/ domingo 3 de julio de 2022

Casa de oración pacto de paz  | Mi Socorro

Solo una mirada es suficiente para darnos cuenta que el mundo sufre. La violencia no distingue género, raza o credo. Lo mismo ha flagelado a europeos, orientales, americanos, centroamericanos. Católicos, cristianos, islámicos. Ricos y pobres.

Sueños y esperanzas que mueren en un tráiler. Oraciones calladas abruptamente. Depresión o estrés robando vidas. Madres desesperadas por su situación económica. Padres sin trabajo y sin un patrimonio. Ancianos, jóvenes y adolescentes que deambulan en las calles buscando un amparo cual hijo pródigo, y no lo hayan. Pareciera como si el mundo anduviera cabizbajo, fatigado y agobiado por un camino inhóspito en la soledad.

Todo esto nos puede llevar al fracaso total como seres humanos, o, a decir como David: “Alzaré mis ojos alos montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra” (Sal. 121:1-2) No hay tiempo que esperar, es momento de actuar, ha llegado la hora de levantarse de la silla de la consternación abandonar el protagonismo y dejar el sofá del conformismo que ha sido las herramientas que el enemigo ha usado para martirizar a la familia humana.

Es hora de recordar que CRISTO nos trae esperanza y la mantiene viva. Él ha tomado los riesgos más grandes para traer esperanza y levantar cada vida que el desánimo ha golpeado y tirado al suelo. La esperanza que es derramada en nuestro corazón por medio del Espíritu de Dios, para mantenernos de píe en la batalla, Romanos 5:5 dice: “Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” Quizá ahora el panorama no es el mejor en la vida, las olas del mar embravecido de violencia y dolor amenacen la barca con hundirla, pero ¡ANIMO¡ Dios nos recuerda, “Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová” (Sal. 34:19)

Mantener la esperanza es bueno, especialmente en estos días malos. Sé que no todo está bien, seguramente alguien volverá a lastimar el mundo, pero sé que al final del polvo estará Dios para levantarnos y la esperanza seguirá viva.

Levantemos la mirada un poco más arriba de la tierra donde están los problemas, y pongamoslos en Dios de quien viene nuestro auxilio, y digamos a voz en cuello: “Alzaré mis ojos alos montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra” (Sal. 121)

Cuando nuestra fe y esperanza están puestas en Dios, tenemos la capacidad para reaccionar y sobreponernos a la adversidad, incluso también, de salir fortalecidos de ellas. Isaías 40:31 dice: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”

Es cierto que no necesitamos ver para creer, pero si necesitamos creer para ver. Y en los tiempos que nos ha tocado vivir, hoy más que nunca, necesitamos creer que Dios puede obrar sobrenaturalmente y hacer que las condiciones actuales nos sean favorables.

Ahora que el mundo pasa por el valle de sombra de la muerte, vengamos al gran Pastor de las ovejas que su vara y su cayado nos infundirá aliento para seguir adelante.

Deseo terminar la reflexión de hoy dejando este versículo en nuestro corazón: “Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré”. (Salmo 91:2)

Estimado lector crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.


José Andrés Pimentel M. | Pastor, Estudios Teológicos

Solo una mirada es suficiente para darnos cuenta que el mundo sufre. La violencia no distingue género, raza o credo. Lo mismo ha flagelado a europeos, orientales, americanos, centroamericanos. Católicos, cristianos, islámicos. Ricos y pobres.

Sueños y esperanzas que mueren en un tráiler. Oraciones calladas abruptamente. Depresión o estrés robando vidas. Madres desesperadas por su situación económica. Padres sin trabajo y sin un patrimonio. Ancianos, jóvenes y adolescentes que deambulan en las calles buscando un amparo cual hijo pródigo, y no lo hayan. Pareciera como si el mundo anduviera cabizbajo, fatigado y agobiado por un camino inhóspito en la soledad.

Todo esto nos puede llevar al fracaso total como seres humanos, o, a decir como David: “Alzaré mis ojos alos montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra” (Sal. 121:1-2) No hay tiempo que esperar, es momento de actuar, ha llegado la hora de levantarse de la silla de la consternación abandonar el protagonismo y dejar el sofá del conformismo que ha sido las herramientas que el enemigo ha usado para martirizar a la familia humana.

Es hora de recordar que CRISTO nos trae esperanza y la mantiene viva. Él ha tomado los riesgos más grandes para traer esperanza y levantar cada vida que el desánimo ha golpeado y tirado al suelo. La esperanza que es derramada en nuestro corazón por medio del Espíritu de Dios, para mantenernos de píe en la batalla, Romanos 5:5 dice: “Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” Quizá ahora el panorama no es el mejor en la vida, las olas del mar embravecido de violencia y dolor amenacen la barca con hundirla, pero ¡ANIMO¡ Dios nos recuerda, “Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová” (Sal. 34:19)

Mantener la esperanza es bueno, especialmente en estos días malos. Sé que no todo está bien, seguramente alguien volverá a lastimar el mundo, pero sé que al final del polvo estará Dios para levantarnos y la esperanza seguirá viva.

Levantemos la mirada un poco más arriba de la tierra donde están los problemas, y pongamoslos en Dios de quien viene nuestro auxilio, y digamos a voz en cuello: “Alzaré mis ojos alos montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra” (Sal. 121)

Cuando nuestra fe y esperanza están puestas en Dios, tenemos la capacidad para reaccionar y sobreponernos a la adversidad, incluso también, de salir fortalecidos de ellas. Isaías 40:31 dice: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”

Es cierto que no necesitamos ver para creer, pero si necesitamos creer para ver. Y en los tiempos que nos ha tocado vivir, hoy más que nunca, necesitamos creer que Dios puede obrar sobrenaturalmente y hacer que las condiciones actuales nos sean favorables.

Ahora que el mundo pasa por el valle de sombra de la muerte, vengamos al gran Pastor de las ovejas que su vara y su cayado nos infundirá aliento para seguir adelante.

Deseo terminar la reflexión de hoy dejando este versículo en nuestro corazón: “Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré”. (Salmo 91:2)

Estimado lector crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.


José Andrés Pimentel M. | Pastor, Estudios Teológicos