avisando: “A partir de mañana no se permitirá entrar a: embarazadas, a mayores de 60 años y a niños”.

Se me discriminó al no permitirme entrar, a sólo reagendar mi próxima cita. Se sumó un acto de mofa, cuando el jefe de farmacia en persona, bolsa de plástico en mano salió y entregó -con permanente sonrisa burlona- el medicamento a una persona hasta su auto estacionado enfrente. Entiendo que ello es consecuencia de mi natural tendencia a defender mis derechos y denunciar irregularidades. Normalmente revelo a la subdirección médica de la subdelegación del Issste, las carencias en farmacia, de algún medicamento prescrito 20 años atrás por médicos especialistas. Mi fe y disciplina, me ayuda a paliar mi padecimiento crónico. Me valió que 5 años atrás se me incluyera en el programa: “Receta resurtible”. Así, acudía a consulta presencial sólo cuatro veces al año, hasta inicios de la actual pandemia.

Hoy, me permite superar los actos de persecución de imitadores o seguidores de los derivados de la ultra derecha, o conservadores; como les llama el presidente. Radicales que, a cualquier costo tratan de mantener todo inalterable. Rara vez dan la cara. La mayoría se escuda tras cristales polarizados. Lo mismo que sus precursores de plantones y marchas en otros lados; aquí, compran y utilizan a indigentes para sus actos. Los últimos dieron la cara; tienen tipo de policía, atléticos o pasados de peso. Mucho músculo y grasa; minúsculo cerebro.

Ni soy morenista, ni voté por AMLO -por 20 años he anulado mi voto- Admiro su inquebrantable esfuerzo por cambiar este país. ¡Le sobran enemigos de todos calibres! Soy uno menos.

(Desde la Capital)

21 de noviembre pasado; a un diario digital, Carlos Ramos presidente seccional de El Charco, comunidad rural vecina, denunció que una paciente lugareña, con sangrado, vomito y fuertes dolores por causa vesicular, hacía 6 días esperaba cirugía en el hospital general del Issste “Lázaro Cárdenas”. Responsabilizó por negligencia médica en perjuicio de la paciente, a la directora, a la subadministradora del hospital y al delegado en esta capital, por faltar al convenio entre Estado y federación, donde se asignó al centro hospitalario la atención a pacientes con enfermedades ajenas al covid-19.

25 de noviembre, al mismo medio, llegó una llamada de atención al mismo hospital del Issste. A las 07:00 de esa mañana, una mujer adulta en la fila se sintió grave y convulsionaba. Pidió al guardia del hospital, atención médica sin cita; se desmayó, convulsionó y murió en la banqueta del nosocomio, ante los demás incapaces en espera. Ni encargado de citas ni médicos acudieron. Después, ni enfermeros, ni los ambulantes lograron reanimarla.

Esto comenté a inicios del mes pasado: por llegar tarde se canceló mi última cita en la unidad médico familiar del isssté; por ende, compré medicamento. Ni siendo puntuales se nos surte la receta a cabalidad. Regularmente, en las listas de medicamento previamente adosadas a la muralla de acero que rodea la unidad, periódicamente aparecen varios medicamentos faltantes. En mi caso, esta vez habrían sido, tres carentes de seis. No paró ahí la cosa. Cuando, agotada la opción de que, él médico en jefe autorizara el surtido de mi receta como si lo hizo a otra persona, solicité en el mismo momento, se me permitiera pasar a reagendar mi próxima cita; me lo negó la persona (mujer) a cargo. Ella, se llevó mi carnet. Tras hora y media regresó con la cita reagendada. En el inter, se colocó un cartel al lado de la entrada -tengo foto- avisando: “A partir de mañana no se permitirá entrar a: embarazadas, a mayores de 60 años y a niños”.

Se me discriminó al no permitirme entrar, a sólo reagendar mi próxima cita. Se sumó un acto de mofa, cuando el jefe de farmacia en persona, bolsa de plástico en mano salió y entregó -con permanente sonrisa burlona- el medicamento a una persona hasta su auto estacionado enfrente. Entiendo que ello es consecuencia de mi natural tendencia a defender mis derechos y denunciar irregularidades. Normalmente revelo a la subdirección médica de la subdelegación del Issste, las carencias en farmacia, de algún medicamento prescrito 20 años atrás por médicos especialistas. Mi fe y disciplina, me ayuda a paliar mi padecimiento crónico. Me valió que 5 años atrás se me incluyera en el programa: “Receta resurtible”. Así, acudía a consulta presencial sólo cuatro veces al año, hasta inicios de la actual pandemia.

Hoy, me permite superar los actos de persecución de imitadores o seguidores de los derivados de la ultra derecha, o conservadores; como les llama el presidente. Radicales que, a cualquier costo tratan de mantener todo inalterable. Rara vez dan la cara. La mayoría se escuda tras cristales polarizados. Lo mismo que sus precursores de plantones y marchas en otros lados; aquí, compran y utilizan a indigentes para sus actos. Los últimos dieron la cara; tienen tipo de policía, atléticos o pasados de peso. Mucho músculo y grasa; minúsculo cerebro.

Ni soy morenista, ni voté por AMLO -por 20 años he anulado mi voto- Admiro su inquebrantable esfuerzo por cambiar este país. ¡Le sobran enemigos de todos calibres! Soy uno menos.