/ martes 27 de julio de 2021

Cuidando nuestra salud | Pensar en el día de mi muerte (Primera Parte)

Usualmente la gente joven no tiene el hábito de pasar tiempo contemplando el día de su muerte, por lo mismo porque se es joven, llena de vigor, energía, independencia y por lo general cuentan con buena salud. La gente mayor tampoco piensa mucho en su muerte, pero cuando empieza uno a tener pérdidas como la de los padres, amigos y amigos de los padres y de familiares, la muerte se vuelve algo real, muy presente y no agradable de contemplar.

Entonces ¿Para qué pensar con cierta regularidad en el día de nuestra propia muerte? Creo que puede ayudarnos más que atormentarnos el contemplar que en un momento dado vamos a morir y dejaremos este cuerpo material y que regresaremos al polvo puede enseñarnos importantes lecciones sobre la vida, como vivirla de manera más completa y con más significado.

El hecho de que todos nosotros inevitablemente moriremos, nos recuerda que todos somos iguales, que ni la riqueza, los logros, la belleza, la posición que se tenga, los talentos o la capacidad de liderazgo es finita. Como dice Marcelo Rittner “Reconocer la mortalidad compartida nos recuerda nuestra humanidad compartida y el deber de tratar a los demás seres humanos con respeto, justicia y bondad”. También expresa “Deja que la dignidad del otro ser humano sea tan preciosa para ti como la tuya propia”. Y en la Biblia sería “Ama a tú prójimo como a ti mismo”. En pocas palabras la otra persona es como yo aunque seamos diferentes.

Otra lección importante al pensar en nuestra muerte es que nos responsabiliza de tener cuidado de no malgastar el tiempo ya que es limitado, y hay que utilizarlo sabiamente para darnos un espacio para todo, trabajo, diversión, convivencia, ejercicio, descanso, reflexión… cuando verdaderamente estamos conscientes de que nuestro tiempo en la tierra es limitado es más probable que cuidemos más sabiamente, en qué, cómo, cuándo, por qué y para qué invertimos nuestro tiempo en todo lo que hacemos o dejamos de hacer, así como con las personas con que lo pasamos o no y eso nos lleva a pensar en el amor, porque no sabemos cuándo puede llegar el final, nos damos cuenta que debemos apreciar cada momento y actuar ahora.

También nos ayuda a ver que en ocasiones no hay segundas oportunidades para decir un lo siento o un perdona cuando la soberbia o el orgullo nos sobrepasan nos lleva a vivir con dolor, sufrir y cargar culpas. Y por el contrario reconciliarnos o estar en paz nos da descanso y tranquilidad.

Como dice Rittner “Si pensamos en el día de nuestra muerte, estaremos más inclinados a tomar ventaja de las oportunidades de cambio, amor y reconciliación cuando se nos presentan. NO recibimos muchas segundas oportunidades”. Y creo que es responsabilidad de nosotros el aprender a aprovecharlas y disfrutarlas, en ocasiones dejamos que las dificultades crezcan tanto que se hacen heridas muy profundas o distancias muy grandes, que luego sabemos que sucedió algo, pero ya ni recordamos el acto, pero si el dolor y se vuelve una lucha de ataques. Que con frecuencia dejamos que nos consuman y agobien.

Lic. en Psicología, Terapeuta Clínica, me pueden contactar en jcanogasperín@gmail.com

Usualmente la gente joven no tiene el hábito de pasar tiempo contemplando el día de su muerte, por lo mismo porque se es joven, llena de vigor, energía, independencia y por lo general cuentan con buena salud. La gente mayor tampoco piensa mucho en su muerte, pero cuando empieza uno a tener pérdidas como la de los padres, amigos y amigos de los padres y de familiares, la muerte se vuelve algo real, muy presente y no agradable de contemplar.

Entonces ¿Para qué pensar con cierta regularidad en el día de nuestra propia muerte? Creo que puede ayudarnos más que atormentarnos el contemplar que en un momento dado vamos a morir y dejaremos este cuerpo material y que regresaremos al polvo puede enseñarnos importantes lecciones sobre la vida, como vivirla de manera más completa y con más significado.

El hecho de que todos nosotros inevitablemente moriremos, nos recuerda que todos somos iguales, que ni la riqueza, los logros, la belleza, la posición que se tenga, los talentos o la capacidad de liderazgo es finita. Como dice Marcelo Rittner “Reconocer la mortalidad compartida nos recuerda nuestra humanidad compartida y el deber de tratar a los demás seres humanos con respeto, justicia y bondad”. También expresa “Deja que la dignidad del otro ser humano sea tan preciosa para ti como la tuya propia”. Y en la Biblia sería “Ama a tú prójimo como a ti mismo”. En pocas palabras la otra persona es como yo aunque seamos diferentes.

Otra lección importante al pensar en nuestra muerte es que nos responsabiliza de tener cuidado de no malgastar el tiempo ya que es limitado, y hay que utilizarlo sabiamente para darnos un espacio para todo, trabajo, diversión, convivencia, ejercicio, descanso, reflexión… cuando verdaderamente estamos conscientes de que nuestro tiempo en la tierra es limitado es más probable que cuidemos más sabiamente, en qué, cómo, cuándo, por qué y para qué invertimos nuestro tiempo en todo lo que hacemos o dejamos de hacer, así como con las personas con que lo pasamos o no y eso nos lleva a pensar en el amor, porque no sabemos cuándo puede llegar el final, nos damos cuenta que debemos apreciar cada momento y actuar ahora.

También nos ayuda a ver que en ocasiones no hay segundas oportunidades para decir un lo siento o un perdona cuando la soberbia o el orgullo nos sobrepasan nos lleva a vivir con dolor, sufrir y cargar culpas. Y por el contrario reconciliarnos o estar en paz nos da descanso y tranquilidad.

Como dice Rittner “Si pensamos en el día de nuestra muerte, estaremos más inclinados a tomar ventaja de las oportunidades de cambio, amor y reconciliación cuando se nos presentan. NO recibimos muchas segundas oportunidades”. Y creo que es responsabilidad de nosotros el aprender a aprovecharlas y disfrutarlas, en ocasiones dejamos que las dificultades crezcan tanto que se hacen heridas muy profundas o distancias muy grandes, que luego sabemos que sucedió algo, pero ya ni recordamos el acto, pero si el dolor y se vuelve una lucha de ataques. Que con frecuencia dejamos que nos consuman y agobien.

Lic. en Psicología, Terapeuta Clínica, me pueden contactar en jcanogasperín@gmail.com