/ sábado 20 de julio de 2024

“Chihuahua de mis ayeres” -Tercera Parte-

Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com

Cuquita Sánchez, una adorable señora de la colonia Dale, comenta a crónicas, de momentos especiales en sus días de juventud, compartiéndonos algunas de sus anécdotas: “Quien no se acuerda de nuestro bello Jardín de las Rosas que, lo conocería por primera vez a la edad de 16 años por su belleza. Parecía un paraíso, lo conocí por casualidad, ya que, mi papá pertenecía al Club de Leones, siendo socio, se convocó a un concurso para reina de las rosas, y donde había varias participantes, donde tuve la oportunidad de ganar el concurso, teniendo el honor de representar a este hermoso salón durante un año.

Lejos de pensar que más adelante, una de mis nietas tuviera una experiencia similar a la que tuve en el Jardín de las Rosas. Ella sería reina en dos ocasiones, y espero que alguna otra de mis nietas, tengan esa misma oportunidad porque el Jardín de Las Rosas, lucía precioso la noche donde tuve la suerte de tener el primer lugar, con eso, me pareció todavía más bonito un año después, cuando la suerte favoreció a mi amiga Martha Rangel Corona, afortunadamente, todavía recuerdo su nombre, y conservo sus recuerdos en mi memoria y experiencia vivida en el Jardín de Las Rosas; me acuerdo que, tenía ese nombre, porque todo estaba plantado de esas flores que, tenían un olor exquisito, y había unos corredores, por donde la gente, podía pasar a la pista de baile, en medio de tanta vegetación, donde se contrataban a las mejores orquestas, y hasta Pedro Infante se presentaría ahí. Realmente, no me ubico bien, pero creo que se encontraba dónde ahorita está Soriana centro o sus alrededores”.

Doña Cuquita nos sigue contando de esas hermosas vivencia que, tuvo al lado de su familia, y de aquellos momentos de grata juventud: “Me acuerdo que, el Casino de Chihuahua, otro centro de diversión, donde iba “lo más selecto” de la sociedad chihuahuense; también, El Paraje de los Indios, allí nos dejaban ir, porque eran tardeadas que empezaban a las 17:00 horas, hasta las 20:00 horas, y en esos tiempos, no nos permitían andar solas muy tarde; recuerdo mucho a todos mis compañeros, y compañeras de esa época. Cómo han cambiado los tiempos, muy distintos a los de ahora, sobre todo, por la pérdida de tantos valores, por eso, cuando me pongo a pensar, y a ver fotografías del pasado, no dejó de volver a soñar mis tiempos hermosos”. De esta manera, concluíamos con la entrevista con doña Cuquita Sánchez, de la colonia Dale, al sur de la ciudad.

Gran cantidad de recuerdos y experiencias nostálgicas, son las que todavía se cuentan por parte de nuestros abuelos y padres, lo que nos hace, viajar a un pasado llenos de contradicciones, pero sobre todo, de bellos momentos (Foto-INAH-Chihuahua).

Por otro lado y entrevistando a nuestra amiga doña Juanita Pérez de González de 90 años, y acordándose del Chihuahua de ayer, comenta lo siguiente: “Fue para mí un motivo de regocijo, cuando mis padres me anunciaban que me iban a llevar a la casa de mis padrinos, Antonio y Pepita, allá por donde hoy es la colonia Guadalupe, ya que, los medios económicos de estas queridas personas, eran totalmente diferentes a las nuestras; en la casa de ellos, abundaba la comida y comodidades de la época; recuerdo la cocina de mi madrina, la cual, en una esquina, se encontraba el horno en el que se hacían panes de levadura exquisitos, además, de las calabazas, y animales que se mataban. A un lado, se encontraba la chimenea donde se cocinaban los alimentos comunes; en estas, se contaba con una parrilla metálica, y era avivada por medio de leña o carbón, además, de los muebles de cocina, como mesa y silla de madera rudimentarias, sin pulir, ni barnizar. Ay de aquellos tiempos, como el 11 de julio de 1953, día del santo de mi padrino, donde se hizo una sabrosa barbacoa de hoyo, en la que, fueron sacrificados dos o tres borregos, complementadas, con tortillas de maíz hechas a mano, directamente del nixtamal molido en metate, y la música que duraba toque y toque, a veces hasta el día siguiente y, no se diga, las bodas de tres días de música, baile comida, y su respectivo tesgüino y sotol, independientemente de la alimentación y los atractivos que contribuyeron para una infancia feliz.

“Lo estricto y bondadoso de mis padrinos, los cuales, todas las tardes, nos ponían a rezar el Rosario, y hay de aquel que no acudiera al primer silbido, se ganaba unos buenos cintarazos. En fin, las dimensiones del valor económico eran otras, el dinero que se sacaba de la venta de leche de vaca, entre otras mercancías, estaba guardado por mi padrino en un bote mantequero, pero ¿quién se quedaría con este dinero? Quién sabe. Cuando mi padrino iba a la casa, lo primero que hacía era esconderme donde se le ocurriera, entraba sólo a la casa, y la primera pregunta a mi madrina era: “Antonio, ¿trajiste a la niña?”, a lo que respondía que no, que la había dejado con su hermana Petrita, todo para ver la cara de alegría que expresaba al verme salir de donde estaba escondida.

“Al regreso a mi casa, contrastaba mucho con la casa de mis padrinos, mi padre, se dedicaba a vender carbón, y desde muy pequeña, era su ayudante. Vagamente me acuerdo que me platicaba mi abuelita Jesusita que, por el centro de la ciudad, transitiva un tranvía, movido por medio de energía eléctrica del centro, hasta la Zarco. Así mismo, de las pocas tiendas que existían había una llamada las Tres BBB por buena, bonita y barata, ubicada en la avenida Independencia y Victoria, y con nostalgia, veía la ropa y las muñecas de trapo que se exhibían, pero lamentablemente no estaban al alcance de nuestras posibilidades; todas las calles casi estaban sin pavimento, no había drenaje, luz eléctrica, nomás en el centro de la ciudad, y en la colonia de los pudientes como la Zarco.

En la ciudad de Chihuahua, existían un sinnúmero de lugares donde la gente, podía acudir a divertirse. En la fotografía, uno de esos espectáculos organizado por la entonces empresa chihuahuense “Calderón y Salas Porras” (Foto-INAH-Chihuahua-Nacho Medrano).

“El agua potable era trasladada por la presa Chuvíscar, por medio del acueducto, y las personas que no tenían acceso, normalmente tenían norias, y las que ni eso, había unas norias municipales, por lo que nuestros paseos eran ir a la huerta de los Carreón a comprar membrillos, caña, higos y duraznos, la cual, estaba casi enfrente de la antigua central camionera, donde hoy es el Museo Semilla, en la Teófilo Borunda y Progreso, aunque a veces se veían frustrados nuestros paseos, debido al caudal tan enorme que llevaba el río que en aquellos entonces, la rivera contaba con abundantes álamos, sauces, jarillas y la única diversión para las personas económicamente pudientes, era ir al Teatro de Los Héroes, el cual, estaba ubicado en las calles Aldama entre 11ª ,13ª y Escorza”. Así concluíamos nuestra conversación con nuestra hermosa amiga de 90 años, doña Juanita Pérez de González, quien nos ilustró el Chihuahua de sus ayeres.

Dándole vuelta a las hojas del libro de mis crónicas, saludamos a don Felipe Ruiz Bejarano, hombre de mucho conocimiento y nostalgia, con un cúmulo grande de recuerdos del Chihuahua de mis ayeres en los cuarenta y cincuenta, el cual nos comenta: “Recuerdo que en la ciudad de Chihuahua, existían algunos cines que ofrecieron diversión a miles de chihuahuenses, donde se desarrollaron vivencias intensas entre la gente que, tuvo la oportunidad de asistir a ver las diversas películas que en ellos se presentaron, por ejemplo, en el “Colonial”, que estaba ubicado en la Ojinaga e Independencia, donde hoy está el “Teatro de la Ciudad”, donde me gustaba ir a ver las películas de luchadores, especialmente de Blue Demon y El Santo; el Azteca, de la Ocampo y Jiménez que, proyectaban hasta tres películas por el módico precio de sesenta centavos. No se diga, el Alejandrina, en el barrio antiguo de la Industrial, donde, en varias ocasiones, tuve la oportunidad de ir con mi papá, además de otros que estaban ubicados en el centro de la ciudad, como el Plaza y el Alcanzar, los dos a un costado de la Catedral. La verdad era una delicia poder ir a ver películas a estas formidables salas que, podían albergar cientos de gentes, ya que, si recordamos que una de las diversiones más importantes en aquellos tiempos, era precisamente el cine, la radio y los incansables paseos por los parques y plazas citadinas”.

“El Chihuahua de mis ayeres”, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted tiene información que quiera compartir para esta sección, y si desea también adquirir los libros: “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas”, Tomo del I al XIII, puede mandar un mensaje al celular: 614 148 85 03, y con gusto lo atendemos, o bien, adquiéralos en la librería Kosmos, en la Josué Neri Santos No. 111, colonia Centro.

Fuentes de Investigación:

Entrevista con don Felipe Ruiz Bejarano, doña Refugio Sánchez y doña Juanita Pérez de González; Archivo Histórico del Municipio de Chihuahua (AHCCh); profesor Rubén Beltrán Acosta; Fototeca del INAH y Hemeroteca de El Heraldo de Chihuahua.

Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com

Cuquita Sánchez, una adorable señora de la colonia Dale, comenta a crónicas, de momentos especiales en sus días de juventud, compartiéndonos algunas de sus anécdotas: “Quien no se acuerda de nuestro bello Jardín de las Rosas que, lo conocería por primera vez a la edad de 16 años por su belleza. Parecía un paraíso, lo conocí por casualidad, ya que, mi papá pertenecía al Club de Leones, siendo socio, se convocó a un concurso para reina de las rosas, y donde había varias participantes, donde tuve la oportunidad de ganar el concurso, teniendo el honor de representar a este hermoso salón durante un año.

Lejos de pensar que más adelante, una de mis nietas tuviera una experiencia similar a la que tuve en el Jardín de las Rosas. Ella sería reina en dos ocasiones, y espero que alguna otra de mis nietas, tengan esa misma oportunidad porque el Jardín de Las Rosas, lucía precioso la noche donde tuve la suerte de tener el primer lugar, con eso, me pareció todavía más bonito un año después, cuando la suerte favoreció a mi amiga Martha Rangel Corona, afortunadamente, todavía recuerdo su nombre, y conservo sus recuerdos en mi memoria y experiencia vivida en el Jardín de Las Rosas; me acuerdo que, tenía ese nombre, porque todo estaba plantado de esas flores que, tenían un olor exquisito, y había unos corredores, por donde la gente, podía pasar a la pista de baile, en medio de tanta vegetación, donde se contrataban a las mejores orquestas, y hasta Pedro Infante se presentaría ahí. Realmente, no me ubico bien, pero creo que se encontraba dónde ahorita está Soriana centro o sus alrededores”.

Doña Cuquita nos sigue contando de esas hermosas vivencia que, tuvo al lado de su familia, y de aquellos momentos de grata juventud: “Me acuerdo que, el Casino de Chihuahua, otro centro de diversión, donde iba “lo más selecto” de la sociedad chihuahuense; también, El Paraje de los Indios, allí nos dejaban ir, porque eran tardeadas que empezaban a las 17:00 horas, hasta las 20:00 horas, y en esos tiempos, no nos permitían andar solas muy tarde; recuerdo mucho a todos mis compañeros, y compañeras de esa época. Cómo han cambiado los tiempos, muy distintos a los de ahora, sobre todo, por la pérdida de tantos valores, por eso, cuando me pongo a pensar, y a ver fotografías del pasado, no dejó de volver a soñar mis tiempos hermosos”. De esta manera, concluíamos con la entrevista con doña Cuquita Sánchez, de la colonia Dale, al sur de la ciudad.

Gran cantidad de recuerdos y experiencias nostálgicas, son las que todavía se cuentan por parte de nuestros abuelos y padres, lo que nos hace, viajar a un pasado llenos de contradicciones, pero sobre todo, de bellos momentos (Foto-INAH-Chihuahua).

Por otro lado y entrevistando a nuestra amiga doña Juanita Pérez de González de 90 años, y acordándose del Chihuahua de ayer, comenta lo siguiente: “Fue para mí un motivo de regocijo, cuando mis padres me anunciaban que me iban a llevar a la casa de mis padrinos, Antonio y Pepita, allá por donde hoy es la colonia Guadalupe, ya que, los medios económicos de estas queridas personas, eran totalmente diferentes a las nuestras; en la casa de ellos, abundaba la comida y comodidades de la época; recuerdo la cocina de mi madrina, la cual, en una esquina, se encontraba el horno en el que se hacían panes de levadura exquisitos, además, de las calabazas, y animales que se mataban. A un lado, se encontraba la chimenea donde se cocinaban los alimentos comunes; en estas, se contaba con una parrilla metálica, y era avivada por medio de leña o carbón, además, de los muebles de cocina, como mesa y silla de madera rudimentarias, sin pulir, ni barnizar. Ay de aquellos tiempos, como el 11 de julio de 1953, día del santo de mi padrino, donde se hizo una sabrosa barbacoa de hoyo, en la que, fueron sacrificados dos o tres borregos, complementadas, con tortillas de maíz hechas a mano, directamente del nixtamal molido en metate, y la música que duraba toque y toque, a veces hasta el día siguiente y, no se diga, las bodas de tres días de música, baile comida, y su respectivo tesgüino y sotol, independientemente de la alimentación y los atractivos que contribuyeron para una infancia feliz.

“Lo estricto y bondadoso de mis padrinos, los cuales, todas las tardes, nos ponían a rezar el Rosario, y hay de aquel que no acudiera al primer silbido, se ganaba unos buenos cintarazos. En fin, las dimensiones del valor económico eran otras, el dinero que se sacaba de la venta de leche de vaca, entre otras mercancías, estaba guardado por mi padrino en un bote mantequero, pero ¿quién se quedaría con este dinero? Quién sabe. Cuando mi padrino iba a la casa, lo primero que hacía era esconderme donde se le ocurriera, entraba sólo a la casa, y la primera pregunta a mi madrina era: “Antonio, ¿trajiste a la niña?”, a lo que respondía que no, que la había dejado con su hermana Petrita, todo para ver la cara de alegría que expresaba al verme salir de donde estaba escondida.

“Al regreso a mi casa, contrastaba mucho con la casa de mis padrinos, mi padre, se dedicaba a vender carbón, y desde muy pequeña, era su ayudante. Vagamente me acuerdo que me platicaba mi abuelita Jesusita que, por el centro de la ciudad, transitiva un tranvía, movido por medio de energía eléctrica del centro, hasta la Zarco. Así mismo, de las pocas tiendas que existían había una llamada las Tres BBB por buena, bonita y barata, ubicada en la avenida Independencia y Victoria, y con nostalgia, veía la ropa y las muñecas de trapo que se exhibían, pero lamentablemente no estaban al alcance de nuestras posibilidades; todas las calles casi estaban sin pavimento, no había drenaje, luz eléctrica, nomás en el centro de la ciudad, y en la colonia de los pudientes como la Zarco.

En la ciudad de Chihuahua, existían un sinnúmero de lugares donde la gente, podía acudir a divertirse. En la fotografía, uno de esos espectáculos organizado por la entonces empresa chihuahuense “Calderón y Salas Porras” (Foto-INAH-Chihuahua-Nacho Medrano).

“El agua potable era trasladada por la presa Chuvíscar, por medio del acueducto, y las personas que no tenían acceso, normalmente tenían norias, y las que ni eso, había unas norias municipales, por lo que nuestros paseos eran ir a la huerta de los Carreón a comprar membrillos, caña, higos y duraznos, la cual, estaba casi enfrente de la antigua central camionera, donde hoy es el Museo Semilla, en la Teófilo Borunda y Progreso, aunque a veces se veían frustrados nuestros paseos, debido al caudal tan enorme que llevaba el río que en aquellos entonces, la rivera contaba con abundantes álamos, sauces, jarillas y la única diversión para las personas económicamente pudientes, era ir al Teatro de Los Héroes, el cual, estaba ubicado en las calles Aldama entre 11ª ,13ª y Escorza”. Así concluíamos nuestra conversación con nuestra hermosa amiga de 90 años, doña Juanita Pérez de González, quien nos ilustró el Chihuahua de sus ayeres.

Dándole vuelta a las hojas del libro de mis crónicas, saludamos a don Felipe Ruiz Bejarano, hombre de mucho conocimiento y nostalgia, con un cúmulo grande de recuerdos del Chihuahua de mis ayeres en los cuarenta y cincuenta, el cual nos comenta: “Recuerdo que en la ciudad de Chihuahua, existían algunos cines que ofrecieron diversión a miles de chihuahuenses, donde se desarrollaron vivencias intensas entre la gente que, tuvo la oportunidad de asistir a ver las diversas películas que en ellos se presentaron, por ejemplo, en el “Colonial”, que estaba ubicado en la Ojinaga e Independencia, donde hoy está el “Teatro de la Ciudad”, donde me gustaba ir a ver las películas de luchadores, especialmente de Blue Demon y El Santo; el Azteca, de la Ocampo y Jiménez que, proyectaban hasta tres películas por el módico precio de sesenta centavos. No se diga, el Alejandrina, en el barrio antiguo de la Industrial, donde, en varias ocasiones, tuve la oportunidad de ir con mi papá, además de otros que estaban ubicados en el centro de la ciudad, como el Plaza y el Alcanzar, los dos a un costado de la Catedral. La verdad era una delicia poder ir a ver películas a estas formidables salas que, podían albergar cientos de gentes, ya que, si recordamos que una de las diversiones más importantes en aquellos tiempos, era precisamente el cine, la radio y los incansables paseos por los parques y plazas citadinas”.

“El Chihuahua de mis ayeres”, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted tiene información que quiera compartir para esta sección, y si desea también adquirir los libros: “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas”, Tomo del I al XIII, puede mandar un mensaje al celular: 614 148 85 03, y con gusto lo atendemos, o bien, adquiéralos en la librería Kosmos, en la Josué Neri Santos No. 111, colonia Centro.

Fuentes de Investigación:

Entrevista con don Felipe Ruiz Bejarano, doña Refugio Sánchez y doña Juanita Pérez de González; Archivo Histórico del Municipio de Chihuahua (AHCCh); profesor Rubén Beltrán Acosta; Fototeca del INAH y Hemeroteca de El Heraldo de Chihuahua.