/ miércoles 29 de abril de 2020

Creencias

Al poco tiempo de nacer se comienza a acumular las creencias que hay alrededor, las que se imponen y rodean. La creencia de ir formando un pensamiento propio, pero, ¿es propio? O es herencia de los padres, de la religión o ideología política que se profesa, de lo que nos enseñaron en la escuela, de la lengua y el lugar en qué nacimos. Por lo general puedo pensar que nací en el bando de los buenos y los otros son los malos ¿Qué tan buenos son los buenos? ¿Inmaculados y buenos al cien por ciento? ¿Los malos son monstros que irán al infierno porque son cien por ciento malos? ¿Es la ética una ciencia con una clasificación de lo bueno y lo malo, más compleja e inexacta de lo que puedo imaginarme?

Las creencias son parte de lo que nos toca vivir. Los prejuicios bloquean el libre albedrio, aunque no sé si a estas alturas tener un poco de juicio personal que me sacuda de mi estado autómata tenga sentido ¿Para qué necesito un libre albedrio que me meta en problemas con las creencias de los demás? Tan bonito creer que tengo la verdad absoluta y mi vida aquí y en el cielo ya resuelta. Aunque cabe la posibilidad de que nadie tenga la verdad absoluta, ni siquiera mis padres, es más ni siquiera en mi iglesia, bueno me puedo reconfortan en el “más vale malo por conocido que bueno por conocer”

Se puede aprender a cuestionar sin dejar de amar, porque yo a mis padres los amo con sus virtudes y defectos y sin tener que estar de acuerdo con ellos. A veces nos unen las creencias y a veces nos une el amor, a veces nos unen los ideales y a veces los miedos.

Asumir esquemas que pasan de generación en generación es más cómodo que romperlos. Seré la oveja negra, el apestado de la familia. Si camino por mi mente un poco más libre de las verdades rígidas que clasifican a los buenos y a los malos, los que van al cielo, los que van al purgatorio y los que van al infierno ¿qué pasa si suelto creencias de esas con las que se nace? Tal vez pueda descubrir nuevos colores.

Al poco tiempo de nacer se comienza a acumular las creencias que hay alrededor, las que se imponen y rodean. La creencia de ir formando un pensamiento propio, pero, ¿es propio? O es herencia de los padres, de la religión o ideología política que se profesa, de lo que nos enseñaron en la escuela, de la lengua y el lugar en qué nacimos. Por lo general puedo pensar que nací en el bando de los buenos y los otros son los malos ¿Qué tan buenos son los buenos? ¿Inmaculados y buenos al cien por ciento? ¿Los malos son monstros que irán al infierno porque son cien por ciento malos? ¿Es la ética una ciencia con una clasificación de lo bueno y lo malo, más compleja e inexacta de lo que puedo imaginarme?

Las creencias son parte de lo que nos toca vivir. Los prejuicios bloquean el libre albedrio, aunque no sé si a estas alturas tener un poco de juicio personal que me sacuda de mi estado autómata tenga sentido ¿Para qué necesito un libre albedrio que me meta en problemas con las creencias de los demás? Tan bonito creer que tengo la verdad absoluta y mi vida aquí y en el cielo ya resuelta. Aunque cabe la posibilidad de que nadie tenga la verdad absoluta, ni siquiera mis padres, es más ni siquiera en mi iglesia, bueno me puedo reconfortan en el “más vale malo por conocido que bueno por conocer”

Se puede aprender a cuestionar sin dejar de amar, porque yo a mis padres los amo con sus virtudes y defectos y sin tener que estar de acuerdo con ellos. A veces nos unen las creencias y a veces nos une el amor, a veces nos unen los ideales y a veces los miedos.

Asumir esquemas que pasan de generación en generación es más cómodo que romperlos. Seré la oveja negra, el apestado de la familia. Si camino por mi mente un poco más libre de las verdades rígidas que clasifican a los buenos y a los malos, los que van al cielo, los que van al purgatorio y los que van al infierno ¿qué pasa si suelto creencias de esas con las que se nace? Tal vez pueda descubrir nuevos colores.

ÚLTIMASCOLUMNAS
Cargar Más