Los cobardes asesinatos que privaron de su vida a verdaderos patriotas que contribuían al bienestar de nuestro País, como lo fueron el del Lic Uriel Loya Deister y el Ing. Carlos Cano Chávez de Chihuahua capital; nos debe obligar a que la gente de bien exijamos al Gobierno nos autorice el porte de arma para podernos defender. Estamos en estado de indefensión ante viles asesinatos; vivimos a merced de ignorantes sicarios y de déspotas cabecillas e incultos narcotraficantes y gobernantes.
La cobardía de ultimar a alguien indefenso y desprevenido es semejante al que ejercen médicos desalmados contra un no nato cuando practican un aborto. Estos asesinos seguirán siendo menores de edad toda su vida aunque por naturaleza ya sean físicamente adultos. Esa gente es incapaz de respetar la armonía social e incluso lo más valioso de este mundo, que es la vida humana. No pueden amar las buenas costumbres debido a su sed de materialismo y su satanismo personal. Viven encandilados por una vida de dinero fácil que los convierte en ineptos incapaces de triunfar honestamente en la vida.
La gente que solo critica, se indigna y no pasa de espectador, es también un cobarde traidor a la Patria, México no los necesita. Es conocido que la cobardía es madre de la crueldad y mas allá engendra el ensañamiento carnicero de desmembrar a quienes osan atentar contra sus intereses ilícitos. Podemos ver como ejemplo la guerra de destrucción mutua que iniciaron desde hace años los tontos criminales de nuestra Nación.
Dios nos creó a su imagen y semejanza; quien comete tales actos deben saber el gran mal que hacen y además reconocer que eso es satanismo puro por muy poderosas razones que puedan sostener. Cometer actos de tal magnitud, solo es propio de los porquerías; sin duda fuerzas más poderosas los abatirán mas temprano que tarde y el dolor será su recompensa. Lo que sembramos cosechamos; no existe pecado sin castigo, “El Karma” o la ley de las reciprocidades se encargará de ello, y tal vez una sociedad indignada y acorralada un día se ocupará de alejarlos abruptamente de sus vidas y de sus grupos sociales.