/ domingo 24 de julio de 2022

Casa de oración pacto de paz | Confía en Dios

Todos tenemos cosas en común, como reír o llorar, estar feliz o triste. Momentos de tranquilidad o ansiedad. Seguramente la mayoría de las personas hemos experimentado en algún momento ansiedad. Ese estado desagradable de temor que se manifiesta en ciertas situaciones estresantes del mundo en que vivimos. Es importante entender que la ansiedad no es un pecado, pero sí puede producir reacciones pecaminosas. El problema se da cuando la ansiedad se prolonga, pues no permite a la persona llevar una vida normal y adoptar conductas no muy sanas.

Ansiedad es pensar en el mañana de forma trágica, triste, de manera que no puedas ver claramente. Es demasiado futuro y llega por lo que decimos, por lo que sentimos, por lo que hablamos. Llega cuando nos cuestionamos cómo llegará a nuestra vida el sustento básico. No son las circunstancias y las dificultades de la vida las que te ponen ansioso, sino lo que tú piensas, lo que tú dices, lo que tú hablas. Es cuando tú dices, no sé qué va a pasar mañana, qué va a ocurrir en el futuro, cómo voy a comer mañana, cómo voy a pagar la deuda, cómo voy a salir de esta dificultad.

La ansiedad comienza por tus palabras. Tus palabras, más que confianza y fe, son un cuestionamiento. Jesús dijo: ustedes dicen “¿cómo voy a vestir, cómo voy a comer, que voy a beber?” Ese cuestionamiento nos lleva incluso en nuestra mente a dudar del amor de Dios. Y qué triste es caer en cuestionar el amor de Dios. Por eso es que Jesús dice: “mira a tu alrededor, si Él tiene cuidado de las aves, cuidará también de ti. Si la hierba que hoy es y mañana no, Él la viste con tanta belleza y luego es echada al fuego ¿cuánto más a ti? (Mt. 6:25-34)

Quizás tú hoy estás pasando por momentos difíciles. Las cosas en el país realmente están complicadas. Es inimaginable la situación de algunos. Y todos, en algún momento dado, hemos experimentado momentos como esos. Hay que darle gracias a Dios por la provisión de hoy, por poco o mucho que sea, y tenemos que estar en paz con seguridad de que Él tiene cuidado de nosotros hoy, mañana y siempre. Cambia tus palabras y, en medio de tu adversidad comienza a creer: “Señor, tú eres quien provee para mi vida, porque sé que no hay justo desamparado, ni sus descendencia que mendigue pan” (Sal. 37:25) Espera en Él y confía en que Dios hará un milagro.

Dios nos recuerda hoy en su palabra “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Is. 41.10) La fortaleza divina, en tiempo de angustia, se vuelve fundamental para continuar adelante y no desmayar bajo el peso de la lucha. La angustia puede propiciar un sin fin de tensiones, pero si tenemos la fortaleza del Señor, podremos pelear contra ellas y mantenernos firmes y actuar correctamente.

Quiero terminar animándole a sustituir la ansiedad por la fe, la confianza y la esperanza en Dios. Seguramente, sin temor a equivocarme, el resultado será una paz incomparable, y una fortaleza sin igual para continuar adelante. “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7)

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y vaya al cielo.

José Andrés Pimentel M. | Pastor, Estudios teológicos

Todos tenemos cosas en común, como reír o llorar, estar feliz o triste. Momentos de tranquilidad o ansiedad. Seguramente la mayoría de las personas hemos experimentado en algún momento ansiedad. Ese estado desagradable de temor que se manifiesta en ciertas situaciones estresantes del mundo en que vivimos. Es importante entender que la ansiedad no es un pecado, pero sí puede producir reacciones pecaminosas. El problema se da cuando la ansiedad se prolonga, pues no permite a la persona llevar una vida normal y adoptar conductas no muy sanas.

Ansiedad es pensar en el mañana de forma trágica, triste, de manera que no puedas ver claramente. Es demasiado futuro y llega por lo que decimos, por lo que sentimos, por lo que hablamos. Llega cuando nos cuestionamos cómo llegará a nuestra vida el sustento básico. No son las circunstancias y las dificultades de la vida las que te ponen ansioso, sino lo que tú piensas, lo que tú dices, lo que tú hablas. Es cuando tú dices, no sé qué va a pasar mañana, qué va a ocurrir en el futuro, cómo voy a comer mañana, cómo voy a pagar la deuda, cómo voy a salir de esta dificultad.

La ansiedad comienza por tus palabras. Tus palabras, más que confianza y fe, son un cuestionamiento. Jesús dijo: ustedes dicen “¿cómo voy a vestir, cómo voy a comer, que voy a beber?” Ese cuestionamiento nos lleva incluso en nuestra mente a dudar del amor de Dios. Y qué triste es caer en cuestionar el amor de Dios. Por eso es que Jesús dice: “mira a tu alrededor, si Él tiene cuidado de las aves, cuidará también de ti. Si la hierba que hoy es y mañana no, Él la viste con tanta belleza y luego es echada al fuego ¿cuánto más a ti? (Mt. 6:25-34)

Quizás tú hoy estás pasando por momentos difíciles. Las cosas en el país realmente están complicadas. Es inimaginable la situación de algunos. Y todos, en algún momento dado, hemos experimentado momentos como esos. Hay que darle gracias a Dios por la provisión de hoy, por poco o mucho que sea, y tenemos que estar en paz con seguridad de que Él tiene cuidado de nosotros hoy, mañana y siempre. Cambia tus palabras y, en medio de tu adversidad comienza a creer: “Señor, tú eres quien provee para mi vida, porque sé que no hay justo desamparado, ni sus descendencia que mendigue pan” (Sal. 37:25) Espera en Él y confía en que Dios hará un milagro.

Dios nos recuerda hoy en su palabra “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Is. 41.10) La fortaleza divina, en tiempo de angustia, se vuelve fundamental para continuar adelante y no desmayar bajo el peso de la lucha. La angustia puede propiciar un sin fin de tensiones, pero si tenemos la fortaleza del Señor, podremos pelear contra ellas y mantenernos firmes y actuar correctamente.

Quiero terminar animándole a sustituir la ansiedad por la fe, la confianza y la esperanza en Dios. Seguramente, sin temor a equivocarme, el resultado será una paz incomparable, y una fortaleza sin igual para continuar adelante. “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7)

Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y vaya al cielo.

José Andrés Pimentel M. | Pastor, Estudios teológicos