/ domingo 26 de septiembre de 2021

Casa de oración, Pacto de Paz | Los ignorados

Deseo comenzar la reflexión de hoy trayendo a la memoria el pasaje del evangelio de Marcos 5:1-20. Este pasaje narra la historia de un hombre, que al parecer nadie se preocupaba por él. Ignorado por la sociedad quien indiferente veía su sufrimiento pero no se conmovían ante su situación. Por el relato bíblico, no se sabe mucho de él. ¿Cómo llegó a tal estado de su vida? Nadie sabía. Seguramente se divulgaron muchas historias sobre él. Algunas veces, estando encadenado, se soltaba y resurgía para aterrorizar a los que infortunadamente se lo encontraban a su paso. Casi es seguro que volvían a contar y a agrandar la historia del “hombre misterioso de los sepulcros”. Cuando Jesús llega a donde este hombre, se encuentra con un lunático poseso de espíritus que lo atormentaban. El estado de este hombre era lamentable. Inmundo, vivía en tenebrosos cementerios entre los sepulcros. Durante la noche se escuchaban sus gritos, él quería ser libre, buscaba recuperar su vida, pero no lograba encontrarla. En la desesperación por arrancar de dentro del alma tanto sufrimiento, era común verlo mutilado por los cortes hechos con piedras. Pero bastó solo un encuentro con Jesús para que aquello que atormentaba a este hombre lo dejar en paz, la legión de espíritus que eran el látigo de aquel infortunado recibió de Cristo el permiso para entrar a una manada de cerdos que se encontraba cerca. Aquellos animales se desesperaron y se precipitaron hacia un abismo. Se cuenta que los que cuidaban los cerdos huyeron. Al contar estos hechos en la ciudad, el pueblo fue a ver lo que había acontecido. La sorpresa fue absoluta. El hombre que había estado cautivo ahora se encontraba sentado, vestido y en perfecto juicio. El hombre ignorado, el hombre que no le importaba a nadie, el hombre que no había tenido una oportunidad en su vida ahora estaba sentado, aseado y vestido. La noticia corrió, y cuando los curiosos relataron lo que había sucedido, el pueblo de la ciudad se reunió para expulsar a Jesús.

Hoy en día es igual, hombres y mujeres divagan por el mundo sin oportunidades cargando un gran peso sobre sus hombros. Cuando Jesús relata la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37), dice que cuando el hombre vio al otro tendido en la tierra se conmovió hasta sus entrañas y tuvo de él misericordia, lo curo, lo recibió, lo llevo al mesón y pago sus cuentas. Esa es la actitud de Jesús hacia los infortunados de este mundo. Se de antemano que hoy en día hay muchas organizaciones, clubes, empresarios con foros económicos que hablan de ayuda humanitaria pero lamentablemente son muy pocos los resultados.

Sin duda alguna que pastores, sacerdotes y rabinos, predicamos y enseñamos buenos sermones doctrinales, pero lamentablemente los sepulcros de la pobreza y la miseria siguen en aumento. Vemos a miles y miles de personas dejando su país de origen en busca de mejores oportunidades intentando salir del sepulcro de la pobreza, la miseria e inseguridad. Hombres y mujeres, chicos y grandes que han llorado y lamentado en su “sepulcro”. Los hombres ignorados, presas de la desesperación y golpeados por las piedras del dolor, de las penas y necesidades siguen creciendo escandalosamente en número.

Lamentablemente han sido muchos, no pocos, quienes encorralados por diferentes situaciones han tomado la decisión de abandonar este mundo de una manera abrupta y lamentable. Lo más triste de todo, si somos sinceros, es que al igual que las personas de aquella ciudad, hemos dejado fuera de la vida a Jesús. Creo que sería muy bueno para todos el volvamos a Jesús con todo nuestro corazón, en primer lugar. En segundo lugar que comprendamos que si acumulamos y no ayudamos, si solo nos beneficiamos nosotros, no tiene sentido la bendición.

Hoy la gente no está atormentada por espíritus, esta atormentada por el hambre, por la desnudez, por la enfermedad, por la sed, por la ausencia de la familia, por la falta de una mano que se extienda y le ayude un poco a mitigar su dolor. Seamos las manos y los pies de Jesús. Seguramente existen hombres y mujeres ignorados en nuestro barrio, en las plazas, o sencillamente deambulando por la ciudad. Sigamos el ejemplo del Señor, El busco a este hombre ignorado, fue donde estaba, lo libero, lo restauro, lo vistió, le dio una nueva oportunidad. Quizás uno solo no pueda hacer mucho, pero muchos, podemos hacer más. Termino la reflexión de hoy con hechos 20:35 que dice: “En todo os mostré que así, trabajando, debéis ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir.” Y “Amar a Dios con todo el corazón y con todas nuestras fuerzas, y a nuestro próximo como a nosotros mismos”

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo

Pastor J. Andrés Pimentel M.

Deseo comenzar la reflexión de hoy trayendo a la memoria el pasaje del evangelio de Marcos 5:1-20. Este pasaje narra la historia de un hombre, que al parecer nadie se preocupaba por él. Ignorado por la sociedad quien indiferente veía su sufrimiento pero no se conmovían ante su situación. Por el relato bíblico, no se sabe mucho de él. ¿Cómo llegó a tal estado de su vida? Nadie sabía. Seguramente se divulgaron muchas historias sobre él. Algunas veces, estando encadenado, se soltaba y resurgía para aterrorizar a los que infortunadamente se lo encontraban a su paso. Casi es seguro que volvían a contar y a agrandar la historia del “hombre misterioso de los sepulcros”. Cuando Jesús llega a donde este hombre, se encuentra con un lunático poseso de espíritus que lo atormentaban. El estado de este hombre era lamentable. Inmundo, vivía en tenebrosos cementerios entre los sepulcros. Durante la noche se escuchaban sus gritos, él quería ser libre, buscaba recuperar su vida, pero no lograba encontrarla. En la desesperación por arrancar de dentro del alma tanto sufrimiento, era común verlo mutilado por los cortes hechos con piedras. Pero bastó solo un encuentro con Jesús para que aquello que atormentaba a este hombre lo dejar en paz, la legión de espíritus que eran el látigo de aquel infortunado recibió de Cristo el permiso para entrar a una manada de cerdos que se encontraba cerca. Aquellos animales se desesperaron y se precipitaron hacia un abismo. Se cuenta que los que cuidaban los cerdos huyeron. Al contar estos hechos en la ciudad, el pueblo fue a ver lo que había acontecido. La sorpresa fue absoluta. El hombre que había estado cautivo ahora se encontraba sentado, vestido y en perfecto juicio. El hombre ignorado, el hombre que no le importaba a nadie, el hombre que no había tenido una oportunidad en su vida ahora estaba sentado, aseado y vestido. La noticia corrió, y cuando los curiosos relataron lo que había sucedido, el pueblo de la ciudad se reunió para expulsar a Jesús.

Hoy en día es igual, hombres y mujeres divagan por el mundo sin oportunidades cargando un gran peso sobre sus hombros. Cuando Jesús relata la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37), dice que cuando el hombre vio al otro tendido en la tierra se conmovió hasta sus entrañas y tuvo de él misericordia, lo curo, lo recibió, lo llevo al mesón y pago sus cuentas. Esa es la actitud de Jesús hacia los infortunados de este mundo. Se de antemano que hoy en día hay muchas organizaciones, clubes, empresarios con foros económicos que hablan de ayuda humanitaria pero lamentablemente son muy pocos los resultados.

Sin duda alguna que pastores, sacerdotes y rabinos, predicamos y enseñamos buenos sermones doctrinales, pero lamentablemente los sepulcros de la pobreza y la miseria siguen en aumento. Vemos a miles y miles de personas dejando su país de origen en busca de mejores oportunidades intentando salir del sepulcro de la pobreza, la miseria e inseguridad. Hombres y mujeres, chicos y grandes que han llorado y lamentado en su “sepulcro”. Los hombres ignorados, presas de la desesperación y golpeados por las piedras del dolor, de las penas y necesidades siguen creciendo escandalosamente en número.

Lamentablemente han sido muchos, no pocos, quienes encorralados por diferentes situaciones han tomado la decisión de abandonar este mundo de una manera abrupta y lamentable. Lo más triste de todo, si somos sinceros, es que al igual que las personas de aquella ciudad, hemos dejado fuera de la vida a Jesús. Creo que sería muy bueno para todos el volvamos a Jesús con todo nuestro corazón, en primer lugar. En segundo lugar que comprendamos que si acumulamos y no ayudamos, si solo nos beneficiamos nosotros, no tiene sentido la bendición.

Hoy la gente no está atormentada por espíritus, esta atormentada por el hambre, por la desnudez, por la enfermedad, por la sed, por la ausencia de la familia, por la falta de una mano que se extienda y le ayude un poco a mitigar su dolor. Seamos las manos y los pies de Jesús. Seguramente existen hombres y mujeres ignorados en nuestro barrio, en las plazas, o sencillamente deambulando por la ciudad. Sigamos el ejemplo del Señor, El busco a este hombre ignorado, fue donde estaba, lo libero, lo restauro, lo vistió, le dio una nueva oportunidad. Quizás uno solo no pueda hacer mucho, pero muchos, podemos hacer más. Termino la reflexión de hoy con hechos 20:35 que dice: “En todo os mostré que así, trabajando, debéis ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir.” Y “Amar a Dios con todo el corazón y con todas nuestras fuerzas, y a nuestro próximo como a nosotros mismos”

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo

Pastor J. Andrés Pimentel M.