/ martes 27 de abril de 2021

Cuidando nuestra salud | El temido enemigo (parte II)

El día de hoy quiero concluimos con este cuento de Jorge Bucay que se llamado “el temido enemigo” la semana pasada nos quedamos esperando la respuesta del mago, que fue la siguiente

Luego de un tenso silencio, el mago lo miró y dijo:

-No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un día antes que el rey…

Durante unos instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los invitados.

El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en adivinaciones, pero lo cierto es que no se animó a matar al mago.

Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio…

Los pensamientos se agolpaban en su cabeza.

Se dio cuenta de que se había equivocado.

Su odio había sido el peor consejero.

-Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué le sucede? –preguntó el invitado.

-Me estoy sintiendo mal –contestó el monarca-, voy a mis aposentos, te agradezco que hayas venido.

Y con un gesto confuso dio la vuelta en el silencio encaminándose a sus habitaciones…

El mago era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte.

¿Habría leído su mente?

La predicción no podía ser cierta. Pero… ¿Y si lo fuera…? Estaba aturdido…

Se le ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a su casa.

El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta:

-Mago, eres famosos en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas decisiones reales.

-¡Majestad! Será un gran honor… -dijo el invitado con una reverencia.

El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y custodiaran su puerta, asegurándose de que nada le pasara…

Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño.

Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría si al mago le hubiera caído mal la comida, o si se hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le hubiera llegado su hora.

Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado.

Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus decisiones, pero esta vez, en cuanto el mago lo recibió, hizo la pregunta… necesitaba una excusa.

Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta. Creativa y justa.

El rey, casi sin escuchar la respuesta, alabó a su huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más supuestamente para “consultarte” otro asunto… (Obviamente, el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara).

El mago –que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados- aceptó…

Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta al día siguiente.

No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, tomándolos en cuenta en cada una de sus decisiones.

Pasaron los meses y luego los años.

Y Como siempre… estar cerca del que sabe vuelve al que no sabe más sabio.

Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo.

Ya no era despótico ni autoritario. Dejó la necesidad de sentirse poderosos, y seguramente por ello dejó la necesidad de demostrar su poder.

Empezó a aprender que la humildad también podía tener sus ventajas.

Y sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido antes.

Hasta aquí esta semana, la siguiente concluiremos en este viaje por el cuento de Jorge Bucay que se llamado “el temido enemigo”, me despido y los invito para concluir la próxima semana esta aventura, Soy Jessica Cano Gasperín.


El día de hoy quiero concluimos con este cuento de Jorge Bucay que se llamado “el temido enemigo” la semana pasada nos quedamos esperando la respuesta del mago, que fue la siguiente

Luego de un tenso silencio, el mago lo miró y dijo:

-No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un día antes que el rey…

Durante unos instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los invitados.

El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en adivinaciones, pero lo cierto es que no se animó a matar al mago.

Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio…

Los pensamientos se agolpaban en su cabeza.

Se dio cuenta de que se había equivocado.

Su odio había sido el peor consejero.

-Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué le sucede? –preguntó el invitado.

-Me estoy sintiendo mal –contestó el monarca-, voy a mis aposentos, te agradezco que hayas venido.

Y con un gesto confuso dio la vuelta en el silencio encaminándose a sus habitaciones…

El mago era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte.

¿Habría leído su mente?

La predicción no podía ser cierta. Pero… ¿Y si lo fuera…? Estaba aturdido…

Se le ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a su casa.

El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta:

-Mago, eres famosos en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas decisiones reales.

-¡Majestad! Será un gran honor… -dijo el invitado con una reverencia.

El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y custodiaran su puerta, asegurándose de que nada le pasara…

Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño.

Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría si al mago le hubiera caído mal la comida, o si se hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le hubiera llegado su hora.

Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado.

Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus decisiones, pero esta vez, en cuanto el mago lo recibió, hizo la pregunta… necesitaba una excusa.

Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta. Creativa y justa.

El rey, casi sin escuchar la respuesta, alabó a su huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más supuestamente para “consultarte” otro asunto… (Obviamente, el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara).

El mago –que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados- aceptó…

Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta al día siguiente.

No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, tomándolos en cuenta en cada una de sus decisiones.

Pasaron los meses y luego los años.

Y Como siempre… estar cerca del que sabe vuelve al que no sabe más sabio.

Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo.

Ya no era despótico ni autoritario. Dejó la necesidad de sentirse poderosos, y seguramente por ello dejó la necesidad de demostrar su poder.

Empezó a aprender que la humildad también podía tener sus ventajas.

Y sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido antes.

Hasta aquí esta semana, la siguiente concluiremos en este viaje por el cuento de Jorge Bucay que se llamado “el temido enemigo”, me despido y los invito para concluir la próxima semana esta aventura, Soy Jessica Cano Gasperín.