/ domingo 24 de mayo de 2020

Auméntanos la Fe 

Jesús dijo que si tuviéramos la fe como el tamaño de un grano de mostaza le podemos decir a un monte, quítate y échate a la mar, y será hecho. También dijo que para el que cree todo le es posible. Los discípulos le dijeron: “Señor, auméntanos la fe” (Lc. 17:5)

En los últimos tiempos, la vida se ha vuelto más pesada para muchos. Pareciera que el pasillo de la pandemia no tiene fin, pues cada vez se dice, y aún falta lo peor. Las fechas para reabrir escuelas, empresas, negocios, iglesias etc. se recorre cada día, y pareciera que no tiene fin. Y creo que hoy más que nunca, el mundo necesita hombres y mujeres de fe. Y cuando nuestra fe se ha debilitado por los embates que recibe cada día, entonces necesitamos decirle a Jesús: “Señor, auméntanos la fe” No podemos darnos por vencidos ante el enemigo que tenemos en común hoy en día todos los seres humanos.

La fe inicia en un encuentro personal con Dios. Todos los héroes de la fe que conquistaron reinos, hicieron justicia, que no tenía miedo del enemigo sin importar su tamaño o fortaleza, y que escaparon del filo de la espada, todos ellos comenzaron su caminar en la fe, con un encuentro con Dios. Moisés en la zarza (Ex. 3) Abram en Ur (Gen. 12) Los discípulos en sus tareas diarias.

Este encuentro con Dios implica eliminar toda confianza en uno mismo, y poner nuestra confianza en el Señor Jesús. Es venir a Cristo con las manos vacías y aceptar su regalo de vida. Cualquier persona que tenga un encuentro con Dios, no habrá nada ni nadie que lo pueda detener porque ya no depende de sus overas o de las circunstancias, sino que ahora ha puesto su confianza en Cristo y depende de lo que Él ha hecho en la cruz a su favor. Cuando ponemos nuestra entera fe y confianza en Cristo, entonces crecemos en la fe.

La fe verdadera crece bajo cualquier situación de la vida. Así como no todos los niños al nacer son igualmente fuertes, pero gracias a Dios, crecen bajo cualquier circunstancia que hayan nacido. De la misma manera, la fe no siempre es la misma, lo normal es que crezca. Aunque sea pequeña como un grano de mostaza, debe crecer bajo, y en cualquier circunstancia.

La fe crece cuando nos mantenemos firmes en la palabra de Dios, y empuñamos sus verdades de tal manera que nada ni nadie nos las pueden arrebatar. Que aunque soplen los vientos y brame y gima la tormenta nos mantenemos firmes en Cristo.

Cuanto más conocemos y creemos la palabra de Dios, nuestra fe crece. Dice Pablo en romanos que la fe viene por oír la palabra de Dios (Rom. 10:17) Y cuando leemos en la palabra que, Jesús multiplicó los peses y los panes, o que sanó enfermos, o resucitó muertos y que Él es el mismo ayer, hoy y mañana, entonces nuestra fe crece, y creemos que así como hizo milagros en el pasado, los puede hacer hoy.

La fe crece cuando deseamos crecer en la fe. Los discípulos le dijeron a Jesús “…Señor, auméntanos la fe” Estimado lector, cada día debemos de aspirar una fe más elevada. Cuando la fe crece, la duda, el temor y la incertidumbre se van.

Crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.

Jesús dijo que si tuviéramos la fe como el tamaño de un grano de mostaza le podemos decir a un monte, quítate y échate a la mar, y será hecho. También dijo que para el que cree todo le es posible. Los discípulos le dijeron: “Señor, auméntanos la fe” (Lc. 17:5)

En los últimos tiempos, la vida se ha vuelto más pesada para muchos. Pareciera que el pasillo de la pandemia no tiene fin, pues cada vez se dice, y aún falta lo peor. Las fechas para reabrir escuelas, empresas, negocios, iglesias etc. se recorre cada día, y pareciera que no tiene fin. Y creo que hoy más que nunca, el mundo necesita hombres y mujeres de fe. Y cuando nuestra fe se ha debilitado por los embates que recibe cada día, entonces necesitamos decirle a Jesús: “Señor, auméntanos la fe” No podemos darnos por vencidos ante el enemigo que tenemos en común hoy en día todos los seres humanos.

La fe inicia en un encuentro personal con Dios. Todos los héroes de la fe que conquistaron reinos, hicieron justicia, que no tenía miedo del enemigo sin importar su tamaño o fortaleza, y que escaparon del filo de la espada, todos ellos comenzaron su caminar en la fe, con un encuentro con Dios. Moisés en la zarza (Ex. 3) Abram en Ur (Gen. 12) Los discípulos en sus tareas diarias.

Este encuentro con Dios implica eliminar toda confianza en uno mismo, y poner nuestra confianza en el Señor Jesús. Es venir a Cristo con las manos vacías y aceptar su regalo de vida. Cualquier persona que tenga un encuentro con Dios, no habrá nada ni nadie que lo pueda detener porque ya no depende de sus overas o de las circunstancias, sino que ahora ha puesto su confianza en Cristo y depende de lo que Él ha hecho en la cruz a su favor. Cuando ponemos nuestra entera fe y confianza en Cristo, entonces crecemos en la fe.

La fe verdadera crece bajo cualquier situación de la vida. Así como no todos los niños al nacer son igualmente fuertes, pero gracias a Dios, crecen bajo cualquier circunstancia que hayan nacido. De la misma manera, la fe no siempre es la misma, lo normal es que crezca. Aunque sea pequeña como un grano de mostaza, debe crecer bajo, y en cualquier circunstancia.

La fe crece cuando nos mantenemos firmes en la palabra de Dios, y empuñamos sus verdades de tal manera que nada ni nadie nos las pueden arrebatar. Que aunque soplen los vientos y brame y gima la tormenta nos mantenemos firmes en Cristo.

Cuanto más conocemos y creemos la palabra de Dios, nuestra fe crece. Dice Pablo en romanos que la fe viene por oír la palabra de Dios (Rom. 10:17) Y cuando leemos en la palabra que, Jesús multiplicó los peses y los panes, o que sanó enfermos, o resucitó muertos y que Él es el mismo ayer, hoy y mañana, entonces nuestra fe crece, y creemos que así como hizo milagros en el pasado, los puede hacer hoy.

La fe crece cuando deseamos crecer en la fe. Los discípulos le dijeron a Jesús “…Señor, auméntanos la fe” Estimado lector, cada día debemos de aspirar una fe más elevada. Cuando la fe crece, la duda, el temor y la incertidumbre se van.

Crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.