/ martes 16 de agosto de 2022

Cuidando nuestra salud | Pensando en la familia

En una familia todos los miembros se tienen que sentir queridos aunque sean diferentes o con limitaciones. Aunque no sean todos como cada uno quisiera que el otro fuera.

La comunicación con respeto, o comunicación asertiva, es fundamental para generar confianza y crecimiento. Cuidar la forma, modos (cómo), el momento (cuándo) y el lugar (dónde), decimos las cosas marcará un puente, el diálogo o por el contrario, lo bloqueará.

Como padres de familia se necesitan establecer normas y límites en positivo el “no”, no puede ser la palabra más usada en la familia. El “no” tiene una connotación negativa; hay que cultivar lo positivo. La forma en la que hablamos tiene un impacto tan grande en cómo percibimos la vida y contribuimos para que los demás la perciban. Imaginemos a nuestros hijos con puro “no” solo generaremos frustración, enojo, cansancio y desobediencia. Por ejemplo en lugar de decir “ya no puedes ver la televisión”, decimos “te quedan 5 minutos de televisión porque ya es hora de bañarse.

Recordemos que para enseñar a nuestros hijos a gestionar sus emociones de manera adecuada primero nosotros mismos necesitamos saber expresarlas y no solo eso, conocerlas, comprenderlas, y ser congruentes. Ubicarnos en la edad de nuestros pequeños, no es lo mismo pedirle a un niño de 2 años que esté tranquilo, se comporte de manera adecuada ante una salida, que a uno de 5 años. Ambos están en desarrollo, su maduración es diferente y no finalizada. Los dos van a necesitar de nuestra contención, paciencia, amor y apoyo. El primero gritará mucho, no hablará bien, pataleará, tal vez hasta se pegue, el segundo puede que sepa reconocer la emoción que siente enojo, frustración o no identificarla, gritará, puede que aviente algún juguete… En ambos casos hay que acompañar, explicar pero no maltratar, ayudar a identificar lo que sienten, decirles una mejor alternativa de conducta, abrazarlos. En ocasiones nos desesperan, pero su control de impulsos y tolerancia a la frustración termina de desarrollarse a los 20 años. En ocasiones como adultos necesitamos trabajar mucho al respecto, imagínense un pequeño que le falta por madurar neurológica y psicológicamente.

Creo en la crianza respetuosa, evitar los golpes y maltrato psicológico, al final esto habla más de nuestra pérdida de control, que la de ellos, imaginen lo que vamos produciendo miedo, enojo, mayor frustración, es preferible ir generando la conciencia de que nuestras acciones y actitudes tienen consecuencias positivas y negativas. Tampoco “castigar” por todo, ya que en ocasiones no se cumple, produciendo confusión en ellos. Ni darles lo que quieren con tal de que se callen. Trabajar la frustración, permitir se desahoguen, se vayan autorregulando, porque hay dolor o sufrimiento, acompañarlos en lo que se requiera.

Hay que fomentar la ilusión que de alguna manera es la motivación. Es la antesala de la felicidad, permite tener esa llama que nos hacer funcionar, sentir que pertenecemos a algo.

Estamos acostumbrados a tener las cosas de manera fácil, que se nos olvida lo importante de la voluntad y la perseverancia que permiten lograr un control de impulsos y tolerancia a la frustración, siendo recursos básicos para lograr un comportamiento sano, adaptativo en la vida.

En la actualidad he podido acompañar en su proceso a más jóvenes con problemas de apatía e indiferencia, que preocupa, genera una sensación de vacío en su vida, un hueco que necesita ser sanado, que encuentren su para qué, el sentido de su vida. Hay mucha información, también mayor vulnerabilidad al engaño para poder discernir entre lo bueno de lo malo, Hay que enseñar a nuestros hijos a pensar, a hacerse preguntas a dudar y no tomar todo como verdades absolutas pero tampoco caer en un relativismo o negativismo que nos lleve a la pérdida de sentido.

Nos vemos la próxima semana, en la segunda parte de pensando en mi familia y aprendiendo más de nosotros mismos para transformar nuestra realidad e influir en los demás de forma positiva.


Jessica Cano Gasperin | Psicoterapeuta

En una familia todos los miembros se tienen que sentir queridos aunque sean diferentes o con limitaciones. Aunque no sean todos como cada uno quisiera que el otro fuera.

La comunicación con respeto, o comunicación asertiva, es fundamental para generar confianza y crecimiento. Cuidar la forma, modos (cómo), el momento (cuándo) y el lugar (dónde), decimos las cosas marcará un puente, el diálogo o por el contrario, lo bloqueará.

Como padres de familia se necesitan establecer normas y límites en positivo el “no”, no puede ser la palabra más usada en la familia. El “no” tiene una connotación negativa; hay que cultivar lo positivo. La forma en la que hablamos tiene un impacto tan grande en cómo percibimos la vida y contribuimos para que los demás la perciban. Imaginemos a nuestros hijos con puro “no” solo generaremos frustración, enojo, cansancio y desobediencia. Por ejemplo en lugar de decir “ya no puedes ver la televisión”, decimos “te quedan 5 minutos de televisión porque ya es hora de bañarse.

Recordemos que para enseñar a nuestros hijos a gestionar sus emociones de manera adecuada primero nosotros mismos necesitamos saber expresarlas y no solo eso, conocerlas, comprenderlas, y ser congruentes. Ubicarnos en la edad de nuestros pequeños, no es lo mismo pedirle a un niño de 2 años que esté tranquilo, se comporte de manera adecuada ante una salida, que a uno de 5 años. Ambos están en desarrollo, su maduración es diferente y no finalizada. Los dos van a necesitar de nuestra contención, paciencia, amor y apoyo. El primero gritará mucho, no hablará bien, pataleará, tal vez hasta se pegue, el segundo puede que sepa reconocer la emoción que siente enojo, frustración o no identificarla, gritará, puede que aviente algún juguete… En ambos casos hay que acompañar, explicar pero no maltratar, ayudar a identificar lo que sienten, decirles una mejor alternativa de conducta, abrazarlos. En ocasiones nos desesperan, pero su control de impulsos y tolerancia a la frustración termina de desarrollarse a los 20 años. En ocasiones como adultos necesitamos trabajar mucho al respecto, imagínense un pequeño que le falta por madurar neurológica y psicológicamente.

Creo en la crianza respetuosa, evitar los golpes y maltrato psicológico, al final esto habla más de nuestra pérdida de control, que la de ellos, imaginen lo que vamos produciendo miedo, enojo, mayor frustración, es preferible ir generando la conciencia de que nuestras acciones y actitudes tienen consecuencias positivas y negativas. Tampoco “castigar” por todo, ya que en ocasiones no se cumple, produciendo confusión en ellos. Ni darles lo que quieren con tal de que se callen. Trabajar la frustración, permitir se desahoguen, se vayan autorregulando, porque hay dolor o sufrimiento, acompañarlos en lo que se requiera.

Hay que fomentar la ilusión que de alguna manera es la motivación. Es la antesala de la felicidad, permite tener esa llama que nos hacer funcionar, sentir que pertenecemos a algo.

Estamos acostumbrados a tener las cosas de manera fácil, que se nos olvida lo importante de la voluntad y la perseverancia que permiten lograr un control de impulsos y tolerancia a la frustración, siendo recursos básicos para lograr un comportamiento sano, adaptativo en la vida.

En la actualidad he podido acompañar en su proceso a más jóvenes con problemas de apatía e indiferencia, que preocupa, genera una sensación de vacío en su vida, un hueco que necesita ser sanado, que encuentren su para qué, el sentido de su vida. Hay mucha información, también mayor vulnerabilidad al engaño para poder discernir entre lo bueno de lo malo, Hay que enseñar a nuestros hijos a pensar, a hacerse preguntas a dudar y no tomar todo como verdades absolutas pero tampoco caer en un relativismo o negativismo que nos lleve a la pérdida de sentido.

Nos vemos la próxima semana, en la segunda parte de pensando en mi familia y aprendiendo más de nosotros mismos para transformar nuestra realidad e influir en los demás de forma positiva.


Jessica Cano Gasperin | Psicoterapeuta