/ martes 6 de julio de 2021

Cuidando nuestra salud | Dejar ir en vida y en muerte

Cuando alguien que amamos muere nunca lo podremos superar por completo simplemente aprendemos poco a poco a seguir en la vida sin ellos y siempre los mantendremos en nuestro corazón hasta el último día de nuestra existencia. Cuando la muerte se lleva a un ser querido, dejarlo partir no significa que lo olvidaremos puede que físicamente ya no estén, pero siempre vivirán en nuestro corazón.

En la vida lo que cuenta: son las personas que amas, los recuerdos que dejas y lo que llevas por dentro.

En nuestra vida lo que hemos dejado del pasado nos convierte en lo que somos hoy y nos hace más auténticos aunque haya implicado sufrimiento. Dejar ir forma parte de la rueda de la vida, ahí donde cada paso que damos nos ayuda para comprender lo que no puede ser, lo que nos hace daño, lo que no encaja en el camino hacia adelante es decir nuestra felicidad.

En ocasiones en la vida tenemos que cortar vínculos y dejar nuestras manos vacías de lo que antes nos llenó de alegría y esperanza, claro que es doloroso pero cuando comprendemos que apegarnos a lo que no puede ser solo trae dolor, enojo y sufrimiento avanzamos a nuestra trascendencia. El tratar de sobrevivir perpetuando el recuerdo y a la persona que se “deja ir” lejos de permitirnos crecer, nos desgasta, deprime y amarga nos va vaciando, por eso es importante liberarnos y avanzar asumiendo lo vivido como un tesoro que nos haga más ricos por dentro y nos ayude a reorientar nuestra vida, nuestro sendero, abriendo el equilibrio del sentido de nuestra vida.

Cuando dejamos ir a ciertas personas, situaciones, en nuestra vida mejores pueden llegar, pero es darnos la oportunidad. Hasta lo que antes fue bueno puede de pronto dejar de hacerte el bien y traer sufrimiento y hasta quien dice quererte, puede dejarte ir día a día un poco más, como quien va arrancando los pétalos de una flor, hasta dejarla sin pétalos. No es fácil porque las personas necesitamos certidumbre (seguridad) en el día a día y entre comillas lo podemos tener porque no sabemos cuándo, cómo, ni dónde por esta razón hay que construir todos los días y trabajar todos los días no solo cuando tengamos miedo o sintamos que ese ser querido se va, nos deja, o muere.

El acto de dejar ir implica valor y autoconocimiento para continuar y crecer o para soltar y buscar nuestro propio camino. Porque a pesar del cariño, amor, no todas las relaciones son sabias ni buenas no siempre hay respeto. Madurar implica dejar ir a quien se tiene que ir o que no se quiere quedar.

Dejar ir es dejar llegar, porque nadie viene a este mundo siendo perfecto, venimos a aprender y crecer para para poder trascender. Quien niega y olvida no asume, no sana y no aprende, porque no se responsabiliza. Decir adiós a quien se fue o a quien no te necesita es crecer y el crecer siempre trae cosas buenas a nuestra vida.

En algún momento cuando nos damos el tiempo de vivir lo que necesitamos vivir, el dolor tendrá sentido, el miedo y la incertidumbre por dejar ir lo que antes formaba parte de mí, puede traer lo mejor de mí, porque todo en esta vida tiene un por qué y un para qué.

Cuando alguien que amamos muere nunca lo podremos superar por completo simplemente aprendemos poco a poco a seguir en la vida sin ellos y siempre los mantendremos en nuestro corazón hasta el último día de nuestra existencia. Cuando la muerte se lleva a un ser querido, dejarlo partir no significa que lo olvidaremos puede que físicamente ya no estén, pero siempre vivirán en nuestro corazón.

En la vida lo que cuenta: son las personas que amas, los recuerdos que dejas y lo que llevas por dentro.

En nuestra vida lo que hemos dejado del pasado nos convierte en lo que somos hoy y nos hace más auténticos aunque haya implicado sufrimiento. Dejar ir forma parte de la rueda de la vida, ahí donde cada paso que damos nos ayuda para comprender lo que no puede ser, lo que nos hace daño, lo que no encaja en el camino hacia adelante es decir nuestra felicidad.

En ocasiones en la vida tenemos que cortar vínculos y dejar nuestras manos vacías de lo que antes nos llenó de alegría y esperanza, claro que es doloroso pero cuando comprendemos que apegarnos a lo que no puede ser solo trae dolor, enojo y sufrimiento avanzamos a nuestra trascendencia. El tratar de sobrevivir perpetuando el recuerdo y a la persona que se “deja ir” lejos de permitirnos crecer, nos desgasta, deprime y amarga nos va vaciando, por eso es importante liberarnos y avanzar asumiendo lo vivido como un tesoro que nos haga más ricos por dentro y nos ayude a reorientar nuestra vida, nuestro sendero, abriendo el equilibrio del sentido de nuestra vida.

Cuando dejamos ir a ciertas personas, situaciones, en nuestra vida mejores pueden llegar, pero es darnos la oportunidad. Hasta lo que antes fue bueno puede de pronto dejar de hacerte el bien y traer sufrimiento y hasta quien dice quererte, puede dejarte ir día a día un poco más, como quien va arrancando los pétalos de una flor, hasta dejarla sin pétalos. No es fácil porque las personas necesitamos certidumbre (seguridad) en el día a día y entre comillas lo podemos tener porque no sabemos cuándo, cómo, ni dónde por esta razón hay que construir todos los días y trabajar todos los días no solo cuando tengamos miedo o sintamos que ese ser querido se va, nos deja, o muere.

El acto de dejar ir implica valor y autoconocimiento para continuar y crecer o para soltar y buscar nuestro propio camino. Porque a pesar del cariño, amor, no todas las relaciones son sabias ni buenas no siempre hay respeto. Madurar implica dejar ir a quien se tiene que ir o que no se quiere quedar.

Dejar ir es dejar llegar, porque nadie viene a este mundo siendo perfecto, venimos a aprender y crecer para para poder trascender. Quien niega y olvida no asume, no sana y no aprende, porque no se responsabiliza. Decir adiós a quien se fue o a quien no te necesita es crecer y el crecer siempre trae cosas buenas a nuestra vida.

En algún momento cuando nos damos el tiempo de vivir lo que necesitamos vivir, el dolor tendrá sentido, el miedo y la incertidumbre por dejar ir lo que antes formaba parte de mí, puede traer lo mejor de mí, porque todo en esta vida tiene un por qué y un para qué.