/ viernes 11 de diciembre de 2020

Ángeles con batas blancas

Hoy más que nunca se ha reconocido y enaltecido el rol preponderante de las personas que se dedican al cuidado de la salud. Ellos enfrentan la primera línea de batalla ante las adversidades que ponen en riesgo lo más valioso que poseemos: “la vida”.

Por un lado, representan la esperanza ante la pérdida de la salud, son la balanza que proporciona equilibrio y permiten vislumbrar rejillas de esperanza ante la desolación que producen las enfermedades; su presencia es esperada con ansia tanto por el enfermo como por la familia, con la certeza de que los años dedicados al estudio y la experiencia adquirida servirán para emitir un diagnóstico certero y una prescripción adecuada que lleve a fortalecer el organismo, brindando a la vez certeza, confianza y seguridad; plataformas difuminadoras de la oscuridad que trae consigo la desesperanza.

Ser un servidor al cuidado de la salud, implica tener una formación sólida, que además del dominio de los contendidos curriculares, respalde sus palabras con acciones contundentes y reconozca el valor de su ser y hacer en el trato y cuidado que brinda a sus pacientes.

En esta ocasión, me permito hacer mención especial de un enfermero que presta sus servicios desde 1998 en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) en la clínica de Hidalgo del Parral, Chihuahua.

Su nombre: Marco Vinicio Gutiérrez Holguín, egresado como licenciado en enfermería, cursando seguidamente estudios de “postécnico” en la rama.

Joven de sonrisa franca, mirada amable, presto al diálogo e interacción y, sobre todo, dispuesto a atender con calidad y calidez a quien requiere de su ayuda.

Tuvimos la suerte de encontrarle en nuestro camino en álgidos momentos familiares, nuestra madre, una ancianita de casi 95 años de edad, dejó de alimentarse por su cuenta, requiriendo con urgencia la inserción de una sonda, fue referida a sus manos y fuimos testigos del cuidado y atención específica que le brindó. Durante el tiempo que duró el proceso, buscó las palabras para animarla, mirándole a sus ojos y permitiendo que mi hija permaneciera a su lado sosteniendo sus manos. Con paciencia y profesionalismo, nos dio la información requerida para su cuidado, se percató del miedo que mamá tenía a los hospitales, por lo que hizo patente su disposición de acudir a nuestro hogar en caso de ser necesario; para tal efecto, nos confió su número telefónico y acudió a nuestro llamado las dos veces que fue requerida su presencia. No aceptó ninguna remuneración a cambio, dijo que solamente era devolver un poco de lo mucho que la vida le había brindado.

De ese evento hace ya tres años, a pocos días de recibir la sonda, mamá fallece, en parte debido a la edad, a su resistencia de depender del cuidado de los otros, a los estragos al organismo que traen consigo los años; sin embargo, cada vez que veo a Marco Vinicio en la clínica, me embarga un sentimiento inmenso de gratitud hacia su persona, hacia el profesional que se mueve con diligencia en los distintos espacios donde es conferido; hacia lo que representa la investidura que porta con orgullo y hacia el reconocimiento por lo que hizo por nuestra madre, por su labor diaria y el impacto que tienen sus buenas acciones en las personas que lo rodean.

Sírvase estas letras como vehículo portador de este mensaje, deseando que haya muchos servidores como Marcos Vinicio, cuyo lema sea: “Dar un poco a los demás de lo mucho que recibimos


Hoy más que nunca se ha reconocido y enaltecido el rol preponderante de las personas que se dedican al cuidado de la salud. Ellos enfrentan la primera línea de batalla ante las adversidades que ponen en riesgo lo más valioso que poseemos: “la vida”.

Por un lado, representan la esperanza ante la pérdida de la salud, son la balanza que proporciona equilibrio y permiten vislumbrar rejillas de esperanza ante la desolación que producen las enfermedades; su presencia es esperada con ansia tanto por el enfermo como por la familia, con la certeza de que los años dedicados al estudio y la experiencia adquirida servirán para emitir un diagnóstico certero y una prescripción adecuada que lleve a fortalecer el organismo, brindando a la vez certeza, confianza y seguridad; plataformas difuminadoras de la oscuridad que trae consigo la desesperanza.

Ser un servidor al cuidado de la salud, implica tener una formación sólida, que además del dominio de los contendidos curriculares, respalde sus palabras con acciones contundentes y reconozca el valor de su ser y hacer en el trato y cuidado que brinda a sus pacientes.

En esta ocasión, me permito hacer mención especial de un enfermero que presta sus servicios desde 1998 en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) en la clínica de Hidalgo del Parral, Chihuahua.

Su nombre: Marco Vinicio Gutiérrez Holguín, egresado como licenciado en enfermería, cursando seguidamente estudios de “postécnico” en la rama.

Joven de sonrisa franca, mirada amable, presto al diálogo e interacción y, sobre todo, dispuesto a atender con calidad y calidez a quien requiere de su ayuda.

Tuvimos la suerte de encontrarle en nuestro camino en álgidos momentos familiares, nuestra madre, una ancianita de casi 95 años de edad, dejó de alimentarse por su cuenta, requiriendo con urgencia la inserción de una sonda, fue referida a sus manos y fuimos testigos del cuidado y atención específica que le brindó. Durante el tiempo que duró el proceso, buscó las palabras para animarla, mirándole a sus ojos y permitiendo que mi hija permaneciera a su lado sosteniendo sus manos. Con paciencia y profesionalismo, nos dio la información requerida para su cuidado, se percató del miedo que mamá tenía a los hospitales, por lo que hizo patente su disposición de acudir a nuestro hogar en caso de ser necesario; para tal efecto, nos confió su número telefónico y acudió a nuestro llamado las dos veces que fue requerida su presencia. No aceptó ninguna remuneración a cambio, dijo que solamente era devolver un poco de lo mucho que la vida le había brindado.

De ese evento hace ya tres años, a pocos días de recibir la sonda, mamá fallece, en parte debido a la edad, a su resistencia de depender del cuidado de los otros, a los estragos al organismo que traen consigo los años; sin embargo, cada vez que veo a Marco Vinicio en la clínica, me embarga un sentimiento inmenso de gratitud hacia su persona, hacia el profesional que se mueve con diligencia en los distintos espacios donde es conferido; hacia lo que representa la investidura que porta con orgullo y hacia el reconocimiento por lo que hizo por nuestra madre, por su labor diaria y el impacto que tienen sus buenas acciones en las personas que lo rodean.

Sírvase estas letras como vehículo portador de este mensaje, deseando que haya muchos servidores como Marcos Vinicio, cuyo lema sea: “Dar un poco a los demás de lo mucho que recibimos