/ viernes 25 de junio de 2021

Degustando la vida | Aprendamos a creer en nosotros mismos

Anteponemos lo que imaginamos sobre una situación a la realidad de la misma, llegando a creer que es verdad. Este hábito, genera bastante sufrimiento interno y conflicto en nuestras relaciones, nuestro instinto de supervivencia analiza los posibles peligros para que actuemos con prevención y conservemos nuestra vida, este es un programa natural que está instalado en el ser humano y nos ha ayudado a preservar la especie. Con el tiempo, este comportamiento se hace habitual y automático en nosotros. La disfunción está en que sentimos la necesidad de controlar, comprender y saber la respuesta de todo lo que sucede a nuestro alrededor para sentirnos seguros; es aquí en donde dejamos de discernir entre cuáles son las situaciones en las que suponer es necesario para sobrevivir, y en cuales es totalmente innecesario y dañino.

Asumimos que quienes son cercanos a nosotros, nos conocen tanto que saben lo que deseamos, y esperamos que tengan el comportamiento que desde nuestro punto de vista es adecuado o correcto. Si no lo tienen, inmediatamente sentimos que lo hacen porque no nos quieren, porque son egoístas, por hacernos daño, etc., cuando damos por hecho algo sin tener pruebas o certeza, nos llenamos de rabia y veneno emocional creando predisposición en nuestro interior, llevándonos a comportarnos de manera defensiva frente al exterior, al creer que lo que suponemos es verdad, buscamos la manera de defender nuestra postura obteniendo apoyo de los demás o atacando al entorno.

Nuestro ego toma la postura de víctima y al querer tener la razón, perdemos la objetividad, cuando estés haciendo una conjetura en tu cabeza, antes de convertirla en tu verdad analiza muy bien cuál es el origen de esa idea que estas teniendo y comprueba si tienes pruebas o no. Mientras no tengas pruebas concretas no permitas que esa idea se ancle en tu mente. No te tomes las cosas personalmente juzgamos a quienes nos rodean por cómo somos, pensamos que todos aman, sienten, actúan, etc. de la misma manera en que nosotros lo hacemos, entonces la forma como tú crees que los demás actúan simplemente está definiendo tu forma de actuar, en muchas ocasiones con el fin de encajar en los parámetros sociales, dejamos de ser nosotros y comenzamos a comportarnos no como somos, sino más bien como creemos que deberíamos ser para encajar en la sociedad y ser aceptados. Este comportamiento genera bastante inseguridad y debilita nuestra autoestima. En el momento en que no nos aceptamos, perdemos nuestra autenticidad y vivimos con miedo a ser descubiertos, a que los demás vean que cometemos errores, que algunas veces sentimos tristeza, que tenemos lágrimas; en resumen, que vean que somos ¡humanos! La inseguridad se convierte en miedo y del miedo nace la necesidad de controlar y por tanto suponer, es decir, la necesidad de sobrevivir en un entorno que en nuestra imaginación es peligroso.

Las experiencias dolorosas del pasado quedan grabadas en la mente, nuestro instinto las utiliza como escudo para evitar que vivencias similares se repitan en el futuro. Cada persona es distinta, cada situación diferente y todo lo que experimentas lo generas con tus pensamientos, intenciones y acciones. Si tuviste una experiencia que te generó sufrimiento, obsérvala desde el punto de vista positivo, analiza qué cosas buenas te trajo y valóralas; si has aprendido lo que tenías que aprender de la situación, esta no se repetirá. Intenta no juzgar los comportamientos de las situaciones y las personas del presente en base a situaciones y personas del pasado. Si tú cambias, cambiará tu realidad.

Anteponemos lo que imaginamos sobre una situación a la realidad de la misma, llegando a creer que es verdad. Este hábito, genera bastante sufrimiento interno y conflicto en nuestras relaciones, nuestro instinto de supervivencia analiza los posibles peligros para que actuemos con prevención y conservemos nuestra vida, este es un programa natural que está instalado en el ser humano y nos ha ayudado a preservar la especie. Con el tiempo, este comportamiento se hace habitual y automático en nosotros. La disfunción está en que sentimos la necesidad de controlar, comprender y saber la respuesta de todo lo que sucede a nuestro alrededor para sentirnos seguros; es aquí en donde dejamos de discernir entre cuáles son las situaciones en las que suponer es necesario para sobrevivir, y en cuales es totalmente innecesario y dañino.

Asumimos que quienes son cercanos a nosotros, nos conocen tanto que saben lo que deseamos, y esperamos que tengan el comportamiento que desde nuestro punto de vista es adecuado o correcto. Si no lo tienen, inmediatamente sentimos que lo hacen porque no nos quieren, porque son egoístas, por hacernos daño, etc., cuando damos por hecho algo sin tener pruebas o certeza, nos llenamos de rabia y veneno emocional creando predisposición en nuestro interior, llevándonos a comportarnos de manera defensiva frente al exterior, al creer que lo que suponemos es verdad, buscamos la manera de defender nuestra postura obteniendo apoyo de los demás o atacando al entorno.

Nuestro ego toma la postura de víctima y al querer tener la razón, perdemos la objetividad, cuando estés haciendo una conjetura en tu cabeza, antes de convertirla en tu verdad analiza muy bien cuál es el origen de esa idea que estas teniendo y comprueba si tienes pruebas o no. Mientras no tengas pruebas concretas no permitas que esa idea se ancle en tu mente. No te tomes las cosas personalmente juzgamos a quienes nos rodean por cómo somos, pensamos que todos aman, sienten, actúan, etc. de la misma manera en que nosotros lo hacemos, entonces la forma como tú crees que los demás actúan simplemente está definiendo tu forma de actuar, en muchas ocasiones con el fin de encajar en los parámetros sociales, dejamos de ser nosotros y comenzamos a comportarnos no como somos, sino más bien como creemos que deberíamos ser para encajar en la sociedad y ser aceptados. Este comportamiento genera bastante inseguridad y debilita nuestra autoestima. En el momento en que no nos aceptamos, perdemos nuestra autenticidad y vivimos con miedo a ser descubiertos, a que los demás vean que cometemos errores, que algunas veces sentimos tristeza, que tenemos lágrimas; en resumen, que vean que somos ¡humanos! La inseguridad se convierte en miedo y del miedo nace la necesidad de controlar y por tanto suponer, es decir, la necesidad de sobrevivir en un entorno que en nuestra imaginación es peligroso.

Las experiencias dolorosas del pasado quedan grabadas en la mente, nuestro instinto las utiliza como escudo para evitar que vivencias similares se repitan en el futuro. Cada persona es distinta, cada situación diferente y todo lo que experimentas lo generas con tus pensamientos, intenciones y acciones. Si tuviste una experiencia que te generó sufrimiento, obsérvala desde el punto de vista positivo, analiza qué cosas buenas te trajo y valóralas; si has aprendido lo que tenías que aprender de la situación, esta no se repetirá. Intenta no juzgar los comportamientos de las situaciones y las personas del presente en base a situaciones y personas del pasado. Si tú cambias, cambiará tu realidad.